Entrevista al sociólogo Gabriel Vommaro, autor de Mundo PRO y La larga marcha de Cambiemos.

Gabriel Vommaro es uno de los referentes de la sociología política en Argentina y viene estudiando al PRO desde su creación. En diálogo con Pausa, después de presentar su libro La larga marcha de Cambiemos en Santa Fe, reflexionó sobre los orígenes del partido gobernante, su modelo de país, el tipo de liderazgo de Mauricio Macri y las identidades partidarias dentro de Cambiemos.

—Usted viene estudiando al PRO desde hace varios años y su planteo se basa en la idea de que es producto de la crisis del 2001 y del “que se vayan todos”. ¿Podría explayarse sobre ese punto?

—Lo que yo sostengo es que antes de esa crisis ya había un convencimiento de ciertos sectores de crear un partido propio. Se veía un agotamiento de la convertibilidad y luego con la reacción que tiene el radicalismo frente al intento de ajuste de [Ricardo] López Murphy, que lo deja solo con su política de shock. Esto generó un convencimiento de que había que crear un partido de centro-derecha autónomo. La crisis termina de consolidar ese convencimiento en ese macrismo incipiente, que todavía estaba dudando si iba a ser un apéndice de un peronismo menemista o si iba a crear un partido propio. Lo importante acá es que hubo una interpretación de esos años diferentes. Por un lado, en torno a 2001 hay una interpretación más por izquierda, basada en construir un Estado fuerte, una economía pos-neoliberal, basada en la inclusión y en el crecimiento interno antes que en la inversión privada y la exportación. Y por otro lado, hay una interpretación más modernizante, que criticaba la clase política pero no era anti-neoliberal, sino que era más una lectura en términos eficientistas de que la clase política no había podido resolver los desafíos económicos porque había tenido ciertas trabas debido a “un corazón populista” que le impedía ir a fondo con las reformas. Básicamente, es una crítica a los partidos tradicionales. Por eso abandonaron la estrategia del “entrismo”, que se evidenció en el PJ por parte de la UCeDé y después con López Murphy y [Domingo] Cavallo en la Alianza (una experiencia que terminó mal).

—¿Cómo definiría entonces al modelo económico o al proyecto de país del PRO?

—El centro-derecha en Argentina siempre fue una alianza económica-social-política que expresó a los sectores exportadores. Me parece que el PRO está en esa tradición. Diría que la gran novedad es que, por su gran pragmatismo y flexibilidad, incorpora una mirada de Estado más compleja que la que tuvo el neoliberalismo de los 90. No sé si en sus orígenes, pero sí con el paso del tiempo. Entienden cada vez más que el Estado es fundamental para organizar la vida económica aunque tiene que estar siempre en función de favorecer la inversión privada, que tiene un rol menos subsidiario que en el viejo neoliberalismo. Hay una transformación del vínculo de centro derecha con la idea de Estado, pero un mantenimiento de una concepción de que el motor genuino de un crecimiento económico es vía modelo exportador y no vía industria mercado internista. En ese punto hay una continuidad.

—¿Se puede relacionar a los votantes del PRO con ciertos sectores sociales o etarios?

—Aunque Cambiemos amplió su base de apoyo geográfica y socialmente, aún hoy después de las elecciones de octubre sigue habiendo una correlación más o menos clara entre voto y clase (medida por educación) y entre voto y edad. Esta correlación mantiene lo esperable: la centro-derecha es más apoyada por sectores medios-altos y altos, con mayor educación. También, los sectores de mayor edad son los que votan a la centro-derecha, más que la juventud, quizás eso expresa más la herencia kirchnerista en términos de politización. Esas siguen siendo coordenadas que organizan. A pesar del crecimiento de Cambiemos, sociológicamente son preferencias políticas.

—¿Cómo definiría el perfil de Macri como líder político hacia adentro de la coalición de gobierno?

—Macri tiene hacia adentro de la coalición un rol indiscutido como líder, que fue ganándose a lo largo de los años, sorteando desafíos internos y que funciona un poco como el team lider empresario. Quiero decir con esto que, por un lado, es la figura indiscutida pero que, a la vez, se legitima otorgando lugares a los miembros de su equipo. Concentra la última decisión en sus manos, pero otorga a los miembros del equipo una gran autonomía en la decisión y ejecución cotidiana. Ese balance entre la concentración de las decisiones vitales o estratégicas y una división del trabajo (que por ahora encontró lugar para todos) es la base en la que se construye hacia adentro de la coalición de gobierno.

—¿Y cómo es ese liderazgo hacia afuera de Cambiemos?

—Hacia afuera se construye en tres pilares que se fueron construyendo con el tiempo. Uno fundamental es el del líder empresario exitoso. Otro es el de la figura que abandona la comodidad del espacio privado y se involucra públicamente. Y el otro es el de dirigente cercano y empático que aprende a escuchar, a comunicarse con los otros, a ponerse a la misma altura. No nos olvidemos que la primera vez que Macri hizo esto fue en 2007 con [Gabriela] Michetti como compañera de fórmula, con el argumento de que él se ponía a la altura de ella.

—¿Esa imagen se construye a través de una estrategia comunicacional y de un discurso que le habla de igual a igual a sus votantes, sobre la esperanza y la superación personal?

—Las tres cosas que dije son el éxito. Lo primero es la idea de que “con este tipo nos va a ir bien”. Lo segundo es la entrega: todos tenemos que dar algo si él da algo. Y en tercer lugar la idea de la baja intensidad ideológica y de vincularnos por lo que sentimos o por la escucha antes que por las grandes ideas. Me parece que esos son los tres vectores con los que se comunica con los electores de Cambiemos y la sociedad. Diría además que son al mismo tiempo formas que fueron cuidadosamente construidas desde el aspecto comunicacional dentro del PRO, pero también son parte del trabajo que hizo Macri sobre sí mismo. A Macri durante años lo hacían llamar por teléfono durante años a un vecino X de todo el país. Eso fue un entrenamiento en la escucha que fue un trabajo de sí mismo también. No es sólo un producto publicitario. Los cuadros del mundo empresario creen mucho en la idea de construirse a sí mismo, en la capacidad de auto-moldearse.

—¿Cómo convive la identidad partidaria del radicalismo con la identidad partidaria del PRO? ¿Qué similitudes y qué tensiones puede haber?

—A nivel de las identidades no queda claro cómo van a convivir en el futuro. Por ahora uno puede decir que Cambiemos expresa la gran posibilidad de los sectores no peronistas de tener una opción de poder en la cual creer, volver a ser parte de un gobierno, sentirse representado luego de doce años de peronismo kirchnerista en el gobierno. En alguna medida Cambiemos tiene un discurso que es moderno, pero a la vez es una centro-derecha que empatiza con un electorado más liberal-conservador. Además hay una parte de los radicalismos provinciales que quizás se sienten identificados. Yo creo que sobre todo hay un radicalismo provincial que encuentra en Cambiemos esta idea de “por fin volvemos a tener una opción poderosa”. En todo caso, hay que ver si Cambiemos interpela esos sectores también porque expresa una especie de aggiornamiento o una forma moderna de partido no peronista. Es decir, habría que ver si los sectores radicales más jóvenes no ven vetusta  a su propia dirigencia, o sea si ven un poco obsoleto a ese viejo abogado radical.

Sobre el autor

Gabriel Vommaro es investigador del Conicet. Es doctor en sociología por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales y Magíster en Investigación en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.

En 2015 publicó el libro Mundo Pro junto a Sergio Morresi y en 2017 salió La larga marcha de Cambiemos.

Estuvo en Santa Fe el 28 de noviembre presentando su último libro, junto a Gabriel Obradovich, docente de la UNL. La actividad se realizó en Del Otro Lado libros y fue organizada por Barrio 88.

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