Irlanda es una rareza en Europa. Es, como se puede ver en este mapa, el único país del viejo continente que prohíbe el aborto en todos los casos. Una legislación aún más restrictiva que la que tenemos, por el momento, en Argentina.

Este viernes 25 de mayo, los habitantes de Irlanda se volcaron masivamente a las urnas para votar en un referéndum con el cual el Gobierno quería saber la opinión de la ciudadanía respecto de la necesidad de aprobar una normativa que regule y legalice la interrupción del embarazo.

El proyecto oficial contempla el aborto legal para todas las mujeres en las primeras 12 semanas de gestación. Después, hasta las 24 semanas, las mujeres estarían autorizadas a abortar si su vida o su salud estuvieran en riesgo y si el feto no pudiera sobrevivir fuera del cuerpo de la madre.

La respuesta fue contundente: el 66,4% de los irlandeses votó a favor en el referéndum, mientras un 33,6% votó por el no. La participación ha sido de 64,1%, la más alta desde la consulta sobre la legalización del divorcio de 1996, tras la que se han celebrado 21 plebiscitos más.

“Lo que hemos visto es la culminación de una revolución silenciosa que ha estado teniendo lugar en Irlanda durante los últimos 20 años”, dijo el primer ministro, Leo Varadkar, hijo de indios y gay. “El pueblo ha hablado. Ha dicho que necesitamos una Constitución moderna para un país moderno”.

Los votantes se pronunciaban sobre si se retira o no la Octava Enmienda, añadida en la Constitución de la República de Irlanda tras un referéndum en 1983, que equipara el derecho a la vida de una mujer embarazada con el de su feto. Esa es la base de una prohibición casi total del aborto, incluso en casos de violación, incesto, anomalía fetal o riesgo a la salud de la madre, matizada por una ley de 2014 que, tras el escándalo por la muerte por septicemia de una mujer a la que se le negó un aborto, añade una excepción para casos de riesgo de muerte de la madre. “Este es un país católico y la ley lo prohíbe”, adujo el personal sanitario en ese caso.

La alta participación y la llegada masiva de los jóvenes residentes en el extranjero que, dada la imposibilidad del sufragio por correo, han vuelto a casa para votar, se cuentan entre los factores que pueden haber contribuido a la aplastante victoria del .

El mes pasado, comenzó una campaña en la cual se alentaba a las y los ciudadanos que vivían fuera de Irlanda y que aún pueden votar, a regresar al país el día del referéndum. En las redes, el hashtag #Hometovote (“a casa para votar”) fue tendencia durante todo el día. Allí cientos de mujeres y varones irlandeses contaban que estaban viajado desde países como Tailandia, Estados Unidos o Australia para votar. Una campaña parecida se organizó en 2015, durante el referéndum sobre el matrimonio gay en el que ganó el “sí” con un 62% de los votos.

En las urnas, abiertas entre las 7.00 de la mañana y las 22.00 de la noche, terminó el viernes una polarizadora y emocionante campaña que ha sacado a la calle el conflicto latente en Irlanda entre un conservadurismo social, construido durante décadas por una Iglesia Católica que se resigna a su pérdida de influencia; y una juventud cosmopolita y viajera que rechaza el modelo de sociedad en el que ha crecido. Hoy el estigma ha caído y la conversación es imposible ya de acallar.

El  ha centrado su campaña en que el aborto es una realidad en Irlanda y la estricta regulación exporta de manera hipócrita el problema, a costa del sufrimiento de las mujeres. Cada año, cerca de 3.500 mujeres viajan al extranjero a abortar y 2.000 más adquieren ilegalmente píldoras abortivas en Internet, arriesgándose a penas de cárcel. La campaña del no ha defendido que la propuesta del Gobierno va demasiado lejos y oculta un “aborto a demanda”, a pesar de que el proyecto de ley equipararía la normativa irlandesa con las de los principales países europeos.

Fuente: www.elpais.com

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