Qué dice la artista

Soledad Sánchez Goldar al lado de su imposible de fotografiar obra Recordar, premio mayor del Salón de Mayo. Foto: Museo Rosa Galisteo.

En la polémica por el premio del Salón de Mayo, la voz que faltaba: entrevista a Soledad Sánchez Goldar.

Apuesto un sábalo a la estaca a que en nuestra aldea nadie sabe bien nada de lo que sucede en el plano secuencia de El Arca Rusa, de un desenfrenado Aleksandr Sokúrov paseando por el Hermitage de San Petesburgo. Al menos, el nivel del debate surgido aldedor de la obra premiada en el último Salón de Mayo del Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez, Recordar, de Soledad Sánchez Goldar, apena un poco. A favor y en contra, no se salía todavía del blanco sobre blanco de Malévich y el inodoro de Duchamp. Referencias de manual, antiquísimas, exhaustas por remanidas.

Seré aldeano, pero tengo celular. Algo pasa con una obra que se resiste a la reproducción, acaso hasta a la contemplación simple, y que apunta al recuerdo en un mundo de soportes donde hacemos el relato en vivo de todo lo que pasa y nos pasa, marcándolo en un abismo de infinitos y replicables 0 y 1. El modo de recuerdo de Recordar ya no tiene lugar en este mundo donde todos los días Facebook te cuenta qué te pasó “Un día como hoy”. La pantalla con nuestros diarios digitales es el reservorio de nuestras futuras melaconlías, Recordar es un trapo difícil de ver e imposible de capturar y digerir al uso Instagram de la época. ¿Querés aura? Ahí tenés. La referencia es más vieja que el inodoro, pero ya confesé que me gustan los sábalos.

El todo como se presenta a sí mismo existe ya siempre simultáneamente sin su densidad de sucesión narrativa en su materialidad digital. Qué alemana esa sintaxis. Digo: la exhibición del patrimonio en Museo Tomado, la puesta progresiva del acervo del Rosa tampoco se puede desligar de la pantalla. Si el orden con cartelitos, planteado por época, estilo, técnica, valor cromático, forma del marco, cantidad de humedad en el lienzo, precio en dólares, lo que sea, hubiera tenido lugar, estaríamos ante una narrativa del mundo de papel, del catálogo Taschen.

Museo Tomado es la realidad ampliada de su existencia en Pinterest, no al revés. Esa es su clave de contemplación. Recordar, que ahora formará parte del patrimonio, es coherente con Museo Tomado.

La polémica con Recordar no se desató por cómo la obra expresa el presente del arte contemporáneo y su lugar en la cultura digital (según mi su-per-la-ti-vo análisis, que puede seguir con la relación entre stasis y memoria en Agamben, pasar por la relación entre la escena teatral, el arte textil y esas costureritas llamadas Átropos, Láquesis y Clotos y rematar en una reflexión sobre la epistemológicamente obliterada materialidad del lenguaje, usando como ejemplo la vigencia de textos garrapateados en frágiles lienzos, como la Septuaginta que nuestro santo patrono tradujo para obtener parte del long seller fundante de Occidente que todavía decide sobre los cuerpos de las mujeres. Ay, no enojen a este aldeano, que está juguetón).

Como sea, Sánchez Goldar sí sabe con precisión por qué hubo tanto lío con Recordar: el premio fue de 180 lucas. Y en toda esa turbamulta de vituperaciones, no hubo ninguna línea sobre lo que la artista piensa. Así que escuchemos. Y vayamos a ver la obra, caramba, que la emoción propia (o su falta) es la única válidez y verdad.

“Mi trabajo tiene que ver con intentar responderme ciertas preguntas que tenía con respecto a la desaparición de mis tíos, Eduardo y Alejandro, a la militancia de mi padre, al exilio. Cuando yo era chica vi dos sombras en mi casa y desde ese momento empecé a pensar en mis tíos y a preguntar. Y con mi trabajo seguí preguntando. Es una posibilidad de volver a hacerlos presentes a Eduardo y Alejandro, más allá de la idea del desaparecido”, dice Sánchez Goldar y avanza “Mi forma de habitar el mundo es desde el arte y es una acción política. Dedicarme a la performance en el sistema del arte es una decisión política”.

—¿Como vivís entonces una instancia de consagración?
—Es parte de un momento con mi trabajo. Creo que es re importante entrar en esta colección, que tiene casi un siglo. Es un museo que me interesa. Trabajo mucho en las provincias, parte de mi posicionamiento es que el arte, su financiamiento y circulación, tiene que ser a nivel federal. Cuando empecé a ver los cambios que había en este museo fui viendo que había cabida para otras manifestaciones. Este año decidí presentarme con esta pieza que para mí condensa dos dimensiones que tiene mi trabajo. Por un lado lo político y por otro lado cierta poética de los vínculos. La idea del recuerdo, de la memoria, que ha atravesado mi trabajo.

—Hay una invocación al recuerdo, pero es abierta.
—Yo cuando leo Recordar es volver a pasar por el corazón pienso en Luis González Palma, que es un artista con el que yo trabajé durante 12 años, fui su asistente, con él aprendí muchísimo. Tenía una serie que se llamaba Volver a pasar por el corazón, que eran todos retratos familiares. También me hace acordar a Recordis, a la obra que hago con la bicicleta de mi tío Eduardo. En el proceso previo a ponerle título a hacer esa obra me encontré con un diccionario etimológico de donde sale la definición de recordar, que es re cordis, volver a pasar por el corazón. No se pensaba la idea de recuerdo y memoria con respecto al cerebro, era en el corazón donde se configuraba la memoria.

—¿Por qué no la palabra “memoria”, más asentada en el léxico político?
—Con mi trabajo me fui inventando recuerdos sobre Eduardo y Alejandro que no tenía porque nunca los conocí. La dictadura me quitó la posibilidad de convivir con mis tíos y tener recuerdos propios. A través de mi trabajo fui recopilando relato pero también fui inventado recuerdos, que son mis obras. Me interesa más esa palabra, por más que yo sea una militante de la memoria, la verdad y la justicia. Yo empecé a hacer trabajos con respecto a mi historia familiar en el 2001. Es una insistencia, una pregunta constante, que no sé si algún día lograré revelar o contestar.

—¿Por qué la elección de colores binarios, sin matiz?
—No me imaginaba ningún otro color más que blanco y negro. Somos binarios. Esta cosa de “la grieta”, ¿no? Que somos blancos y negros y no hay grises posibles… es como una cosa muy fuerte en nuestro país. Yo a veces celebro la grieta y estar de un lado de la grieta. Y a veces me lo cuestiono también. Con este trabajo le propongo al espectador la posibilidad de elegir si ver o no ver, vincularse o no con el trabajo. Con la tela negra en Tucumán un señor estaba muy molesto porque no alcanzaba a leer. Y le decía a la esposa “¿Por qué las letras son negras sobre el fondo negro?”. Nos pusimos a charlar y él las leyó y se puso a llorar. Y me dijo “No sabés la cantidad de cosas que me mueve tu trabajo, que me hace acordar” y me empezó a contar un montón de cosas de su vida, de cómo sus hijos se molestaban cuando contaba cosas del pasado. Esa situación hace que yo valore haber hecho ese trabajo.

—¿Hay una expresa voluntad de que la obra se resista a ser reproducida?
—Tengo todo un conflicto con la fotografía y la documentación por mi trabajo de performance, por ejemplo. En esa idea de la circulación inmediata, yo hago una performance y a los cinco minutos un montón de gente ya posteó imágenes de mi trabajo.

—¿Estás llevando un registro de cómo está circulando esta obra?
—Estoy guardando todos los posteos que leo sobre mi trabajo.

—¿Para… qué?
—Me parece un fenómeno que se deteste un momento de la obra, que es el momento en el que no se lee. Que es el momento que está circulando, los dos planos en blanco y negro. Están detestando el no poder leer la obra. O “los dos trapos”. Ya pasó a mi léxico que “hago trapos”. De ahora en más en vez de decir “obra textil” voy a decir “trapos”.

—¿Cómo estás viviendo la polémica?
—Me parece que lo que uno decide decir sobre el otro, y el modo, habla sobre uno. El posicionamiento político que tienen frente al arte, decir “esto es o no es arte” habla del bagaje cultural de esa persona, de la formación que tiene. Para mí el arte es una pregunta. Es un espacio ya ni disciplinar. Yo no creo en las disciplinas artísticas.

—Las telas parecen en las fotos como la ruina de dos lienzos.
—Es muy difícil de fotografiar. Hay como cierta precariedad que a mí me interesa. Lo textil ha sido el lugar que nos han dado en la historia a las mujeres. Juana Azurduy no existió en ningún manual de escuela, pero sí existían las patricias que cosían los trajes de los soldados. Ese es el lugar que se nos ha dado a las mujeres en la historia. Para mí apropiarme de lo textil es un lugar desde donde trabajar.

TN y la gente

Dos muñecos de TN le dedicaron buena parte de una mañana a repudiar la obra de Sánchez Goldar, haciendo del premio del Salón de Mayo un escandalete de agenda nacional, por un rato.

Para la artista, “lo de TN es el mismo trato que le han dado a Rafael Nahuel, a una chica que la violan y la convierten en una puta y no es una víctima. Las barbaridades que han dicho de Maldonado. Esos dos periodistas, ese canal le da ese tratamiento a la información. Son entretenedores. No son periodistas. El trato que le dieron a mi obra no es el de periodistas que investigan para informar. Se rieron, se mofaron de mí como se mofaron de Maldonado. Entonces, ¿yo qué hago? ¡Me río! ¡Es TN!”

“Feimann, todos esos periodistas que han convertido la política y la vida de la gente en un show. No hay información. Son operadores políticos. De esa gente yo no puedo esperar más que el tratamiento berreta que le han dado a mi trabajo”, sentenció.

“Mis amigos están como dolidos. Hay muchos artistas que están como ‘Guau, ¿qué pasa?’. Pero leo los comentarios de la gente en el video de TN y son iguales a los que hacían con Maldonado, sobre el pibe que mató por la espalda la policía en Tucumán. Y todos aplauden como focas diciendo que se lo merece por chorro. Estamos ante un grado de malicia generalizada, de poca empatía”.

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