¿Cuánto vale la universidad para Macri?

1.- ¿Por qué la discusión salarial docente no se agota en el incremento del sueldo docente? Quiero intentar demostrar que “el salario docente” actúa como signo, significando muchas otras cosas más que podríamos sintetizar en “educación pública y gratuita de calidad para todos”. Y voy a tratar de explicar usando mi historia como docente.

2.- Muchos de mis conocidos celebran que yo me dedique a la docencia. Celebran que haya adultos como yo frente a jóvenes. Lo festejan porque saben que transmito pasión en lo que hago. Que demuestro dedicación y entusiasmo. Y saben todo eso porque yo me puedo dar el lujo de hacer lo que me gusta. Tengo el privilegio de amar lo que hago. Pero detrás de mi dedicación, mi pasión, o como se llame, existe la posibilidad que tuve y que tengo de poder ofrecerle a mi trabajo ese esfuerzo y compromiso que repercute en que pueda cumplir con mis objetivos y, principalmente, con mis deseos. Hay un por qué yo amo mi profesión, y que no tiene que ver directamente con mi “naturaleza” o “mérito”. No es un logro meritocrático. Es un logro posible gracias a las circunstancias que me permitieron lograrlo. En fin, yo tuve la posibilidad de hacer lo que me gusta. Y no son muchos o muchas, lamentablemente, que puedan decir lo mismo.

Más allá de todos los valores que me puedan haber inculcado mis viejos, que siempre fueron nobles y muy bien intencionados, también me ofrecieron siempre la posibilidad económica de que yo hiciera lo que quisiera. Esa tranquilidad económica repercutió en que yo solo me dedicara a estudiar cuando era estudiante. Y sin apuros ni urgencias, amén de las propias y que tenían que ver con mi emancipación del nido.
Gracias a saberme con cierto respaldo económico, mínimo pero seguro, una vez recibido, pude trabajar de lo que quiero y más o menos como quiero: la docencia universitaria. Y además, trabajo sin la obligación de mantenerme más que a mí mismo.

¿De dónde viene ese placer por lo que hago entonces? De muchos lados: de los profesores y las profesoras con las que me eduqué, de mis compañeros y compañeras durante la carrera, de mi familia, de mis amigos y amigas (a la mayoría los conocí gracias a la facultad), de mis consumos culturales, etc. Excepto mi familia, yo creo que el resto de elementos tienen que ver con mi etapa universitaria.

Pero de seguro mi placer y mi pasión por mi trabajo también tienen que ver con que dentro del sistema educativo yo soy la excepción. Soy el privilegiado, y no la regla.

Además de todos los factores que facilitaron que yo pudiera amar lo que hago, hay factores que tienen que ver con mi trabajo que también me lo facilitan un montón. Yo concentro en dos materias cuatrimestrales casi la totalidad de horas permitidas. Solo me dedico a preparar una clase por semana, y la repito entre 3 y 7 veces, de acuerdo al cuatrimestre. Es decir, yo trabajo durante casi todo el año con las mismas 150 personas, a las cuales se les suman otras 150 en el segundo semestre. Esto de tener todo mi trabajo concentrado en dos materias me permite seguir teniendo tiempo de formarme, estudiar, agregarle goce a lo que ya me lo provoca. Tengo la chance de todos los años, preparar y planificar mis clases con tiempo y con nuevos materiales de trabajo.

A pesar de la cantidad de alumnos, que son muchísimos, doy solo dos materias y gano la misma cantidad de dinero que un docente que debe rascar de a dos o tres horas por materia algunos pesos. Ese docente vive a las corridas y ocupando casi la totalidad de las horas por las que se le paga, dentro del aula. Necesita trabajar en más de una institución, con diferentes cursos incluso en el mismo día y con temas y cátedras que muchas veces no tienen mucho que ver una con la otra. Es decir, no tiene tiempo para dedicarle a su trabajo; no dispone del tiempo suficiente para investigar, para conocer a sus estudiantes, para preparar en detalle las clases, para corregir y, muchísimo menos, para seguir formándose (casi siempre pagando por ello). A esto, súmenle el tiempo para dedicarse a su vida privada que puede incluir la vida familiar. ¿Y todo esto por cuánto dinero? Muchas veces por el que ni siquiera alcanza para salir de la pobreza.

Esas condiciones son en las que trabaja más del 80% de los docentes argentinos de todos los niveles. Y tal vez me quede corto. Esa es la norma: trabajar mal por poco dinero. ¿Y a quién le gusta trabajar mal por poco dinero? ¿A quién le da placer hacer algo que muchas veces no elige por un salario que no le alcanza para llegar a fin de mes? ¿A quién le gusta trabajar sabiendo que a pesar de hacer todo lo que un cuerpo y una mente pueden soportar alcanza solo para seguir siendo pobre?

¿Y qué pasa cuando esos trabajadores empobrecidos son docentes? ¿En quién y qué repercute? En la educación y los estudiantes que tienen al frente de la clase alguien cansado, al que solo le importa llegar a la casa, comer y dormir.

Es fácil echarle la culpa al docente o al estudiante por lo mal que está la educación. Muy fácil siempre y cuando uno haga una lectura “televisiva” del asunto. Pero detrás de eso hay una cadena de ausencias de políticas económicas educativas, que son las que podrían permitir a los profesores y profesoras sentir placer por lo que hacen, porque se les valora su trabajo, porque se les paga lo que corresponde para que puedan trabajar en condiciones favorables y óptimas. En condiciones que alienten su pasión y amor por lo que hacen. Y no que solo vean en eso una mera manera de llegar a fin de mes, y a veces ni eso.

Hoy los docentes exigimos tener garantizado el derecho a un salario digno y condiciones óptimas laborales que faciliten una enseñanza de calidad en nuestras instituciones educativas a nuestros jóvenes estudiantes.

3.- Y sobre los estudiantes, hay una cosa que tiene que quedar bien clara y que debería ser bandera recurrente dentro de los reclamos por una mejora presupuestaria en educación: estudiar también es un trabajo. Es falsa la dicotomía "trabajar o estudiar". Estudiar es un trabajo intelectual. Un trabajo que produce ideas, que a veces se traducen en productos tecnológicos visibles o en transformaciones más sutiles del mundo. Estudiar un profesorado, por ejemplo, significa trabajar en aprender a producir educación.

Entonces, como a cualquier trabajador, a los estudiantes hay que pagarles por su trabajo. Los estudiantes no deberían tener un trabajo extra para poder estudiar. Con un solo trabajo debería alcanzarle. ¿O acaso el médico atiende pacientes y además, para poder hacerlo, vende zapatos? El abogado, para poder preparar un juicio, ¿sale a vender alfajores? No. Entonces, ¿por qué une estudiante tiene que trabajar en negro por dos mangos 8 horas diarias para poder estudiar? ¿Y cuándo trabaja de lo suyo? ¿En qué tiempo? ¿Con qué libros que no le alcanza para comprar? ¿Por qué le exigimos al estudiante que rinda bien, cuando no se le paga lo suficiente como para que pueda estudiar como corresponde? ¿Es casualidad, entonces, que el mejor rendimiento académico se da, en general, en estudiantes que viven con sus padres y madres, no trabajan de otra cosa y no tienen familias que sostener? En otras palabras, el éxito o el fracaso académico tiene su raíz en las políticas educativas universitarias, y no en los individuos sobre los que esas políticas recaen.

Preguntarse por las políticas educativas actuales es preguntarse por cuánto le paga el estado al estudiante por su trabajo. ¿Cuánto está dispuesto a pagar el estado por estudiar? Esa es la pregunta que hay que hacerse: ¿cuánto vale el trabajo estudiantil para el estado? ¿Qué valor tiene, para el estado, educarse?
Entonces, discutir el presupuesto en educación es también discutir el salario estudiantil. No solo la beca, el subsidio. Su salario, al que tiene derecho. O sea, lo que el Estado está dispuesto a pagar para sostener una enseñanza de calidad, pero por sobre todas las cosas, un aprendizaje de calidad. El reclamo por mayor presupuesto es también el reclamo por un salario digno para los estudiantes por trabajar en su profesión. Y hacerles sentir que ese trabajo producido tiene un gran valor para todos y para el futuro. O sea, el reclamo por mayor presupuesto en educación es también para que existan mejores estudiantes, o sea aquellos que solo se dedican a estudiar. Que eso sea la regla, y no como lo es ahora, la excepción.

La educación pública y gratuita se defiende, no se vende. Salarios y condiciones laborales dignas para una enseñanza y un aprendizaje de calidad ya.

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