Una reflexión sobre los recientes dichos de la diputada nacional Elisa Carrió a la luz de las nuevas medidas económicas impulsadas por la gestión de Cambiemos.

A la eliminación de los subsidios al transporte y de la tarifa social, lo que implicará dos golpes sustanciales para la economía de los sectores medios y bajos de la sociedad, durante las últimas horas se sumaron declaraciones que, en principio, resultan desafortunadas en boca de una diputada de la Nación. Y la relevancia de esos dichos anida en la falta de congruencia con la sensibilidad social que la coyuntura amerita. En efecto, Elisa Carrió sostuvo: “Yo me divierto porque las crisis me generan adrenalina”, en una suerte de desafío histriónico a las críticas que llegan de diversos sectores hacia la conducción del gobierno nacional.

La denominada líder de la Coalición Cívica (una nomenclatura que habla, justamente, de civismo, ciudadanía y patriotismo) también anunció que “se vienen lo seis meses más difíciles de esta Nación” y lanzó otra serie de declaraciones sugestivas en medio de un clima social y político que debiera ameritar racionalidad, mesura y respeto.


Mientras una de las figuras sobresalientes de la gestión Cambiemos insiste en presuntas intenciones golpistas provenientes de sectores disidentes, y al margen del asidero y la plausibilidad de tales afirmaciones, cabe analizar el sustrato de las palabras de Carrió.

“Les digo a los militantes golpistas que no hay helicóptero. De acá nos sacan como en la Casa de la Moneda, en Chile. Así que si ustedes quieren hacer el golpe me van a sacar muerta de la Casa Rosada. Pero yo viva no salgo y Macri tampoco”. En esas tres oraciones la legisladora, que supo ser una de las personas que concentró suma atención por parte de quienes bregaban por mayor transparencia en el manejo de la cosa pública, apeló a momentos históricos poco felices siempre y cuando sus intenciones no sean otras que contribuir a la paz social habida cuenta de los sendos colectivos que se encuentran en la calle gritando por la defensa de sus derechos.

Que un presidente haya finalizado su mandato de manera anticipada partiendo en un helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada no es una imagen que debiera repetirse en el trayecto democrático de un país. Sin embargo, la tensión social se acrecienta a todas luces cuando las decisiones de gobierno van a contrapelo de las necesidades de la población. La desjerarquización de áreas como Trabajo, Salud y Ciencia habla de las prioridades que se ponen sobre la mesa. Sano y prudente sería revisar esa concepción, tanto como el rol de la diputada en la actual coyuntura a sabiendas de su proclamado compromiso moral con la República.

En segundo término, Carrió graficó una eventual salida con lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda, en Chile, cuando Salvador Allende terminó sus días ante la inminencia del control tomado por las fuerzas armadas que le darían espacio a la dictadura comandada por Augusto Pinochet. El presidente socialista había llevado a cabo medidas que favorecieron a los sectores agrarios y populares del vecino país. Y el Palacio de Gobierno fue violentado con la irrupción de los militares armas en mano. Cabe preguntarse, entonces, ¿quién puede tan solo imaginar una reiteración de trágicas imágenes como esas, aun como recurso metafórico o simbólico? La dramatización de las circunstancias para defender una política económica y un gobierno constitucional no parecería ser de lo más acertado. En todo caso, dramático es el día a día para el presente y el futuro de miles de ciudadanos y ciudadanas que ven amenazado su poder adquisitivo y, consecuentemente, su sobrevivencia.

Que varios dirigentes de Cambiemos carezcan de recursos discursivos y lingüísticos para expresar debidamente argumentos y fundamentos no conlleva que la ilustrada Carrió se manifieste en términos tan poco autocríticos y tan irreverentes para la sensibilidad social.

Y que quien fuera convencional constituyente y fundadora de partidos políticos que han sabido bregar por la igualdad de oportunidades hoy, en horas críticas para las variables financieras como para la política, defienda el orden institucional con alusiones a fines trágicos no parecería ser una postura atinada. Excede las intenciones de estas líneas desandar los actuales y posibles deseos de la caída prematura de un gobierno elegido democráticamente, pero sí se busca llamar la atención sobre la imperiosa cordura y sensibilidad que la mentada República y la ciudadanía en su conjunto merecen. No son buenos tiempos para los habitantes de barrios pobres, ni para comerciantes, ni industriales, ni productores, ni para quien pretenda a mejorar su calidad de vida. Por eso mismo, no son buenos tiempos para pronunciarse desde posturas cínicas y apáticas. Más aun cuando un chico de 13 años murió al ser baleado durante un intento de saqueo en un supermercado en Sáenz Peña, Chaco, la provincia natal de Carrió.

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