En los barrios del cordón oeste de Santa Fe es más fácil conseguir droga y armas que trabajo. Las cifras de una encuesta llaman la atención. Cómo es el trabajo social en el territorio.

Antes que trabajo, educación, cultura o salud, las drogas están al alcance de las manos de los pibes en los barrios del cordón oeste de la ciudad. Según un informe realizado por la consultora local Canónika y el Centro Cultural y Deportivo “Ni un pibe menos por la droga”, sobre consumo abusivo de sustancias psicoactivas, el 54.4% de los encuestados en esa zona manifestaron que saben dónde conseguir drogas en su propio barrio, un 10% que pueden hacerlo en su propia manzana y un 36% en otro barrio.

Efectivamente, a medida que nos alejamos del centro de la ciudad, hacia el oeste y hacia el norte, es más difícil acceder al empleo y más fácil llegar a las armas y la droga. La ausencia del Estado en áreas como salud, educación y servicios, deja un terreno fértil para la presencia y multiplicación del narcotráfico. Con ese escenario conformado, el Estado se hace presente, casi exclusivamente, con su brazo armado, la policía. Una rueda que difícilmente pueda terminar con el problema de raíz.

A la vuelta de la esquina

La encuesta, que se realizó casa por casa y de manera presencial en los meses de julio y agosto de 2018, da cuenta de una realidad compleja en barrios históricamente abandonados por las políticas públicas: Villa Oculta, Villa del Parque, Barranquitas Sur, Barranquitas Oeste, República de los Hornos, Pro Adelanto Mejoras Barranquitas, Piquete, Las Flores y San Pantaleón.

Además del dato sobre el conocimiento de lugares donde encontrar drogas, en el informe se da cuenta de los tipos de sustancias que se pueden conseguir. En este sentido, un 60% afirma que le resultaría fácil el acceso a la marihuana y un 38% a la cocaína. Respecto a si les habían ofrecido drogas alguna vez en la vida, en el total de la muestra el 39% de los encuestados dijo que sí y un 61% que no. Pero al hacer el desglose por rango de edades, ese 39% sube a más del 50% entre los jóvenes, lo que los convierte en una población de riesgo debido a la mayor oferta de drogas y a la presencia de proveedores de sustancias de manera muy próxima.

Inicio temprano

La edad de inicio de consumo también da cuenta de la problemática: a quienes se consultó respecto de cuándo se realizó el primer consumo de marihuana, entre los que afirmaron haber iniciado su consumo “durante los últimos 30 días” el 77,3% son jóvenes de 15 a 24 años; entre quienes respondieron “hace más de un mes, pero menos de un año” el 66,6% era de ese mismo rango etario y en aquellos que contestaron “hace más de un año” los jóvenes representan el 47,36%. El informe también da cuenta de la edad de inicio del consumo de drogas legales, como el alcohol y el tabaco. En ambos casos la edad promedio son los 15 años, lo que indica un inicio precoz.

Los pibes que no encuentran instituciones que los contengan y acompañen en sus realidades, en sus territorios, aparecen claramente como los más propensos a los consumos problemáticos. Esto se puede ver en el nivel educativo de los consumidores encuestados: una mayoría, el 36%, tiene estudios secundarios incompletos.

En relación al deseo de consumo, un 43,5% afirma haber consumido marihuana con el objetivo de olvidar o evadir problemas, mientras que un 21,7% afirmó haber dejado de realizar actividades recreativas a causa del consumo.

Un problema que se ve

El 85,3% de las y los vecinos encuestados indican que el consumo es un problema en sus barrios; un 78,7% entiende, además, que el mismo ha aumentado y, cuando fueron consultados por las expectativas a futuro, un 66,2% cree que el consumo en su barrio aumentará.

Al ser consultados sobre las posibles medidas a tomar para enfrentar el problema, continúa primando una visión punitiva –el 60,6% se inclinó por la opción “aumentar el castigo a los narcotraficantes”– aunque se diferencia claramente que esa acción tiene que recaer sobre los que venden y no sobre los que consumen. Sin embargo, las opciones relacionadas a abordar las adicciones como un problema social también obtuvieron alta valoración por parte de los encuestados, aunque todavía no prima una visión que aborde la situación como un problema de salud y no de seguridad. Se destaca la necesidad de que existan campañas en colegios y en general sobre el tema para prevenir el consumo.

Otros abordajes posibles

La construcción de dispositivos que intentan dejar marcas en el proyecto de vida a partir de trayectos colectivos, es el eje del programa Nueva Oportunidad, una propuesta transversal del gobierno de la provincia que funciona en numerosos barrios de Santa Fe desde mayo de 2016. Sus destinatarios son jóvenes de entre 14 y 30 años que viven en contextos de vulnerabilidad.

Consultada sobre el abordaje que desde el programa se hace de esta población y los consumos problemáticos, Laura Delconte, referente del Nueva Oportunidad, comentaba: “El problema del consumo tiene determinantes que nosotros localizamos, primero, como consecuencia de la construcción de un enemigo público que, a raíz del manejo mediático del problema de la inseguridad, instala que nuestros pibes son el enemigo social. Eso, por supuesto, repercute en la forma de pensar políticas públicas, las cuales terminan generando instituciones que en vez de afiliar, contener o abrazar a nuestros pibes, construyen formas expulsivas de vincularse, tanto en salud como en educación”.

Respecto del accionar del Estado y sus fuerzas de seguridad frente al problema del narcotráfico, Delconte señaló: “El área represiva del Estado lo que produce no es sólo la persecución de los pibes sino la regulación y la garantía de que el problema del narcotráfico esté, sobre todo, instalado en los barrios. Yo no creo que en términos de seguridad el Ministerio Público de la Acusación no haga nada con el tema del narcotráfico; hacen, el problema es que cuando se llevan en cana a un narco, el que viene a reemplazarlo es peor. Lo que hay que desarticular ese el circuito de ingreso de la droga a nivel nacional”.

Sin la contención y guía históricamente asignada a la escuela, con la falta de alternativas laborales y un narco en cada cuadra del barrio, pensar que la solución al consumo es meter más gendarmes en el territorio queda claramente desarticulada. “Todo este panorama complejiza además la construcción de identidad de nuestros jóvenes, sobre todo de los varones. ¿Cómo hacerse varón cuando el trabajo ya no puede ser ese ordenador?”, comenta la referente. “Con toda esta cuestión vinculada a la expulsión de las instituciones que también nos hacen ser quienes somos, la oferta de anudamiento es la policía. Eso les da un estatuto a los pibes que es terrible, y sin embargo, de esa forma tan perversa, los hace ser alguien para alguien. Y no solo en este marco tan concreto de penetración policial en los barrios a toda hora, que te marca el cuerpo, lo cotidiano, sino también quiénes son estos pibes para todos, para la sociedad, algo que no dejan de percibir cada vez que se suben a un colectivo, cada vez que cruzan la avenida. Entonces ahí hay una propuesta de quién ser que no pueden no tomar porque sino desaparecerían. Y son formas de construir identidad que ponen en riesgo su vida y su libertad permanentemente, la de ellos y a veces la de otros”.

En este contexto, el trabajo del Nueva Oportunidad se orienta a tratar de generar una especie de institucionalización paralela, que contemple las palabras de los pibes y sus formas de vincularse. “El gran problema tiene que ver con una sociedad atravesada por una perspectiva de consumos, porque que en todos el consumo es problemático, no solamente en los pibes. La falta de trabajo, la desigualdad, hace que los pibes sientan que la única forma de ser felices es consumir, sea drogas u objetos, algo que también nos pasa en la clase media. Entonces, hay algo de eso que tiene menos que ver con la pobreza y más con la desigualdad, con la violencia de percibir todo el tiempo y todo el día esa desigualdad y el modo en que la sociedad entiende que estos pibes son el enemigo público”.

Ni un pibe menos

El Centro Cultural y Deportivo “Ni un pibe menos por la droga”, es una de las organizaciones que viene trabajando fuertemente con esta problemática. Allí se hace una tarea de prevención donde a través del deporte, la cultura, la música y el apoyo escolar se intenta construir un proyecto de vida y oportunidades para estos jóvenes con consumos problemáticos. “Pero nos encontramos con que eso tenía límites”, señala Pablo Landó, referente de ese espacio. “Los pibes vuelven a la casa y en la casa viven el problema estructural. El problema no es sólo que consuman sustancias, sino los por qué. Ahí aparece: un barrio abandonado, la falta de vivienda digna, una familia que perdió el laburo hace dos o tres generaciones, donde ese pibe quedó fuera de la escuela, no pudo acceder al deporte, a la cultura o a la recreación, y lo fundamental, sobre todo para los que tienen de 18 años en adelante, no tienen una perspectiva de laburo a partir de la cual construir un proyecto de vida”.

También falta una ley

Desde diversas organizaciones y partidos políticos se viene reclamando el tratamiento y sanción del proyecto de Ley de Emergencia Provincial en Adicciones, presentado por la diputada provincial Mercedes Meier (Frente Social y Popular), el cual traza un plan a cinco años que consiste en “desplegar políticas públicas centradas en la prevención, abordaje integral y tratamiento de los consumos de sustancias psicoactivas y facilitar el fortalecimiento de los dispositivos interdisciplinarios que atiendan esos consumos en su fase adictiva”.

Este proyecto ya había sido presentado a finales de 2016, obteniendo la media sanción de Diputados, pero perdió estado parlamentario al no ser tratado por el Senado.

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