Foto: Mauricio Centurión

Hay un solo día que esperé durante más tiempo que este 27 de octubre en mi vida: el 21 de octubre de 2015; el día en el que Marty y el Doc llegaban a Hill Valley 30 años en el futuro. Llegó y lo festejé. Y cada vez que lo recuerdo me emociono.

A los pocos días, más precisamente el 25 de octubre, la cosa se empezaba a poner negra. Yo no creía que pudiera suceder. El 22 de noviembre de ese mismo año, lo imposible me explotó en la cara: Mauricio Macri era presidente. Ni dos veces Del Sel me hicieron creer que podía pasar. Ese día empecé a esperar este 27 de octubre de 2019. A esperarlo y generarlo, desde donde siento que puedo. Llegó cuatro años después y lo festejé como cada vez que Marty alcanza el rayo el 12 de noviembre de 1955, a las 22:04.

Hay varias cosas que yo nunca imaginé que el macrismo iba a hacer. Sabía sí que su campaña proselitista se fundaba en mentiras evidentes que, de todos modos, no pensé que podían penetrar tan profundo en el sentir popular. Creí que era obvio que un grupo de empresarios monopólicos y parte de la burguesía terrateniente nacional no iba a gobernar para los pobres. Pero jamás sospeché que el daño generado iba a ser tan profundo en tan poco tiempo. No nos iban a sacar lo que ya teníamos… y nos sacaron hasta el Ministerio de Salud. ¿Alguien podía imaginar que podían fumarse un Ministerio de Salud? Es un delirio. Macri con su gobierno logró eso: que el delirio fuera la normalidad. Y eso se notó y vivimos en un estado de una normalidad delirante durante cuatro años.

Y eso se encarnó en muchos de nosotros. La mayoría, me animaría a decir, que diariamente consumimos alguna (sobre)dosis de Cambiemos, ya sea en el bolsillo o en la psiquis. O en el bolsillo y la psiquis porque, como sabemos gracias a tipos como el enano marxista llamado Axel Kicillof, las bases materiales de vida (bolsillo) condicionan nuestra superestructura ideológica (psiquis). El macrismo se va dejando varios millones de personas más que cayeron bajo la línea de pobreza, 509 pymes que cerraron en promedio por mes, arruinando a trabajadores y propietarios, a jubilados que han dejado de recibir medicamentos y perdieron poder adquisitivo, a niños que se quedaron sin vacunas. Nos acostumbramos a que gobiernen para un escaso porcentaje de millonarios y privilegiados y que los pobres e indigentes se conformen con planes sociales. Sí, Cambiemos destruyó el trabajo creado por el kirchnerismo (por eso creció la desocupación) y aumentó la asignación de los famosos “choriplanes” (justamente por haberse incrementado el ejército de desocupados). Sí, insólito: durante el supuesto peronchismo garralapala la gente trabajaba más y cobraba menos planes. Pero no hay que decirlo como si por otro lado estuviera mal que el Estado asista y ayude al más desprotegido. ¿O acaso el sentido del Estado no es el de proteger de la ley del más fuerte a los que con menos recursos cuentan para enfrentarla?

Por suerte, tengo el privilegio de no calificar en ninguno de los índices anteriores (aunque el salario docente perdió valor como cualquier otro salario de trabajador). Pero como dije, es por suerte y no por el efecto de políticas públicas. De hecho, días antes de las elecciones, el mismo Macri reconoció que él nunca hizo política. Ustedes, entonces, pensarán que quizás exagero como hago siempre pero no recuerdo haber pasado más de tres días seguidos sin alguna mala noticia por parte de este gobierno. O alguna barrabasada convertida en meme. Y eso también forma parte de aquella delirante normalidad de la que hablo.

Estos últimos cuatro años, discutí y me peleé con más amigos que durante el resto de mis 41 años. Lo mismo me pasó con algunos familiares. Con el resto directamente evité el tema. Bloqueé a más contactos por razones políticas que por ponerse “like” en sus propias publicaciones. Me fui de casi todos los grupos de whatsapp porque me cansé de los memes contra pobres, mujeres, sexualidades disidentes y extranjeros de países vecinos. Quedé prácticamente aislado y por voluntad propia. De eso no voy a culpar a nadie. A lo sumo, culparé al desprecio por el desprotegido que también se hizo normal estos cuatro años. Culpar al pobre de su pobreza es desprecio, y ahí se terminó la polisemia. Reírse del menos favorecido es intolerancia y corta la bocha. Y sentir más bronca por el triunfo de Alberto Fernández que por el triunfo de Mauricio Macri en 2015 es estar del lado de la mecha que nos hace explotar. Y yo, la verdad, siempre voy a preferir estar del otro lado. A menos que el que explote sea el poderoso.

Pero el “día del futuro” llegó. Afortunadamente, yo tuve a quién abrazar hasta que volviera Cristina. Otros no y quedaron en el camino. Por ellos, ellas y elles celebro que hayamos alcanzado el rayo a 88 M/h. Porque siento que eso les da la chance de volver al camino. ¿Y Macri? Donde vamos no necesitamos Macri.

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