Acuerdos generales, deuda y justicia: las tres claves del discurso de Alberto Fernández redefinen todo el tablero político. La trascendencia de Alfonsín y la defensa y los riesgos de los 40 años de orden democrático. Las medidas que se van a tomar ya. Una apelación a la ciudadanía y a detener el odio.

Acuerdos y consejos en todas las áreas de relevancia, deuda externa, transformación del entramado judicial. Esas fueron las tres claves políticas del primer discurso del presidente Alberto Fernández, tres claves que también tienen un trasfondo político mayor que ubica en nuevos lugares a los poderes fácticos –muy fortalecidos tras la gestión de Cambiemos– y a la nueva oposición, al interior de un problema más profundo, el de la defensa de la democracia en tiempos cada vez más convulsos.

Retóricamente, esas tres claves deben comprenderse en el interior de una puntuación clara: Fernández comenzó recordando a Raúl Alfonsín y cómo “nos abría una puerta hacia el respeto a la pluralidad de ideas y nos devolvía la institucionalidad que habíamos perdido” y terminó invocando su lema fundador “Con la democracia se come, se cura y se educa”. En el camino, repitió una decena de veces “Nunca más”.

Fernández pondera su presidencia en su lugar histórico, 40 años de democracia se cumplirán cuando termine su mandato y las crisis recurrentes, cada vez más vertiginosas y destructivas, no solamente ponen en riesgo la vida de la población sino las propias reglas de juego institucional. Ese es el otro significado de decir “Sin pan no hay democracia ni libertad”. No sólo alude a la jerarquía de las prioridades del nuevo gobierno sino a los peligros que enfrenta el orden democrático mismo.

En su cierre, cuyo tono se diferenció de forma marcada, Fernández también llamó a “detener el odio”. Más allá del estallido de pobreza, de la crisis que deja el peor gobierno de la historia democrática, ese legado quizá sea el más preocupante, en un marco donde “Han crecido en varios países movimientos autoritarios”.

“Sin pan no hay democracia ni libertad” también significa terminar con el odio a los pobres. Con la idea de poner una bomba en las villas y volarlas por el aire, Pichetto dixit. La convocatoria a la solidaridad de “los argentinos que por su esfuerzo o por el motivo que fuera tienen una situación más placentera” es también una convocatoria a defender la democracia.

Política, política, política

Entonces, el sentido de los consejos y acuerdos es el de incorporar en las decisiones a quienes se vean afectados por la elaboración de las mismas. Más directo: que la Federación Agraria se anime a negar retenciones delante de los curas villeros.

Cada punto urticante tiene su consejo. ¿Cómo participarán las fuerzas de la oposición, qué aval le darán? El optimismo llama a esperar la respuesta concreta. Como sea, esos consejos y acuerdos se sustentarán más en las instituciones y organizaciones sociales y económicas que en las estructuras partidarias. El modelo no es la Moncloa española sino las mesas de Eduardo Duhalde durante el incendio del 2002. Poderes reales forjados en las escuelas de las elites y en los comedores de los barrios pobres, juntos y dándole cimientos a las políticas públicas.

Entre otros acuerdos y consejos, Fernández enumeró:

Plan Integral Argentina Contra el Hambre. Se lanzará como primera actividad de gobierno, está integrado por el Gabinete, personalidades de la sociedad civil –de Adolfo Pérez Esquivel a Marcelo Tinelli– y “los marginados y excluidos de la Patria”. Es decir: de las organizaciones sociales y territoriales.

Nuevo Contrato de Ciudadanía Social. Conformado por fuerzas políticas, productivas, sindicatos, los movimientos sociales, el feminismo, la juventud, el ambientalismo, la universidad y el entramado científico-tecnológico.

Acuerdos Básicos de Solidaridad en la Emergencia. Aquí participan las mismas entidades, pero se suman los gobernadores. Su objetivo es delimitar el funcionamiento macroeconómico.

Consejo de Malvinas. Ese nombre no lo dio como tal,  pero llamó a un acuerdo entre “todas las fuerzas políticas, la Provincia de Tierra del Fuego, representantes del mundo académico y de los excombatientes” para que la política respecto de las islas vaya “más allá de los calendarios electorales”.

Consejo Económico y Social para el Desarrollo. Fue definido como “órgano permanente para diseñar, consensuar y consagrar un conjunto de políticas de Estado para la próxima década”. La diferencia con las declaraciones habituales en este sentido es que tendrá rango de ley y que sus autoridades serán elegidas por el parlamento con períodos de gestión superior a un mandato.

Política de seguridad. Este tramo no fue nombrado como un consejo, acuerdo o contrato, pero se habló de una política enmarcada por una ley “Concertada, plural, integral y co-gestionada, más allá del plazo de nuestro mandato, entre todos los actores del sistema político” con un objetivo claro “escapar a la lógica del gatillo fácil y de justificar la muerte por la espalda”. Esa mención directa a la doctrina Chocobar fue improvisada durante la alocución misma del discurso de Fernández: no está en el documento con el discurso que sus colaboradores difundieron entre la prensa.

Pacto Educativo Nacional. Desde los tiempos de Alfonsín que no se hacía una convocatoria en este sentido. Fernández llamó a “todos los actores de la comunidad educativa y de la sociedad”.

El hambre, la macroeconomía –dólar, tarifas, salarios–, la producción, Malvinas, la seguridad y la educación. Las pretensiones son altas, sobre todo en un país que sólo tuvo consensos en sostener la institucionalidad democrática y la integración regional, según estimó el propio Fernández. Desde una óptica más profana, son demasiadas roscas juntas. Si al menos hay avances en lo que el presidente llama “ética de las prioridades y las emergencias” ya será mucho. "Comenzar por los últimos para llegar a todos" hoy significa que vuelvan las retenciones, ya, y que el cepo cambiario continúe por tiempo indeterminado.

En la previa a ir al Congreso, para la asunción.

De forma más concreta, el presidente ya anunció:

La puesta en marcha del Plan Integral Argentina Contra el Hambre

Un “sistema masivo de créditos no bancarios que de créditos a tasas bajas”

Descentralización de organismos del Estado nacional en todo el país (llegó a hablar de “capitales alternativas”

Medidas de apoyo fiscales y crediticias para cooperativas y pymes

Plan de reactivación de obras públicas menores, con proyectos de ejecución rápida y mucha mano de obra

Plan de regulación de hábitat y construcción de viviendas

Restitución de su jerarquía a los ministerios de salud, trabajo, ciencia, medio ambiente

Entrega gratuita de remedios a “nuestros abuelos de menos ingresos”

Emergencia sanitaria

Reafirmación del Acuerdo de París contra la crisis climática

Avanzar en la extensión de la jornada escolar

Se marcaron también otras prioridades centrales, sin especificar las políticas concretas al respecto. En el caso de las mujeres no hubo precisiones, aunque fue enfático: “Ni una menos debe ser una bandera de toda la sociedad y de todos los poderes de la república. Es el deber del estado reducir la violencia contra las mujeres hasta su total erradicación”.

Para el final, tres anuncios que apuntan directo a la oposición: la reforma integral del sistema federal de Justicia, la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia y el ajuste y reorientación de la pauta en medios de comunicación.

Nunca más

El lawfare entró a pleno en el discurso de Fernández. La hediondez de la Justicia argentina no es un dato nuevo. Nuestros jueces hasta supieron hacer negocios con los depositantes que quedaron adentro del corralito. Sólo durante el kirchnerismo se dio el caso de que políticos y allegados corruptos de la propia gestión fuesen condenados (Ricardo Jaime, Juan Pablo Schiavi y el asesino de Mariano Ferreyra, José Pedraza), lo cual no quita los Oyarbides.

Los anuncios del presidente no son nuevos, tampoco. Casi todos los gobiernos buscan hacer una reforma de la Justicia, no así de servicios de inteligencia. Fernández dedicó uno de los tramos más extensos de su discurso –apelando otra vez a Alfonsín y su Nunca más– a la cloaca que decide sobre los bienes y las libertades de las personas. Vale la cita en extenso:

“Hemos visto el deterioro judicial en los últimos años. Hemos visto persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por los gobernantes y silenciadas por cierta complacencia mediática.

Por eso hoy vengo a manifestar frente a esta Asamblea y frente a todo el Pueblo Argentino, un contundente Nunca Más.

Nunca Más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, “operadores judiciales”, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos.

Nunca más a una justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno.

Nunca más a una justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, ni a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno.

Lo digo con la firmeza de una decisión profunda: Nunca más es nunca más.

Porque una justicia demorada y manipulada significa una democracia acosada y denegada".

Ahí la cámara ponchó a los ministros Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkratz, cara y ceca de la Corte Suprema de Justicia. Incluso, desenfocó a Fernández e hizo foco en el cortesano rafaelino, que movía su cabeza de arriba a abajo. El presidente continuó:

"Queremos una Argentina donde se respeten a rajatabla la Constitución y las leyes. Queremos que no haya impunidad, ni para un funcionario corrupto, ni para quien lo corrompe, ni para cualquiera que viola las leyes. Ningún ciudadano por más poderoso que sea está exento de la igualdad ante la ley. Y ningún ciudadano, por más poderoso que sea, puede establecer que otro es culpable si no existe debido proceso y condena judicial firme.
Cuando se presupone la culpabilidad de una persona sin condena judicial se está violentando no sólo la Constitución, sino los principios más elementales del Estado de Derecho”.

Y luego volvió al punto, refiriéndose a los Stiussos y D’Alessios:

“Nunca más al Estado secreto.

Nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza.

Nunca más a los sótanos de la democracia.

Nunca más es nunca más”.

Fernández plantó bandera bien hondo: a CFK no se la toca. Se acuerde o no con lo dicho, hay que leer como un tiro directo a la actual oposición ese tramo. El grito más común en las marchas de Cambiemos –en 2019 pero también cuando existían solo como cacerolazos, en 2012– es un reclamo por justicia que, en realidad, se reduce nomás al deseo de encarcelar a la vicepresidenta; tres carajos importa cualquier desaguisado del macrismo. Uno de los ejes duros de la oposición, más bien el único que puede enarbolar, es el de la continuidad de las causas judiciales contra la vicepresidenta. El grueso de los medios de comunicación, con abundante financimiento del Estado nacional, obraron en ese sentido con la televisación continua de palas mecánicas en el sur o amparando abiertas operaciones de inteligencia. El reordenamiento de la pauta no es una señal menor hacia ese poder. La sonrisa de CFK mientras Alberto Fernández reseñaba ese punto no fue un gesto menor, ni fuera de control.

Saludito.

Esos capítulos no están cerrados: nunca hay que olvidar cómo ha jugado la Justicia en Brasil en el proceso de ascenso de Jair Bolsonaro.

El colonialismo

El tercer dato significativo es que Fernández nunca negó la posibilidad de un default de la monumental deuda externa, la peor hipoteca que el gobierno de Cambiemos dejó hacia el futuro. Fue casi literal: “Quiero que todos comprendamos que el gobierno que acaba de terminar su mandato, ha dejado al país en una situación de virtual default”. Pero, además, ahondó. Marcó las responsabilidades del FMI, señalando que la recuperación nunca llegará si es dictada “desde afuera por remanidas recetas que siempre han fracasado”. Afirmó que buscará “aliviar la carga de la deuda” que, de hecho, es materialmente impagable ya en 2020. Volvió sobre el FMI y sus tecnócratas, “No vamos a repetir la historia de técnicos imprudentes que toman decisiones que luego no pueden cumplir” y también le puso el punto a los especuladores “Los acreedores tomaron un riesgo al invertir en un modelo que ha fracasado en el mundo una y otra vez”.

Esa serie de afirmaciones claramente no están orientadas a despejar el default del horizonte. Fernández jamás dijo en su primer discurso oficial que no va a defaultear. Más bien, todo lo contrario: responsabilizó a los técnicos del FMI por el desastre del último año; a los especuladores le puso el sayo del virtuoso riesgo capitalista (que en este caso los deja para atrás).

Haya o no haya default, lo que sí dejó en claro el nuevo presidente es que no es un virrey postrado, que está en el reverso total de esperar “que todo el país termine enamorado de Christine Lagarde”, como dijo Macri en septiembre del año pasado respecto de la titular del FMI. Con el paso de los años, el breve lapso de 12 años sin FMI, ganados después de que Néstor Kirchner pagara de un saque el remanente de deuda, lucen cada vez como más extraordinarios.

Sin democracia no hay pan

No sólo Alfonsín fue mencionado en el discurso inaugural de Fernández. También estuvo Arturo Frondizi –la valoración del desarrollismo es transversal–, Juan Domingo Perón, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Néstor Kirchner y la culpable de todo esto. Se ha dicho, pero vale repetirlo, la conducción estratégica de CFK tiene dimensión histórica; lo que Fernández calificó como “generosidad” fue también su capacidad para encontrarle salida a un proceso que siempre fue dificultoso –casi imposible– para todas las fuerzas partidarias argentinas: tramitar una sucesión del poder.

El peronismo llega como un partido político consolidado y unido como nunca. Maneja todo el país, menos el municipio más grande. Fernández demostró en su primer discurso ser consciente del delicado estado del orden político. No sólo América Latina le da prueba de esa debilidad, las nuevas incertidumbres en el trabajo y el medio ambiente llevarán esas fragilidades al extremo. Apenas empezó a hablar, Fernández valoró que “en cualquier caso siempre perseveramos en la institucionalidad y toda crisis que se nos presentó supimos sobrellevarla preservando el funcionamiento de la república”. Eso es cierto, pero no quiere decir que sea definitivo. La defensa de la democracia –y de que todos tengan su pan– también correrá por cuenta nuestra.

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