“Rosalía y el revés de las cosas” reconstruye las vivencias de una nena en situación de esclavitud en la Santa Fe de 1810.

Transcurre 1810 y en Santa Fe vive una niña que se encuentra en situación de esclavitud. Se llama Rosalía y tiene para contar cuáles son sus rutinas y los vericuetos que marcan su día a día. Es ella misma quien narra su cotidianeidad y, de esa forma, es posible acercarse no solo a otra época; sino, fundamentalmente, ingresar en la historia de las personas africanas y afrodescendientes, dejando a un lado los prototipos repetidos a través del relato oficial y hegemónico. Esa fue la labor que emprendió la docente, investigadora y antropóloga Julia Broguet y que tuvo como resultado el libro Rosalía y el revés de las cosas. Editada por Litocalisto (2020), la obra se presentó días atrás en el Museo de la Constitución de nuestra ciudad y motivó una serie de actividades lúdicas con las infancias en el propio espacio municipal.

En diálogo con Pausa, la autora dio cuenta del recorrido previo del cuento y sus implicancias históricas, así como la interpelación que el argumento propone al presente y su potencial pedagógico para las infancias.

—¿Cómo y por qué surgió la idea de escribir esta obra?

—La idea de contar esta historia tiene que ver con diferentes recorridos en los que se vinculan la investigación, la docencia y también la experiencia como practicante de manifestaciones culturales afroamericanas, como el candombe y la capoeira. Hace varios años que mis temáticas de investigación tienen que ver con la presencia afrodescendiente en Argentina y entender las consecuencias de su invisibilización en nuestro presente. Además, doy clases en un instituto de formación docente y en esa experiencia fui reconociendo la importancia de que esta historia fuera transmitida, de que la escuela sea, efectivamente, ese espacio de intercambio intergeneracional donde poder hablar de nuestro pasado, de nuestro presente y, específicamente, de lo que ha significado para nuestra sociedad la presencia africana y afrodescenciente, reconociendo que eran necesarios materiales que permitieran el abordaje desde un lugar simple. Por otro lado, haberme acercado a prácticas como el candombe o la capoeira me permitieron adentrarme en la historia del continente a través de hombres y mujeres que llegaron a esta región del mundo en situación de esclavitud. Me abrió una manera de comprender el pasado y el presente de nuestra región. Me pareció interesante poder trasladar eso al formato de libro para que pueda ser usado en las aulas.

—¿Hubo un proceso de investigación previo? ¿Qué surgió como novedoso o singular?

—Hubo un largo proceso de investigación previo que, inicialmente, tenía que ver con investigaciones que ya estaban en curso como la mía y la de Magdalena Candioti que trabajó en los contenidos históricos. Esas investigaciones se volcaron a la historia de Rosalía y, por supuesto, surgieron un montón de emergentes de la historia que requirió afinar el lápiz y entrar un poco más en algunas cuestiones. Lo singular fue acercarse a la historia de una niña que es una perspectiva histórica no tan frecuente. Son menos los estudios que abordan nuestro pasado desde las infancias. Eso fue algo novedoso.

La investigadora Julia Broguet junto a la historiadora, docente e investigadora Magdalena Candioti y la activista Lucía Dominga Molina, de la Casa de la Cultura Indo Afro Americana “Mario Luis López”.

—A grandes rasgos, ¿cómo era la Santa Fe colonial? ¿Qué influencia tiene ese contexto en las infancias?

—La Santa Fe colonial, en lo que refiere a la historia que busca contar el cuento, era una sociedad sumamente heterogénea en términos étnicos. Quizás más de lo que, luego, el relato fundacional de la ciudad quiso contar. Al menos, la mitad de la población era de origen no europeo, más vinculada a la presencia africana, afrodescendiente e indígena. Una de las consecuencias que permite dimensionar lo que significó el fenómeno de la esclavitud para las familias de origen africano es, por ejemplo, que Rosalía no pudiera vivir con su madre. Habían sido separadas porque habían sido compradas por diferentes familias. Esa es una de las situaciones que permite dimensionar lo que significó en el cotidiano y en la vida familiar la esclavitud en nuestra historia.

—¿Cómo construyó la narrativa de estas infancias afrodescendientes?

—La decisión de elegir a Rosalía, que es una niña afrodescendiente en situación de esclavitud, tuvo que ver con situar a quienes iban a ser los principales interlocutores del libro, que son niños y niñas. Además, ubicar la historia en la voz de Rosalía iba permitir acercarse o sensibilizar a un público amplio. A través de les niñes, esta historia llegará a un público de todas las edades. De esa manera, buscábamos deconstruir algunas de las representaciones estereotipantes más frecuentes para hablar de las poblaciones africanas y afrodescendientes en contexto de esclavitud colonial.

—En su argumentación, ¿qué interpelación realiza la historia al presente?

La portada del libro fue ilustrada por Romina Biassoni.

—A partir de las devoluciones que han llegado del libro, el libro abrió la posibilidad de entender y experimentar el pasado, el presente y el futuro como capas temporales que están entramadas y dialogan entre sí. Necesariamente, las memorias históricas son siempre reconstruidas desde un presente. De ese modo, también se reinventa el presente. Este material, como otros que tratan de hacer una revisión de algunos acontecimientos pasados, puede exponer la persistencia histórica de algunos problemas y ayudar a repensar las condiciones de nuestro presente.

Trabajo cooperativo

Julia Broguet destacó que un grupo de mujeres confluyeron en este proyecto. La edición es de Vanina Cánepa. La ilustración, de Romina Biassoni, supuso otro tipo de investigación, vinculado a las áreas de humanidades y al trabajo con la imagen para deconstruir un imaginario instalado y estereotipante de representación de africanos y afrodescendientes. También, el trabajo de Gabriela Orbe, docente de escuela primaria con quien se investigó los manuales escolares; y de Rosa García, sobre las representaciones en los museos de esta temática. “Mucha gente participó del proceso para llegar al libro, editado por las compañeras de Litocalisto”, dijo Broguet.

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