Vivir en tiempos de crisis climática

Foto: Ulrik Pedersen / NurPhoto

ANUARIO 2021 | Los extractivismos están fundiendo el planeta. Mientras las poblaciones resisten, los gobiernos cuidan los negocios.

Hubo al menos dos hitos en relación a la crisis climática en 2021. El primero fue en agosto, cuando el mayor panel de expertos que estudia el tema (el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) anunció que es casi irreversible que la temperatura del planeta crezca por encima de los 1,5º C en las próximas décadas. Esto confirmó el rotundo fracaso de los foros internacionales oficiales que, en 2015, con el Acuerdo de París, habían puesto esa temperatura como límite para evitar mayores inundaciones, desertificación, sequías y el aumento de los niveles de los mares. Desastres que impactan de lleno, y en primer lugar, sobre las poblaciones más vulneradas del mundo.

La crisis climática es una realidad

El segundo hito fue en noviembre, la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow, Escocia. De nuevo, representantes de gobiernos de todo el mundo -en especial de los países con mayor responsabilidad en el cambio climático, como Estados Unidos y China-, funcionales a las principales empresas extractivas, no tomaron ninguna medida concreta para detener el caos climático. En cambio, sí avanzaron en la arquitectura financiera para lograr que las supuestas medidas para combatir la crisis sean negocios rentables: bonos verdes, compensación de emisiones y transición energética a gran escala basada en extracción masiva de agua dulce y minerales, entre otras.

Ante ello, desde las calles y los territorios les exigieron “basta de falsas soluciones”. La movilización de jóvenes en diferentes ciudades del mundo se hizo oír al tiempo que se radicalizó su discurso. En los territorios, en tanto, las comunidades mantuvieron la resistencia a pesar de las limitaciones por la pandemia. En Argentina, hubo luchas en prácticamente todas las provincias. Asambleas vecinales, activistas, comunidades indígenas y grupos campesinos se movilizaron en defensa del río Paraná y de los humedales, de los bosques nativos, del mar Argentino (ante la explotación de hidrocarburos), del agua en la cordillera (ante el avance de la megaminería), de los suelos, el aire y la salud frente al avance de la deforestación, transgénicos y fumigaciones. En todos los casos, exigieron cambios profundos en los modelos de producción y consumo de alimentos, bienes y energía. Es decir: de modos de producción que respeten la vida.

COP26: ¿El planeta resiste diez años más de deforestación de bosques?

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