Foto: Mauricio Centurión.

El informe global 2021 de la Convención sobre los Humedales reporta que estos ecosistemas, cruciales para la vida humana y el ambiente, están en franco deterioro y retroceso, sobre todo gracias al calentamiento global y el modelo agropecuario actual.

Para ningún habitante del largo Paraná es noticia que estamos reventando los humedales. Alcanza con tener una nariz para fumar el humo de los fuegos de las islas, que no cesaron durante los últimos dos años. A nivel global, la situación no es muy distinta. La Convención sobre los Humedales, más conocida como Ramsar, es el principal organismo mundial de estudio y cuidado de esos ecosistemas. En su informe global 2021 ofrecen un panorama sombrío: los objetivos de cuidados y reparación propuestos hace años no se cumplieron y los humedales se están destruyendo casi inexorablemente.

La extensión total de los humedales en el mundo oscila entre 1500 y 1600 millones de hectáreas. Se estima que, desde la década del 70, el 35% de los humedales se perdieron.

Actualmente, hay más humedales en estado de deterioro (52% en 2020) que de mejora (29% en 2020), "una tendencia observable en la mayoría de las regiones". Entre 1970 y 2015, la tasa de disminución de los humedales naturales (-0,78% anual) "fue mayor que la de los bosques naturales (-0,24% anual) y, en 2015, las tasas mundiales de pérdida de humedales aumentaron hasta el 1,6%".

Más allá de su belleza, los humedales son cruciales por sus servicios ambientales, los cuales serían impagables si fueran traducidos en moneda dura. Entre otros beneficios, purifican el agua, mitigan el cambio climático, sirven de buffer para sequías e inundaciones y son de los más importantes sumideros naturales de carbono.

Los principales motivos del deterioro provienen del propio cambio climático y del cambio de uso de la tierra. "Las pérdidas de biodiversidad están especialmente vinculadas al cambio de uso de la tierra, y se prevé que estas pérdidas sigan aumentando. Las investigaciones más recientes se han centrado en los motores del cambio en los humedales, identificando tanto los cambios en el uso de la tierra como los efectos secundarios de la contaminación, junto con los impactos del cambio climático", dice el informe. Cambio en el uso de la tierra es un eufemismo para lo que en Argentina es el modelo de agricultura con transgénicos, fertilizantes y plaguicidas, y ganadería en islas.

El informe enumera otras formas a través de las cuales reventamos nuestro planeta: la proliferación de residuos plásticos, que causa muertes de animales, y el aumento en las concentraciones de residuos farmacéuticos. También se menciona que la mitad de la población mundial sigue sin tener tratamiento de residuos cloacales.

En particular, informe enfatiza en que "La escorrentía de plaguicidas está causando daños en los humedales de todo el mundo". En la misma dirección, agregan que "hay niveles elevados de carga de nutrientes, especialmente nitrógeno y fósforo procedentes de la agricultura". Es decir, contaminación por fertilizantes.

Agricultura de destrucción masiva

Las referencias a los efectos del modelo agrícola de transgénicos, fertilizantes y plaguicidas son directas. La producción primaria de alimentos bajo estos métodos consume una cantidad de agua fenomenal, por un lado, y a su vez la contamina, por el otro. En el informe se detalla:

La expansión agrícola es la forma de cambio de uso de la tierra más extendida: más de un tercio de la superficie terrestre se utiliza para el cultivo o la ganadería. En los ecosistemas de agua dulce predominan una serie de amenazas combinadas relacionadas con el cambio de uso de la tierra, entre ellas la extracción de agua, la explotación, la contaminación, el cambio climático y las especies invasoras.

Más de la mitad de los Humedales de Importancia Internacional sufren el impacto negativo de la agricultura

Se prevé que la enorme repercusión que el cambio de uso de la tierra ha tenido sobre los humedales continúe o empeore en muchos escenarios futuros en respuesta a factores como el rápido crecimiento de la población humana, la producción y el consumo insostenibles, los cambios en la dieta y el desarrollo tecnológico asociado

El análisis de los datos del Servicio de Información sobre Sitios Ramsar (SISR), que documentan las presiones que afectan negativamente a los sitios, indica que más del 50 % de los Humedales de Importancia Internacional del mundo están afectados por presiones relacionadas con la agricultura. Por ejemplo, más del 20 % están sufriendo daños causados por la ganadería, los efluentes agrícolas o forestales y/o el desmonte de tierras, siendo la intensificación de la agricultura la que provoca de forma desproporcionada un elevado estrés hídrico en partes de Asia, el norte de África, Australia y América. El uso de fertilizantes y plaguicidas va en aumento, sobre todo en Asia y América Latina (FAOSTAT), y se ha multiplicado por nueve el uso de los fertilizantes a base de nitrógeno desde la década de 1960. Alrededor del 70 % del total de la extracción y el desvío de agua dulce del mundo se destina a la agricultura.

Y nadie hace nada

No sólo en Argentina el desinterés por los humedales se traduce en promesas de campaña incumplidas, sino que a nivel mundial los objetivos de cuidado y reparación están lejos de alcanzarse.

En 2010, se establecieron a nivel global una serie de objetivos mundiales a diez años: las llamadas Metas de Aichi. "La evaluación muestra que ninguna de las metas se alcanzó por completo, y la mayoría quedó muy lejos de las aspiraciones originales", dice el reporte.

Entre otras metas que no se lograron, se enumeran:

Las áreas naturales y los humedales mundiales siguen disminuyendo. La fragmentación de los ríos sigue siendo una amenaza crítica para la diversidad biológica del agua dulce.

No hay datos que indiquen una ralentización en el número de nuevas introducciones de especies invasoras.

La pesca excesiva, la contaminación por nutrientes y el desarrollo costero agravan los efectos de la decoloración de los corales. De todos los grupos evaluados, es en los corales que se ha registrado el aumento más rápido del riesgo de extinción.

Es probable que la proporción de tierras y océanos del planeta designados como áreas protegidas alcance las metas fijadas para 2020. Sin embargo, los avances han sido más modestos en lo que respecta a garantizar que las áreas protegidas salvaguarden las zonas de mayor importancia para la diversidad biológica, sean más ecológicamente representativas, estén conectadas entre sí y estén gestionadas de manera equitativa y eficaz.

Los avances realizados para lograr la meta de restaurar el 15 % de los ecosistemas degradados para 2020 son limitados. La meta no se ha logrado

 

 

 

 

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