El gobierno nacional dio luz verde al primer evento transgénico de trigo a nivel mundial. La tecnología fue desarrollada por la UNL y por la empresa Bioceres.

La aprobación en nuestro país del trigo transgénico HB4, tolerante a la sequía, implica una ampliación del paquete tecnológico que se aplica en el sector agropecuario y un camino de ida hacia un sistema cada vez más consolidado de alimentos manipulados genéticamente.

El gobierno nacional celebró la novedad en base a dos situaciones de coyuntura: la necesidad de que ingresen dólares para hacerle frente a la restricción externa; y una oportunidad comercial de corto plazo que se abre a partir de las consecuencias económicas de la guerra entre Rusia y Ucrania.

En palabras del secretario de Agricultura de la Nación, Matías Lestani: “El objetivo puntual dispuesto por el gobierno fue aprovechar la oportunidad que genera el escenario internacional, donde claramente va haber una necesidad más grande de trigo, ya que el conflicto bélico Ucrania-Rusia pone en jaque a toda la cadena de aprovechamiento mundial”.

El trigo HB4 es una semilla modificada genéticamente para tolerar la sequía y para resistir al herbicida glufosinato de amonio, un agrotóxico más potente que el glifosato. Su desarrollo fue resistido con fuerza por las patronales del agro. En su momento, se opusieron la Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Comercio de Rosario y las principales Bolsas de Cereales del país con el argumento del “daño irreparable e irreversible” que iba a causar en el mercado del trigo argentino.

Pero la guerra y la necesidad imperiosa de divisas cambió el escenario por completo.

El HB4 es el primer trigo transgénico del mundo y fue desarrollado en Argentina por el equipo de Raquel Chan, del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral que depende del Conicet y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Lo comercializa la empresa Bioceres.

Argentina lo aprobó en 2020, a través de la Resolución 41/20, pero supeditado a la aprobación final de Brasil, principal comprador de trigo argentino. En 2021 Brasil aprobó el trigo HB4, pero como harina, no como semillas. Eso dejó un gris respecto a la aprobación argentina.

Entre fines de abril y principios de mayo, China aprobó la soja HB4 y Australia el trigo HB4. Inmediatamente, la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria dio el visto bueno para la comercialización de la semilla de trigo HB4 a través de la Resolución 27/22 del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

En 2020, Bioceres sembró las primeras 6 mil hectáreas de trigo transgénico en lugares “reservados” en las provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En 2021 sembró otras 55 mil hectáreas.

La empresa siempre destacó como principal innovación del trigo HB4 su capacidad de tolerar la falta de agua. En 2020, en una entrevista con Pausa, el gerente de Comunicación Corporativa de Bioceres, Gabino Rebagliatti, aclaró que eso no implica que el trigo va a poder cultivarse en zonas donde no llueve, como la Puna, sino que mejorará su rendimiento en las regiones donde ya se cultiva, aunque podría eventualmente sembrarse en algunas zonas de San Luis o Salta: “Si no llueve durante 15 días, se activa el gen del girasol (que es el que se introdujo a esta variedad de trigo) que hace que la planta aguante un poco más. Pero si no llueve en seis meses, no. Esto no es magia. El agua es el principal recurso de la agricultura”.

La semilla de trigo transgénico se promociona también como tolerante al glufosinato de amonio. El doctor en Ciencias Naturales Rafael Lajmanovich, especialista de la UNL en Bioecología de Anfibios Anuros, hace años viene alertando sobre este herbicida. Las malezas generan resistencia a los químicos que se utilizan con mayor frecuencia (el glifosato, por ejemplo) y el agronegocio desarrolla -en consecuencia- químicos cada vez más potentes, como el glufosinato de amonio.

Lajmanovich estudia desde hace más de una década el impacto del glufosinato de amonio en anfibios. Hay trabajos de su autoría, de 2012 y 2013, que ya alertaban sobre este agrotóxico. “En ese momento investigamos la resistencia al glifosato: esa fue la hipótesis de la que partimos. Ahora, años después, estamos ante un 60% de cultivos resistentes al glufosinato de amonio. No solo el trigo tiene resistencia, también lo tienen la soja, el maíz y el algodón. Esto significa una amenaza en términos de corrimiento de la frontera agropecuaria por la resistencia al estrés ambiental”, explicó el científico a este medio.

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