María Florencia Marinaro, ministra de Igualdad, Género y Diversidad de Santa Fe, analiza su primer semestre de gestión y reflexiona sobre su trayectoria en el movimiento feminista y los desafíos futuros.

En mayo de 2021, la Legislatura aprobó la creación del Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad de Santa Fe, impulsada por el gobernador Omar Perotti. De esta manera, la Secretaría de Estado de Igualdad y Género –que ya tenía rango ministerial– dio un paso más en la institucionalización de las políticas para las mujeres y diversidades sexuales, en el mismo sentido que lo hizo el gobierno nacional al crear el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad que dirige Elizabeth Gómez Alcorta. Santa Fe fue la tercera provincia en tener un Ministerio de este tipo.

Los primeros seis meses del Ministerio estuvieron a cargo de Celia Arena, pero tras los cambios en el gabinete de fines de 2021, asumió en su lugar María Florencia Marinaro, quien hasta entonces ocupaba el cargo de Subsecretaria de Mujeres, Género y Diversidad. Marinaro es abogada, feminista y reconocida por el movimiento de mujeres local como una de las propias. Fue integrante del equipo jurídico que acompañó a la familia Ana María Acevedo en la causa civil ante la provincia. 

A seis meses de su nombramiento y a un año de la creación de la cartera que hoy lleva adelante, dialogó con Pausa.

—¿Qué balance puede hacer a un año de la creación del Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad de la provincia?

—Fue muy positivo en la ciudadanía. La decisión fue muy celebrada por otros partidos políticos y por las organizaciones sociales. Ese anuncio tuvo que ver con consolidar un proceso que veníamos haciendo desde diciembre de 2019 a través de la creación de la Secretaría de Estado de Igualdad y Género. El balance que hacemos es muy positivo porque hay conquistas estructurales e institucionales que el Ministerio y el gobierno están dando. Por ejemplo, el presupuesto con perspectiva de género. Hoy la provincia de Santa Fe tiene, por segundo año consecutivo, un presupuesto que se lee y se mira con las lentes violetas que muestran que hay brechas de desigualdad entre las mujeres, las disidencias y los varones y que está pensado para que cada peso que el Estado gaste achique esas brechas. Además, estamos construyendo institucionalidad, no es lo mismo estar en un rango inferior dentro de la estructura del Estado al momento de discutir políticas con otras carteras. Sabemos que desde un área específica no se puede dar solución a las desigualdades estructurales que atravesamos las mujeres durante siglos, pero darle la misma jerarquía que otras carteras del gobierno nos permite trabajar codo a codo con los Ministerios de la Producción, de Trabajo, de Economía, de Salud. Esto nos permite lograr lo segundo, que es la transversalidad. Sentarnos a la par que otros ministros y ministras jerarquiza y transversaliza. Esto tiene un impacto directo en la ciudadanía, que es lo más importante. Hoy sabemos que la implementación de la Ley Micaela, que es una de las banderas más importantes del gobierno provincial, está transformando la respuesta institucional a las violencias de género. Es un camino que atravesamos y que va a traer un semillero. Hoy las y los agentes públicos tienen otra perspectiva para cada decisión que tomen y en cada situación en la que tengan que entrevistar a una mujer o contener a una familia. Menciono la Ley Micaela por no mencionar otras líneas, pero el impacto es el de sembrar una semilla que va a generar impacto a mediano y a largo plazo en la respuesta institucional de la provincia.

—¿Cuáles son esas otras líneas de trabajo?

—La otra gran línea tiene que ver con los cuidados. La pandemia demostró que las brechas de desigualdad se ensancharon mucho más: en el ámbito de la educación, del trabajo y de los cuidados. La Dirección de Equidad y Género del Ministerio de Economía de la Nación hizo la primera encuesta nacional del uso del tiempo, que demostró que las que más cuidamos a niñas, niños, adultos mayores y personas con discapacidad somos las mujeres y disidencias; o bien somos cuidadoras comunitarias. Las mujeres organizadas en las ollas populares, en los comedores o merenderos también fue algo que la pandemia mostró. Era hora de que el Estado empiece a hablar de los cuidados como una política integral. Tener el Ministerio nos permitió lanzar el programa Cuidar Santa Fe, que presentamos en la pandemia y nos permitió identificar cuáles son los espacios de cuidado que hay en la provincia; a eso lo hicimos con un registro público. Lo segundo es generar una mesa interministerial y reunir a todas las carteras que tienen cuidados. Buscamos que esos ministerios vean a los cuidados con perspectiva de género: quiénes, en qué condiciones y cómo cuidan. Además, ONU Mujeres seleccionó a la provincia de Santa Fe como uno de los territorios donde va a relevar la infraestructura de los cuidados: qué hay y qué hace falta. Hoy se habla en el mundo de un decrecimiento poblacional en cuanto a cantidad de hijas e hijos y eso tiene que ver con que lo público no ofrece una infraestructura de cuidados que permita gozar o disfrutar la maternidad o la paternidad. Entonces, tenemos que dar una respuesta integral: darle perspectiva de género a los cuidados y reconocer a quienes cuidan. Por eso vamos a lanzar una diplomatura en la temática, cuyo objetivo será profesionalizar y reconocer a quienes cuidan. Lo siguiente es que el Estado vea, revea y proyecte una infraestructura de los cuidados. También hicimos, en conjunto con Nación, los Parlamentos de Cuidados en tres puntos de la provincia (norte, centro y sur), donde escuchamos y recogimos demandas de las organizaciones y proyectamos en base a eso. Una de las demandas más grandes tiene que ver con la autonomía económica de las mujeres y disidencias: la desigualdad es la base de la violencia y una de las violencias más grandes que vivimos las mujeres es la económica. Por eso trabajamos con el Ministerio de Trabajo que tiene los programas Santa Fe Capacita y Mi primer empleo, para tener líneas específicas para mujeres y disidencias, porque somos las más desempleadas o las que más tenemos trabajos informales.

Del movimiento a la gestión

En la oficina donde María Florencia nos recibe hay algunas huellas de su recorrido militante. Una imagen de Evita, una ilustración de Micaela García y una foto de ella con Mirtha Manzur, la histórica militante por los derechos de las mujeres que falleció el 14 de enero de 2021. Ambas sostienen un cartel que dice “El feminismo es una manera de vivir”. La pregunta entonces se vuelve necesaria: Florencia –como muchas– aprendió a vivir el feminismo con las compañeras.

—¿Qué le dejó el paso por la Multisectorial de Mujeres de Santa Fe?

—Mucho de lo que soy, pienso y hago tiene que ver con la Multisectorial de Mujeres. Desde mis veintipico cuando empecé con ellas a hoy ser ministra… No lo veo como una carrera meritocrática sino como una trayectoria de vida. Ahí hubo muchas mujeres que me empujaron, me acompañaron y me sostuvieron. También en eso reconozco a mis amigas y compañeras de la Multisectorial de Mujeres. Dejé mi participación mucho más activa en el movimiento cuando asumí en el Estado como una decisión personal, entendiendo que ahora me tocaba otro rol, diferente al de las organizaciones, pero reconociéndome ahí también como un semillero. Lo que espero es que haya más pibas que puedan acercarse al activismo militante, ya sea en el feminismo o en la política. Nos hacemos viendo a otras mujeres ocupando espacios: cuando yo era niña no vi ministras mujeres. Espero que dejemos ese mensaje: que las pibas puedan pensarse como ministras, como gobernadoras, como colectiveras, como bomberas. Vamos a dejar ese semillero. Le agradezco al movimiento de mujeres por haberme formado y acompañado, no como una formación académica. El único título que me avala es mi trayectoria militante en la política y en el movimiento de mujeres.

—¿Qué trajo desde su trayectoria en el movimiento feminista y qué le aportó la gestión?

—En términos personales nunca hubiera imaginado llegar a ser ministra del primer Ministerio de Igualdad de la provincia, la segunda en este caso. Del movimiento de mujeres traigo experiencia pero también sus valores: la sororidad, la empatía, el feminismo y creer en el trabajo colectivo. Me reconozco no solamente dentro del movimiento de mujeres sino dentro de mi partido político como una mujer joven a la que le abrieron muchas puertas otras mujeres. Lo digo por mis compañeras del movimiento, pero también por mis compañeras del partido. A esto último lo identifico, por ejemplo, en Celia Arena. No entendemos a la carrera política como una cuestión meritocrática, sino como el resultado de luchas colectivas y en esas luchas nos reconocemos. No tiene que ver con si soy buena o la que más sabe de políticas de género, sino con que me antecedieron muchas mujeres y me enseñaron. Ese es un valor en la política que no es muy común: impulsar a otros o a otras. Celia fue eso para mí, cuando empecé en el Ministerio era mi primera experiencia en gestión y ella me hizo parte y me abrió muchas puertas. También el hecho de que yo sea ministra es un reconocimiento a los equipos del Ministerio que ya veníamos trabajando y, como dijo Omar Perotti ese día, es una nueva etapa que se abre con mi impronta.

—¿Y cuál es su impronta?

—Mi impronta tiene que ver con haber sido parte del movimiento de mujeres. No sé si hay algo que me diferencia de Celia, creo que tiene que ver más con mi edad y con mi trayectoria. El equipo que formé es muy variado: se incorporó mucha gente de Rosario, también Luciano Fabbri que viene con una trayectoria en el tema de masculinidades. Pero a esta respuesta te la voy a poder dar mejor después del 10 de diciembre de 2023, porque me gustan más los resultados que la proyección.

—Como abogada acompañó a mujeres que sufrían violencia de género en la ruta crítica de la denuncia. ¿Ve que esa ruta cambió en el último tiempo?

—Cuando yo acompañaba como abogada la ruta era muy crítica. Hoy creo que hay mucha mayor capacidad institucional de respuesta. Desde los municipios, desde el Ministerio Público de la Acusación con fiscalías especializadas, desde este Ministerio. Una de nuestras políticas más importantes tiene que ver con los primeros niveles de atención (los municipios y comunas). Asumimos la gestión con cerca de 150 convenios con los gobiernos locales. Hoy tenemos 312. Pero no son 312 firmas, son 312 intervenciones que van desde apoyar un proyecto institucional o bajar con los equipos técnicos o transferir recursos económicos. Creamos áreas en los lugares más inhóspitos. Esto implica achicar la ruta crítica. Hoy ocurre que mucha gente tiene incorporada la línea 144 y creo que hay que continuar su difusión porque es muy necesaria, pero aún así la gente no sabe adónde ir. Por eso es clave que los municipios y comunas puedan fortalecer sus herramientas para el acompañamiento, la contención y el asesoramiento. Con ese objetivo avanzamos en estos nuevos convenios. Insisto mucho al área de Municipios y Comunas en que estemos en los territorios. Dentro de poco vamos a empezar con los operativos de Territorios Violetas y Diversos y van a bajar todos los equipos del Ministerio a hablar con los equipos locales. De eso recogeremos el guante y volveremos para dar respuestas. También descentralizamos, en conjunto con Nación, el programa Acompañar. Hoy casi el 80% de los municipios tiene el programa funcionando, que busca fortalecer la autonomía económica de las mujeres en situaciones de emergencia. Hay una red de casas de protección que se amplió de 13 casas a 18. También empezamos a trabajar las violencias hacia las personas LGTB. Cuando llegamos estaban las áreas de Género y Diversidad divididas: no eran áreas que articulaban y eso fue un desafío para los equipos.

—¿Cuál es la relación con el Poder Judicial?

—Con el Ministerio Público de la Acusación (MPA) es con el que más se habla y también con la Procuración de la Corte, por los juzgados de Familia y por las Defensorías. La relación es buena, es institucional. Con el MPA hay líneas específicas de trabajo, por ejemplo el registro unificado de feminicidios, transfemicidios y crímenes por razones de género que existe desde el año pasado, que ya publicó las cifras de 2021 y en breve publicará las del primer semestre de 2022. Es el primer registro oficial y triangulado de la provincia de Santa Fe, donde interviene el MPA, el Ministerio de Seguridad y el Ministerio de Igualdad. También tenemos diálogo permanente con los fiscales y las fiscalas en femicidios, crímenes por razones de género y situaciones de violencia. Por otro lado, hicimos capacitaciones de Ley Micaela con la Procuración de la Corte. Este año vamos a seguir. También lo hicimos con el Servicio Público de la Defensa y estamos trabajando con el MPA para abrir una línea de fortalecimiento y capacitación. Uno de los grandes hitos fue el curso de capacitación en perspectiva de género para toda persona que desea ser magistrado o magistrada. A ese curso lo dictó este Ministerio junto con la Escuela de Abogados y la Secretaría de Justicia. Hay demandas del movimiento de mujeres muy fuertes respecto al Poder Judicial y, aunque no tenemos competencia dentro de ese Poder, estamos trabajando en ellas. Cuando fue el juicio al ex juez Rodolfo Mingarini también presentamos una nota ante el jury de enjuiciamiento. Tenemos una directiva clara en trabajar en derechos humanos y en la ampliación de derechos, dentro de las competencias de cada Poder del Estado pero en conjunto.

—Usted decía que esta gestión busca tener una fuerte impronta territorial. ¿Qué le devuelve esa ida al territorio?

—Un muy buen recibimiento. Me encuentro con muchas mujeres en los Puntos Violeta que me cuentan que hicieron las diplomaturas que brindamos, que su organización recibió fondos por la Mesa Público-Comunitaria que llevamos adelante. En el territorio veo los rostros de las políticas que venimos haciendo. Pero como siempre decía Celia: el oído atento, los pies en la tierra y siempre tomando nota de los reclamos. El territorio me devuelve muchas necesidades y un mundo que cambió. Veníamos de un gobierno a nivel nacional que retrocedió en un montón de derechos y con una crisis económica muy fuerte que la pandemia profundizó. Hoy veo un Estado presente con obras, veo el Plan Incluir en las calles, los Puntos Violeta en pueblitos de dos mil habitantes y en ciudades grandes. Además veo una necesidad de interactuar, de buscar lo colectivo y de interlocutar. Por eso estamos también impulsamos propuestas lúdicas, como el Domo Micaela.

—¿Qué consecuencias de la pandemia ve en las mujeres?

—Muchas reconocieron su trabajo de cuidado como algo que impacta en su salud. Es probable que haya una crisis en salud mental, además de situaciones de consumo y de falta de seguridad que recaen sobre las mujeres.

—¿Por ejemplo?

—Lo que pasa en Rosario con la narcocriminalidad está recayendo directamente sobre las mujeres. Estamos incluyendo los números de crímenes por el narco como femicidios, utilizando los criterios de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) de la Procuración General de la Nación.

—¿Cuál es la relación con el Ministerio nacional?

—Es muy buena. Trabajamos en la misma línea: montar una estructura de cero, partir de no tener presupuesto propio. Trabajamos la misma línea de jerarquización. La relación es diaria. El Ministerio nacional tiene dos equipos de su Programa Acercar Derechos en Santa Fe y Rosario. Trabajamos en conjunto programas como el Acompañar. También una experiencia de entender la idiosincrasia de la provincia y que este Ministerio sea el interlocutor con los municipios y comunas, en términos de que somos nosotras las que conocemos nuestros territorios. La buena relación se plasma en que el primer consejo federal de ministerios de género fuera del Área Metropolitana de Buenos Aires se hizo en Rosario. Muchas provincias estamos trabajando en la jerarquización: es un logro del movimiento de mujeres y del Ni Una Menos.

—En relación a esa conquista, ¿por qué es importante que militantes feministas como usted o como Estela Díaz hoy sean ministras?

—Porque recogimos el guante, porque somos un semillero, porque estuvimos con el oído atento y sabíamos que transformábamos desde el Estado junto con las organizaciones. Eso es clave: entender que desde el Estado y desde la política se pueden transformar muchas cosas. Hay un desafío que tenemos las mujeres que venimos del movimiento de mujeres, que es no dejarnos encasillar en estos temas. Somos necesarias, somos urgentes y también vamos a abrirles caminos a otras mujeres. Pero es necesario que empecemos a estar en otras áreas claves y estratégicas. Necesitamos tener una primera gobernadora en Santa Fe, tenemos que estar en lugares como Economía o Producción, carteras históricamente masculinizadas, con nuestra mirada feminista. Necesitamos incomodar en esos espacios. Es el desafío que viene.

—¿Qué espera dejar en su gestión?

—Una provincia mucho más igualitaria. Espero dejar huella en lo territorial, en lo institucional y que esta sea la base para equilibrar las desigualdades. Omar Perotti dice que nuestra gran obra es la gente, no los grandes edificios. Eso espero dejar: haberle transformado la vida a la gente y que esas vidas sean menos injustas y menos desiguales. Soy peronista: las y los peronistas nos reconocemos como la voz de quienes no tienen voz. Nuestro sentido popular tiene que ver con romper las injusticias sociales que existen históricamente.

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