El gobierno nacional enfrenta la especulación financiera y la oposición se frota las manos camino a 2023. En qué escenario llegó Sergio Massa a convertirse en el actor principal del gobierno.

Cuando el presidente Mauricio Macri despertó el día después de la derrota en las primarias, el peso experimentaba una corrida devaluatoria bomba. Sólo por esa mañana, el Banco Central había dejado de regalar las reservas que se engrosaban exclusivamente gracias al endeudamiento con el FMI. Era un castigo aleccionador a los argentinos, lo hizo explícito en una inusual conferencia de prensa cerca del mediodía: “Esto demuestra que hay un problema grave entre el kirchnerismo y el mundo”, repetía sin cesar. “Lo que le decimos al kirchnerismo es que actúe con responsabilidad, que se haga cargo”, insistía. Esa jornada el dólar pasó de 47 pesos a 60 y se clavó en 57. Una suba del 22% en un día.

Pasadas 48 horas, el 14 de agosto, Macri anunció medidas porque la corrida se estaba desbandando. Pidió disculpas por el tono de la conferencia de prensa post primarias, nunca por haber dejado sin control el precio de la divisa. Al otro día, Alberto Fernández eligió radio Mitre para frenar él la corrida: “El dólar a 60 pesos está bien, es un valor razonable”, dijo y luego agregó: “No hay argumento para que siga aumentando, no tendríamos que dejar que se escape más”.

Entre 2015 y 2019, en trazo grueso, el dólar pasó de 9 a 60 pesos. Es una devaluación de 566%. El freno material de la corrida sobrevendría en septiembre de 2019, con el retorno del cepo cambiario y la consumación y cierre de un nuevo ciclo incomparable de endeudamiento externo y fuga de capitales. El freno simbólico de esa corrida, la puntuación de las expectativas a los agentes económicos, se debe por completo a esa declaración de Alberto Fernández, con su intacto poder de presidente casi electo. Fernández le apagó el incendio a Macri tres días después de las primarias. Sería un iluso si creyera que puede recibir un gesto equivalente en retribución.

Paso a paso

Al momento, la gestión de Fernández ha permitido que el peso se devalúe un 128% (en comparación con el precio oficial, de 137 pesos) o un 450%, en la comparación con el precio del dólar ilegal que rondó los 330 pesos y que ahora bajó a menos de 300.

La barrera de los 200 pesos, al precio ilegal, se quebró en noviembre de 2021. En el medio el mundo pasó por el coronavirus. El dólar quedó ahí hasta el 8 de junio de 2022, cuando quebró los 210 pesos y se disparó. Esa fecha coincide con la publicación de un paper para empresarios y especuladores, de fuerte amplificación en los medios. Ese paper, titulado Estresando el programa financiero: otra vez… dólares por pesos, fue producido por la consultora Empiria, capitaneada por Hernán Lacunza, el último ministro de Economía de Macri. Lacunza advertía que el gobierno actual o la próxima gestión iba a defaultear la deuda en pesos. Es decir, que iban a hacer lo mismo que hizo Lacunza cuando fue ministro. De ahí la frase en el título: “dólares por pesos”. Es una recomendación para ir contra el peso.

Con el dólar levantando vuelo, el 13 de julio sobreviene un día de lock out de las patronales del campo. Los precios de los cereales están más altos que nunca y el sector está levantando ganancias más altas que nunca. La queja apuntaba a los faltantes de gasoil, solucionados al momento del reclamo. En ese momento, el dólar ilegal estaba en 283 pesos: había pasado apenas un mes del empujón de Lacunza.

A siete días del paro ruralista, el titular del Centro de Exportadores de Cereales y de la Cámara de la Industria Aceitera, Gustavo Idígoras, salió a decir por radio que “hay una situación bastante preocupante en el término del ritmo de venta de soja. Estamos en uno de los ritmos más bajos de los últimos 20 años y hasta menor al 2008 cuando fue la crisis de la 125” y le puso cifras a la especulación sojera: “Hay entre 28 y 29 millones de toneladas, que a precio de exportación representan cerca 14 mil millones de dólares”.

¿A quién le informa Idígoras que hay semejante presión para devaluar, de parte del sector que más exporta en el país? A los que llevaron el ilegal de 290 a más de 330 pesos por dólar.

Teoría y práctica

La coincidencia de los agentes económicos en una coyuntura se debe a razones estructurales, a condicionantes macroeconómicos, a incentivos o restricciones resultantes de políticas públicas, a contextos globales. Los famosos determinantes en última instancia. Están a la vista: la deuda externa estallada y el tutelaje del FMI, la pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania. Más lejos: el ascenso imparable de China durante los últimos 20 años y la ubicación de Argentina como nuevo proveedor de materias primas estilo siglo XIX. Si los ferrocarriles se trazaron de acuerdo a la necesidad de los ingleses, ahora la estatal china COFCO tiene su propio puerto de cereales en Puerto General San Martín.

Todo muy lindo, pero en ocho de las 101 empresas supermercadistas del país se explica el 83% de las ventas en góndola, una concentración que desde el lado de la producción industrial también tiene muy pocas marcas (Arcor, Molinos, Mastellone, Ledesma, AGD, Unilever, P&G, Swift…) y que en la producción primaria ya pasa a la denominación rancia del doble apellido.

Cuando Idígoras dice que se vende menos soja que en 2008, en realidad se está refiriendo a la merma de ventas de 2009. Para el caso, también podría referirse a las ventas de 2015. Como castigo a la 125 y apriete en las primeras legislativas que perdió CFK y también como apriete en el marco de elecciones presidenciales decisivas, los exportadores de cereales llevaron sus ventas a su mínimo histórico en los dos casos. Esa coordinación no es sólo económica, es política. Hoy, con el valor más alto de los cereales de la historia y con una presumible baja a corto plazo de esos precios –por intermediación de la ONU ante la suba mundial del precio de los alimentos, Rusia y Ucrania acordaron liberar la venta de granos, aún en guerra–, está más claro que nunca que es una presión política para generar una corrida económica.

La última de esta retahíla de apretadas: el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Maurcio Claver-Carone, le negó a Argentina un préstamo de 500 millones de dólares para infraestructura por “falta de transparencia e integridad financieras”, según justificó en el Wall Street Journal. Dato, no opinión, Claver-Carone fue el brazo ejecutor de Donald Trump para que el FMI le diera a Argentina un préstamo que fue superior a todo lo que desembolsó el organismo en todo el mundo como ayuda durante la pandemia. El propio Claver-Carone lo explicó en julio de 2020: “Yo estaba en el Fondo Monetario, y el programa más grande en la historia del Fondo Monetario, lo ocupamos para la Argentina. Que se haya mal manejado el programa, que no se haya ejecutado bien por parte de Argentina, y les haya costado la elección, es una cuestión”. Cuando el FMI hizo su préstamo, Argentina estaba en un default virtual: ya había exprimido a todos los prestamistas privados y no tenía con qué pagarles. Muy transparente e íntegro.

Sergio Tomás quiere ser presidente

Quién falta acá

Hasta el momento, el gobierno ha reaccionado con medidas de ajuste dirigidas a “calmar a los mercados”, como si no fueran un puñado de viejos fácilmente identificables e insaciables en su objetivo. De forma oblicua, algunos referentes del Frente de Todos parecen tender públicamente su mano a Juntos por el Cambio, olvidando que organizaron movilizaciones contra la “infectadura” apenas iniciada la pandemia o que intentaron frenar la vacunación con Sputnik V a través de la Justicia. Los funcionarios macristas avalan a viva voz el golpe de Estado en Bolivia; les mandaron armas a los golpistas. Jamás van a decir que el dólar a 60 pesos “está bien”.

Según el Indec, las importaciones de combustibles y lubricantes, medidas en dólares, se incrementaron 189% en el primer semestre de 2022, en comparación con igual período de 2021. El ex ministro de Economía, Martín Guzmán, limitó los dólares oficiales para importaciones sólo por esta cuenta, lo cual le metió presión alcista a todos los otros dólares existentes. En junio de 2021, la cuenta del gas importado rondó los 800 millones de dólares, en 2022 trepó a 2000 millones. Sólo en el primer semestre se gastaron 4600 millones de dólares en gas, un 205% más que en el mismo periodo del año anterior. Se estima que en todo el año la cuenta de importación de energía llegará a 10 mil millones de dólares: es casi un cuarto de las reservas.

A un año de las elecciones primarias de 2023, es también una ilusión pensar que el gobierno va a cambiar su modelo de gestión o que, al menos, va a funcionar como un Frente coordinado. Lo que no se hizo –cuánta utilidad tendría hoy una Vicentín del Estado–, no se hizo. Por eso emergió Sergio Massa, para ponerle el cascabel a ese Golem que resultó ser el Frente de Todos en el gobierno.

Toda la apuesta del gobierno parecía ser aguantar hasta septiembre, cuando baja la demanda de energía y el gasto de dólares necesario para comprarla, y llegar al invierno que viene –y a la campaña electoral– con el gasoducto Néstor Kirchner operativo, para aliviar definitivamente la presión cambiaria y entregar energía barata a las casas y las industrias. 

Pero, finalmente, la lapicera cayó en las manos de Sergio Massa. ¿Cómo responderá ahora el empresariado al peronista que siempre tuvieron más cerca? 

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