All in. Superministro de Economía: Sergio Massa salió de su resguardo de la Cámara de Diputados para abrazar la papa más caliente. Si le sale bien, 2023 está a sus puertas. El hombre que partió al peronismo en 2015 hoy aparece como su salvador.

Las opciones eran cuatro. La primera: una debacle total, de la que no se iba salvar nadie. La segunda, una remontada del gobierno y, en consecuencia, una candidatura del peronismo –victoriosa o no– que difícilmente podía caer en sus manos, en tanto hombre relegado al Congreso. La tercera: el final agónico de un gobierno completamente desgastado y una candidatura presidencial por descarte, destinada a la derrota y justificada sólo en su supervivencia como una figura que pasó los cuatro últimos años sin las salpicaduras propias de la gestión, refugiada en la Cámara de Diputados. La cuarta es un all in. Todas las fichas de su vida lanzadas en una única apuesta: salir de la guarida y aparecer como el hombre elegido para salvar al gobierno de su interna y al país de su crisis.

Massa es hoy el gobierno. Toda la famosa lapicera es suya: la había pedido, le había sido negada y le cayó en las manos en plena corrida cambiaria. A su imagen construyó un Ministerio de Economía gigante, que revela también la necesidad de terminar con los inocultables problemas de coordinación que tenía el modelo de loteo del poder del Frente de Todos. Se quedó con todo: el diálogo con el campo y la industria; el manejo del presupuesto y de la relación con el FMI. Cayeron Julián Domínguez, Daniel Scioli y Silvina Batakis. Los dos últimos reemplazaron a los alfiles más propios del albertismo, que ya se disolvió en el aire. Scioli duro poco más de un mes. Batakis, dos semanas. Cuando renunció Martín Guzmán, publicamos:

En el medio del revoltijo, la figura de Sergio Massa se recorta, hasta el momento, como la que mejor ha sabido actuar en la mayor parte de los momentos. Mejor quiere decir con mayor serenidad, no alterando todavía más el malhumor social.

¿Habrá Massa previsto que la alquimia electoral de 2019 no podía traducirse correctamente en una maquinaria de gestión? ¿Por eso habrá elegido ese peculiar lugar de exposición y retiro, rosca y preservación, que puede ser la presidencia de la Cámara de Diputados? Quién lo sabe. Lo cierto es que está saliendo bastante ileso del combate a cielo abierto entre el presidente y la vicepresidenta.

Lanzó ahora su apuesta Massa. Si le taba cae mal, lo que menos va a importar es un análisis político del futuro del peronismo.

De 2015 a 2022

Massa es el segundo accionista mayoritario del Frente de Todos, que debe su nombre a la reunificación del peronismo. Una herramienta electoral novedosa, si se considera que el partido vivió fraccionado casi continuamente desde el menemismo.

Para el caso, la ruptura de Massa durante el segundo gobierno de CFK significó la derrota del kirchnerismo en las legislativas de 2013 y una decisiva sangría del 21% de los votos en la primera vuelta de 2015.

La configuración del Frente Renovador se asentó en un aval casi directo a los reclamos de las patronales agrarias y un fuertísimo discurso de mano dura, estilo Ruckauf, solamente equiparado luego por Patricia Bullrich. Fue con el bombardeo continuo de Sergio Massa a la comisión de reforma del Código Penal –donde convivían exitosamente Eugenio Zaffaroni con Ricardo Gil Laavedra y Federico Pinedo– que se terminó de instalar el vocablo “garantismo” como mala palabra.

Ya después de 2015, los diputados del Frente Renovador supieron aportar un buen lote de votos al funcionamiento del macrismo en el Congreso. En un gesto de máximo apoyo, Sergio Massa acompañó la comitiva macrista al Foro Económico de Davos. Nunca ocultó su buena relación con la Embajada y ciertas fracciones del empresariado concentrado, que se revela en el buen trato que le prodigan absolutamente todos los medios de comunicación, sobre todo América e Infobae. Casi hasta las primarias de 2015, Massa era el candidato de Clarín.

Marcos Peña, Sergio Massa, Mauricio Macri, Susana Malcorra y Fulvio Pompeu, en el Foro Económico de Davos.

En sus plazas de diálogo con la gente, arrancando la campaña ya en 2016, Axel Kicillof lo trataba de "forro". No fue sino hasta su mínimo 11% de votos en las legislativas de 2017 que el Frente Renovador empezó a mostrar signos de acercamiento a Unidad Ciudadana.

Este somero repaso sobre la trayectoria de quien es hoy el responsable de facto de la totalidad del gobierno y de frenar la devaluación y la inflación no busca tener el efecto de tallar un prontuario. Casi el mismo periplo tuvo el presidente, Alberto Fernández, respecto del kirchnerismo. Massa fue su sucesor como Jefe de Gabinete de CFK.

Este repaso sirve para observar las diferencias sustantivas entre Fernández y Massa. Primero, a Massa todavía no se le rompió el celofán. Está nuevito, frente a un presidente limadísimo. Y además: sí tiene peso específico propio: el Frente Renovador sí existe, sí lo tiene como líder y sí tiene fuerza propia. Por último: a diferencia de Alberto, Massa sí quiso y tuvo la ambición de llegar.

Massa es la única salida que se ha podido dar ese Golem inmanejable en que se convirtió el Frente de Todos y, en particular, la relación entre Fernández y CFK. Tuvieron que llegar al punto en que ninguno de los dos tenga del todo la manija, cediendo el poder a un salvador que esperó sentado en el zaguán a que termine de explotar la interna. 

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