El santafesino Gastón Onetto es sobreviviente de los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG), conocidos como "terapias de conversión". En su proceso de visibilización y denuncia contra este acto de violencia produjo una obra de teatro y un dictamen del Colegio de Psicólogxs sin precedentes en el país.

En 2004 Gastón Onetto participaba activamente en una parroquia de la ciudad de Santa Fe. Tenía 18 años, había empezado a estudiar Psicología en la Universidad Católica e integraba un grupo juvenil ecuménico, en el que participaban creyentes de diversas religiones. En ese ámbito un conocido le recomendó a su psicólogo. "Fui a una sesión común y corriente, como uno va por otros temas. No fui específicamente por mi orientación sexual", cuenta Gastón. En la tercera sesión él comentó que estaba saliendo con otro varón. Fue el inicio de una serie de prácticas impulsadas por su psicólogo que duraron casi dos años y que tuvieron como objetivo "curarlo de su homosexualidad".

Tras una denuncia realizada por el joven hace dos años, el pasado 28 de junio el Colegio de Psicólogos de Santa Fe emitió una resolución que establece que cualquier tipo de terapia para la 'cura gay' debe entenderse como la representación de un “acto discriminatorio y vejatorio”. También determina la capacitación en materia de género, diversidad sexual y derechos humanos para los profesionales matriculados en ese ámbito y la realización de campañas de difusión acerca de las llamadas “terapias de conversión” para detectar, prevenir, sancionar y erradicar las prácticas incluidas en los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG). Onetto afirma: “No conocemos precedentes al respecto en el país”.

Si bien el psicólogo no fue penado porque, según el Código del Colegio, la causa está prescripta, tanto Gastón como su abogada Paula Spina sostienen que el dictamen es un valioso precedente. “La resolución reconoce el plexo normativo vigente y que eso tiene que atravesar la práctica profesional. Esto es importante porque muchas veces se entiende a la práctica profesional como algo dentro del ámbito privado”, dice Spina. La letrada cuenta que además se presentó una denuncia ante el INADI que está en curso.

Para Gastón "el Colegio de Psicólogos de Santa Fe se expidió como no lo ha hecho ningún otro Colegio del país". Destaca que la entidad dictaminó que los ECOSIG son violentos y discriminatorios. "Esta es una temática completamente invisibilizada, mucha gente cree que es algo que pasa lejos. Pero esto pasó en Santa Fe hace 15 años y no sé si no sigue pasando porque hay circuitos a los que es muy difícil llegar, espacios más vinculados a lo religioso donde nadie se atreve a contarlo", reflexiona.

En los últimos días, Gastón y Paula fueron recibidos por la Ministra de Igualdad, Género y Diversidad de la provincia y por la Dirección de Género de la Municipalidad. Ambos organismos se comprometieron a acompañar en términos legales a personas que hayan pasado por estas situaciones.

"Lo que busco es que esto no siga pasando. Nadie puede llegar a una consulta y que un profesional de la salud mental te quiera convertir tu orientación sexual y tu identidad", afirma Gastón.

Un mecanismo perverso

Gastón desarma imágenes y palabras de aquellos años. Las escenas llegan a través del tiempo y saltan la barrera que él mismo impuso para continuar con su vida cuando pudo alejarse de aquella experiencia. El relato es en sí un acto de resistencia y de amorosidad. Algunas situaciones emergen de recuerdo: los años de la parroquia, la vez que le contó al psicólogo que estaba saliendo con un chico, un campamento de “cura gay” en las sierras de Córdoba, el día que pudo decirle a su terapeuta que si había un Dios, ese Dios lo quería como él era.

Cuando Gastón contó sobre su relación sexoafectiva en la sesión, el psicólogo empezó a desplegar discursos para construir un problema en base a su orientación sexual. “Lo llamaba quebrantamiento de género”, relata el joven. Recuerda que se resistía a creer que tenía una enfermedad. Luego se inició una etapa que duró hasta 2006 y que cercenó todo tipo de conductas vinculadas a su sexualidad y a la expresión de su deseo. Era lo que se llamaba, en este tipo de terapias, “evitar el estilo de vida gay”: juntarse con amigos gays, ir a boliches, tener contacto con otros pibes, usar ropa de colores, escuchar música “típicamente gay”.

—¿Cuál era la música que consideraban “típicamente gay”?

—No podíamos escuchar Madonna, Britney Spears o las Spice Girls. Esa música no estaba vedada explícitamente, pero lo mejor era escuchar música religiosa.

La experiencia tenía, en efecto, un fuerte sesgo religioso. El psicólogo aludía a la biblia como parte importante del tratamiento. "En ese momento yo era una persona religiosa y no me pareció extraño que él también tuviera esa mirada. Después sí me empezó a parecer raro toda la construcción de la idea de enfermedad… Pero él era una persona que venía del ámbito de la salud mental, era un profesional matriculado", dice Gastón.

El sobreviviente define aquellas sesiones como "un año y medio de tortura". Al respecto, explica: "La tortura en general se asocia con lo físico. En verdad el hostigamiento que uno vive cuando se te obtura la posibilidad de expresar tu deseo, tu identidad, cuando se te cercenan todas las posibilidades de expresar tu sensibilidad y tu emocionalidad es una forma de tortura. Porque internamente se va generando autoodio y castigo".

Gastón asegura: "Como lo espiritual era importante para mí, todo esa situación me generó mucha confusión". Describe el mecanismo utilizado para violentarlo como soterrado, "pero siento que yo tenía el terreno preparado para eso: por haber participado tanto tiempo de la iglesia, había algo que prendió en mí de esos discursos".

El denunciante, que hoy también es psicólogo, asegura que "ningún profesional debería fomentar esta patologización". Entre risas dice "además son un fraude porque no me curé". Luego se pone más serio: “Tomo el humor porque es el modo en el que fui elaborando todo esto, pero hay momentos en que no la pasé tan bien”. De las épocas de violencia impuesta por su terapeuta recuerda una conversación con una amiga: ella le dijo que a él se le había borrado la sonrisa.

Quienes impulsan la "cura de la homosexualidad y del quebrantamiento de género" asocian las identidades que contradicen la heteronorma con circunstancias de depresión e ideas suicidas. "Me decían 'bueno, si te sentís mal es porque estás sintiendo todo esto y si estás mal lo tenés que cambiar. Cuando lo cambies vas a estar mejor'. Eso me generaba un autoodio constante porque no lo podía cambiar", cuenta Gastón.

El entrevistado resalta el impacto negativo en la subjetividad que dejan estas "terapias". "Hay gente que no lo puede contar", grafica.

El campamento

El momento del click, el final de aquella historia que comenzó a fines de 2004, empezó en un campamento de conversión que se hizo en La Falda (Córdoba). Allí, además de Gastón, asistieron unas 200 lesbianas y gays de Argentina y de otros países de América Latina. La mayoría de los disertantes que proponían "la cura" eran de Estados Unidos.

"Las personas que estaban ahí decían 'seguimos luchando contra la tentación' y yo por dentro sentía que era cualquiera. Obviamente no lo decía porque estaban todos muy fervorosos, con cantos religiosos, con mucha algarabía. En muchos momentos sentí que quería irme de ahí", recuerda Gastón.

Esa situación le ayudó a tomar la decisión de dejar de ver a su psicólogo. "En esa última sesión le dije que no sabía si existía Dios y que si existía yo tenía una imagen más amorosa, de un Dios que nos quiere como somos", rememora. "Él me respondió que era mi condena eterna la que estaba en juego. Por suerte tuve el apoyo de amigues que me reconstruyeron en ese momento y me acompañaron".

Parte de la biografía de Gastón transcurrió en la iglesia. La capilla de la Divina Misericordia y la parroquia de la Virgen del Tránsito eran parte de su cotidianidad. "Después de eso me alejé de ese mundo. Mucho tiempo después fui encontrando otras espiritualidades, pero ese es un proceso que todavía está en construcción" dice 15 años después.

Nada que curar

La homosexualidad fue considerada por muchos años como una enfermedad mental "curable". Pero en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la excluyó de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud.

En 2019 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió un informe en el que señala que las ECOSIG son un fraude comercial y una violación a los derechos humanos de las personas LGTBIQ+. El estudio se titula "Nada que curar. Guía de referencia para profesionales de la salud mental en el combate a los ECOSIG" y relata experiencias de diversos países, por ejemplo de lesbianas que fueron internadas y obligadas por sus terapeutas a tener relaciones sexuales con varones.

"La homosexualidad, al no ser una enfermedad, no se puede curar, cambiar ni corregir. Toda aquella persona que ofrezca este tipo de servicios a cambio de un pago o contraprestación, ya sea en forma de 'terapia' psicológica, psiquiátrica o coaching, así como de retiro espiritual o actividad religiosa, refleja su desconocimiento científico, demuestra su incompetencia profesional y ejerce un fraude comercial", puede leerse en ese informe.

En 2013 la organización Exodus International, que trabajaba con un enfoque religioso para llevar a cabo los ECOSIG, cerró sus puertas. Su presidente, Alan Chambers, pidió disculpas señalando que las "'terapias reparativas' promovidas por ellos, ofrecían falsas esperanzas a personas homosexuales y que éstas les hicieron mucho daño". En 2016 se registraron en Estados Unidos más de 400 denuncias de organizaciones LGBTIQ+ por estos "tratamientos".

Actualmente, otras organizaciones como Aguas Vivas o Desert Stream siguen funcionando en nuestra región.

Una cruzada de odio y el amor como respuesta

Estas prácticas -dice Gastón- ponen a profesionales de la salud mental al servicio de una "cruzada signada por el odio". El entrevistado considera que "las personas que llevan esto adelante están convencidas de que nuestras identidades están mal y que trajeron la perdición a la Tierra. Es una construcción LGTBodiante que ha llevado a muchos crímenes y al suicidio".

Tras dejar al psicólogo, la experiencia quedó en la vida de Gastón como un hecho del pasado, hasta que hace cinco años una persona le contó que había pasado por una situación similar en Córdoba. "Me lo contó con mucha angustia y me pasó por el cuerpo", recuerda. Fue entonces que él mismo pudo empezar a contar su historia.

"Ahí apareció un personaje, empecé a jugar con eso y a ponerlo en palabras. Fue como una forma de catarsis" dice Gastón, que en su rol de actor de esa forma le dio cuerpo a la obra teatral La Cura. "Pero más allá del arte, sentí que era necesario hacer algo más en términos legales", añade. Ese fue el puntapié de la denuncia.

Tras el dictamen del Colegio de Psicólogxs, Gastón considera que "escuchar nuestros deseos y sentires que son amorosos es lo que nos va a hacer libres". También invita a las "comunidades relacionadas a lo religioso" a revisar estas prácticas, "porque hay discursos asociados a lo religioso que también son profundamente amorosos y tienen que poder leer la contradicción que hay en no poder estar abrazando las formas de existencia de sus hijos, sus hijas, sus amigues tal y como son". Y concluye: "Si el amor puede vencer a esos discursos odiantes realmente se pueden transformar las cosas".

Los fundamentos del Colegio de Psicólogxs

Los hechos vividos y denunciados por Gastón Onetto ante el Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos exceden los dos años desde que fueron cometidos, por lo que están prescriptos en los términos del Estatuto del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe. "No obstante esta circunstancia -dice el Tribunal en su resolución- y dada la importancia que revisten los hechos expuestos, es necesario hacer algunas consideraciones tendientes a visibilizar las prácticas aquí mencionadas y la peligrosidad de que las mismas se lleven a cabo por profesionales de la psicología".

El Colegio argumenta su decisión afirmando que las prácticas utilizadas en las llamadas "terapias de conversión" constituyen una "violación flagrante de los derechos a la autonomía corporal, la salud y la libre expresión de la propia orientación sexual e identidad de género, lo cual se agrava cuando se llevan a cabo por la fuerza, representando además una violación a la prohibición de la tortura y los malos tratos, tal como ha sido receptado en numerosos tratados y convenciones internacionales reconocidos por el Estado Argentino".

En cuanto al impacto en la salud de las personas que se ven afectadas por estas prácticas, el Tribunal enumera “la pérdida considerable de autoestima, la ansiedad, el síndrome, el aislamiento social, las dificultades para establecer relaciones íntimas, el autoodio, la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad, la disfunción sexual, las ideas suicidas y sus intentos, los síntomas de trastorno de estrés postraumático y, con frecuencia, el dolor y sufrimiento físico considerables”.

La medida se basa en el Código de Ética de la Federación de Psicólogos de la República Argentina. El mismo establece que la práctica profesional debe basarse en el respeto de los derechos y la dignidad de las personas.

Para la abogada Paula Spina, "esta resolución es muy importante porque sienta un posicionamiento institucional respecto de una forma de violencia específica que atraviesan las personas LGTB y que hasta ahora había permanecido invisible". Además, agrega, establece un límite ético en el ejercicio de la psicología, que tiene que ver con la no discriminación y no patologización de las personas LGTB. "Esto no fue un hecho individual sino que tiene que ver con una problemática y estructural", agrega la entrevistada.

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