Messi campeón: la mejor escena

En el Mundial más dramático de la historia, el 10 argentino coronó con gloria una carrera inigualable.

La Selección Argentina vivió al borde del abismo y el único lugar del corazón fue la boca. Lionel Messi abrió el camino de la alegría aquel martes 22 de noviembre bien temprano, el reloj en nuestro país nos marcaba las 7.15 y a esa hora ya estábamos pegando el primer grito. El polémico VAR y las posiciones adelantadas no nos dejaron gritar los goles de Martínez. Con mate en mano nos preparábamos para ver cómo liquidábamos el partido en el segundo tiempo. Error, los saudíes nos liquidaron.

El primer partido nos daba la bienvenida a la Copa del Mundo más dramática de la historia.

La montaña rusa de emociones estuvo presente en casi todos los partidos, desde la posibilidad concreta de quedar afuera en la primera fase hasta tener la oportunidad de golear en la final y celebrar la pierna salvadora del “Dibu” Martínez en el último suspiro.

El Mundial fue una síntesis de la vida de Messi con la celeste y blanca. El 17 de agosto de 2005 el rosarino debutaba en la selección mayor de la peor manera, con una expulsión.

Apenas habían pasado 45 segundos del cambio realizado Pekerman en el amistoso frente a Hungría, adentro el pibe de 18 años del Barcelona, afuera Lisandro López. Pero la primera vez que quiso encarar, Vilmos Vanczák lo tomó de la camiseta y el argentino intentó alejarlo con un manotazo que rozó su rostro. El juez alemán Markus Merk compró la exageración del defensor y echó a la Pulga.

Esa primera foto de Messi con la Selección Argentina era una señal del destino. Su arte sería injustamente castigado en varias situaciones. El chico que la rompía jugando en España y deleitaba a toda Europa se opacaba cuando se ponía la camiseta la albiceleste.

Allá recibía los mejores elogios y acá los insultos. Nadie podrá olvidar cómo miles de compatriotas lo trataron de “pecho frío” y hasta de “antipatria” por no cantar el himno. Nadie, solamente sus familiares e íntimos amigos, podrán saber todo lo que lo sufría.

Mientras Lionel Messi jugaba su primer Mundial en 2006 con 19 años y le reprochaban porque miraba para abajo, solo, sentado en el piso al borde del banco de suplentes, Julián Álvarez lo miraba por la tele con sus ojitos de niño de primer grado.

Y llegaba Diego Armando Maradona a su vida: con 23 años iba por su segundo Mundial. Aunque la amplia espalda de Diego podía contener todas las críticas por quedar afuera ante Alemania (4-0), el castigo argentino también le llegó a Lionel y las destructivas comparaciones entre los “10” estuvieron a la orden del día.

Brasil 2014 parecía el lugar indicado y soñado para la gloria eterna. Con Alejandro Sabella en la conducción la Pulga tenía mayor contención, llegaba con 27 años de edad y con un grupo de futbolistas de alto nivel. Otra vez Alemania en el camino, pero ahora en la final, y otra vez la injusta frustración. Después de un gran partido, la Copa lo volvía a gambetear.

Las Copas América de 2015 y 2016 colaboraron para que las críticas le llegaran al centro de su corazón. En Argentina, donde cada ciudadano es número uno, salir segundo es un desastre. Lionel se fue, renunció, volvió y llegó Rusia 2018, la debacle.

La historia reciente es la que empezaron a escribir Chiqui Tapia y Lionel Scaloni con un rumbo claro, y en ese camino está el actor principal: Messi. Al protagonista de la película había que darle el mejor final, trabajar en un proyecto sólido para el seleccionado también es trabajar para que Lionel tenga lo que siempre mereció.

“Messi se merece ganar un Mundial”, esa frase la escuchamos en todos los idiomas, el planeta sabía que la Copa del Mundo lo seducía de una y mil maneras cada vez que la jugaba, pero al final siempre lo esquivaba. Esta vez tenía que ser, la Copa América ganada en el Maracaná fue la mejor introducción para ensayar una escena que no podía fallar.

Y otra vez la seducción de la Copa del Mundo estaba ahí, plagada de hermosas señales de fútbol, con el actor maduro y esplendoroso como un pibe de 20. Ella amagaba que le arruinaba el final en cada partido, pero había un superhéroe con la banderita pintada en el cabello que lo salvaba.

El final, la final, la fiesta, el baile, el actor de esta película dramática estaba gozando de la última y más linda escena de su vida, pero ella le proponía una más. Sí, había una escena más, fue exagerada, ni Alfred Hitchcock le hubiese metido tanto suspenso.

Lionel Messi vivió al borde del abismo, pero eso ya es pasado, hoy vive en el corazón del pueblo argentino.

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