Las hermanas Cati, Ariadna y Cielo al año siguiente de la catástrofe. Durante la inundación, la mamá de la familia Saracio estaba embarazada de Ariadna.

Relato de Cielo Saracio, 9 años en abril del 2003, residente entonces del barrio Arenales.

Mi nombre es Cielo. Actualmente vivo en barrio San Lorenzo, soy encargada de un bar del barrio sur de la ciudad de Santa Fe.

En el año 2003 tenía 9 años, vivía en barrio Arenales con mi papá, mi mamá que estaba embarazada de tres meses y mis cuatro hermanos. En esa época yo iba a la escuela Belgrano, que se encuentra por la Casa de Gobierno. En lo cotidiano me movía más que nada por el barrio, por el Palomar, por lo que se denomina La Olla, que está ahí yendo para Santo Tomé, por el Parque del Sur. En realidad, más que nada nos movíamos por el sur.

Recuerdo muchísimo el día de la inundación, pero de los días previos solamente recuerdo que eran días de lluvia. Recuerdo el sonido de la sirena cuando desbordó el río. De ahí en adelante recuerdo absolutamente todo lo que pasó. Recuerdo el 29 de abril como un día de caos.

Me acuerdo que mi mamá se había levantado a la madrugada porque todos los vecinos estaban entrando cosas a Los Sin Techo, que quedaba en la esquina de mi casa, un lugar donde se daba la copa de leche. Esa mañana, mi papá se fue a trabajar y una de mis hermanas mayores se fue a la escuela, hacía la secundaria en el Normal. Cuando se le informó a mi mamá que se venía la inundación fue ella la que se ocupó de ir avisando a todos mis familiares. Les dijo que empezaran a subir cosas, a guardar, a juntar. Hizo que mi hermana volviera de la escuela y le pidió a mi papá que por favor se volviera del trabajo.

Nosotros veíamos que el agua se iba asomando lento desde la esquina. Todos juntos en familia, mientras estábamos esperando a mi papá, empezamos a subir fotos, televisores, mesas. Teníamos una planta alta techada. Los mismos vecinos del barrio también trajeron muchas de sus cosas. Éramos muchas personas ahí arriba, entre la familia y los vecinos. Y el agua iba subiendo. Me acuerdo cómo entraba por las paredes de block. Cuando afuera ya estaba a una altura considerable y adentro casi no había, empezó a entrar por las paredes. Ingresaba por los huecos porque mi mamá había tapado puertas y ventanas. Lo recuerdo porque a la par íbamos subiendo cosas por la escalera. Ese atardecer llovía, estaba gris, estábamos sin luz y mientras el agua iba subiendo se hacía de noche.

Estuvimos juntos. Siempre estuvimos juntos. Mi mamá nunca quiso que nos llevara nadie, porque iba Prefectura a querer sacarnos así como sacaba a todos nuestros vecinos, de a tandas, de a tres, de a cinco, en los botes inflables. Y mi mamá jamás quiso que nos separemos. Teníamos un vecino que se encargó con su lancha de sacarnos a todos juntos. Además de las dos personas que la manejaban, estábamos mi mamá, nosotros que éramos cinco hijos entonces, mi prima y mi primo. Éramos muchas personas. Nos llevaron a buscar a uno de los chicos que estaba en barrio Santa Rosa. Tengo recuerdos muy borrosos de un momento en el que se estrelló la lancha y casi nos caímos. Y después tengo recuerdos todavía más borrosos de llegar a Santa Rosa, probablemente por la cantidad de agua que había, porque estaba todo tapado, en lo oscuro, en la noche, no sabía qué camino estaban agarrando. Nos terminaron de sacar por calle San Lorenzo y Entre Ríos.

A partir de ahí empezamos a caminar viendo en qué lugar nos podíamos quedar, porque las escuelas estaban desbordadas. Además, estábamos buscando también a los hijos de una de las vecinas, que se los había llevado Prefectura y no sabíamos bien a dónde habían ido a parar. Los habían sacado y por eso estaban divididos por todos lados. Nos fuimos a la iglesia que se encuentra en calle San Martín y General López, finalmente pasamos la noche ahí.

Antes de salir de la casa, mi mamá había agarrado un bolso con leche en polvo y chocolate. Esto me hace emocionar, porque ahora cuando la pienso la veo a mi mamá en su figura de mamá, cuidando a sus cinco pollitos, mientras mi papá se había quedado cuidando la casa, teniendo el agua ya a las rodillas en la planta alta. Me emociona un montón, porque vuelvo a ese día y la veo a mi mamá con esa fortaleza, tan fuerte siempre, cuidándonos a sus hijos, no habiendo dejado que nos lleven por separado y evitando tener que andar buscándonos desesperada. Esa noche que pasamos en la iglesia mi mamá nos cobijó, nos dio leche chocolatada caliente, nos cuidó. Al otro día nos levantamos y había que volver a emprender ese viaje de buscar a los hijos de mi vecina. Ahí ya nos separamos de ella.

Tengo el recuerdo de ver a mi papá vestido con la ropa del trabajo. Mi mamá le decía “¿qué hacés acá? ¿no estabas cuidando la casa?” y mi papá le respondía “me sacaron, me sacaron porque dicen que el agua va a llegar a tapar la planta alta”. En ese momento nos fuimos hasta el Dique, donde está el puerto, a buscar a unos familiares. Eso ya no me acuerdo muy bien. Pero nos encontramos con otra parte de nuestra familia. A ese lugar nos fue a buscar mi tía, llorando, llorando, y nos dijo que vayamos a Alto Verde, a la casa de sus suegros. Allá estaba toda mi familia materna. Nos quedamos unos dos días, pero parecieron eternos. Yo era chica y para mí fue una semana completa la que estuvimos ahí, el tiempo en que no podíamos volver a casa. En realidad, pasaron apenas dos días y ya nos volvimos.

Las hermanas Alba y Cielo Saracio con sus mascotas, años antes de la inundación.

Mi mamá, que estaba embarazada de mi hermana más chica, volvió al barrio a ver cómo estaba todo. La entraron unos vecinos en lancha y cuando llegó vio que la casa era un despelote. Nuestros vecinos habían puesto animales, el agua ya había bajado un poco, estaba todo sucio. Mi mamá ya estaba con ganas de volverse, porque no quería estar en un lugar en el que no se sentía cómoda. Nosotros siempre fuimos muy de casa y mi mamá en casa ajena no se sentía cómoda. Entonces volvió cuando el agua todavía estaba en la planta baja. Se metió a limpiar, a baldear y a tirar lavandina en la planta alta. En un momento volvió a buscarnos y nos dijo “chicos, nos vamos para casa”. Mi tía lloraba y pedía que no nos vayamos. Pero mi mamá agarró a sus cinco pollos y se fue con todos sus hijos encima y con mi papá.

Así que nosotros volvimos a casa con el agua todavía hasta el techo en el primer piso. Para mí, siendo chica, esos momentos fueron lo más maravilloso que pude haber vivido. Porque estábamos nosotros, mi vecino de la casa de al lado, que era el marido de la mujer con la que estuvimos esa primera noche buscando a sus hijos. Había metegol, había carpas en los techos. Nosotros teníamos arriba las cuchetas, todo limpio. Recuerdo que nos traían agua y la comida al mediodía.

Un recuerdo que tengo registrado, súper impactante, fue el de observar a uno de mis vecinos usar un traje de buzo para meterse a ver cómo estaba todo abajo. Después me acuerdo del perro que tenían, que era un cazador, así que comíamos los patos que cazaba. Ellos les tiraban a los patos y el perro se tiraba al agua a cazarlos para traerlos.

Tengo recuerdos super lindos y divertidos de lo que fue pasar la inundación en casa. Después de que pasó todo, cuando el agua bajó y la gente volvió a sus casas, empezamos a recorrer el barrio. Empezamos a ver a la gente sacar sus cosas y vimos todo lo que perdieron.

Mi familia pudo recuperar muebles, en realidad nunca los perdimos. Teníamos todo arriba porque mi mamá fue super precavida y en dos segundos guardó todo. Yo no perdí ni una foto de mi infancia porque mi mamá lo primero que hizo fue subir las cosas al segundo piso para no perder absolutamente nada. Lo que lamento haber perdido en la inundación son nuestras mascotas. Yo me tendría que haber llevado conmigo a mi perrita Clarisa y a los cachorritos que había tenido. Cuando mi papá los dejó en la cucheta durmiendo, cuando tuvo que salir esa primera noche, a ella se le cayeron sus perritos al agua y se ahogaron. Eso es lo único que lamento haber perdido.

Cada vez que llueve me acuerdo de ese momento, cada vez que siento el olor al barro después de que pasaron varios días lloviendo, cada vez que hay humedad. La humedad es algo que odio justamente por eso, porque en nuestra casa no se pudo sacar en años. Sinceramente, es eso lo que me hace volver a ese día con frecuencia. Hoy que estoy contando esto, que está lloviendo, vuelvo totalmente a esos días de lluvia previos a la inundación.

Otra cosa que me hace volver a la inundación es una canción que se llama “Volver a empezar”. Es una canción que al día de hoy me hace un ruido fuerte, esto lo cuento llorando. Me quedó grabada y si hoy la escucho me da esa sensación de lo que vivimos en ese momento, pero porque los medios de comunicación la pasaban constantemente. Los medios todo el tiempo estaban informando y la información que le daban a la gente siempre era muy trágica. Una de las cosas que a mí me quedó es esa canción porque la repetían mucho, la pasaban en el noticiero y sonaba en la radio mientras anunciaban que reventaban en tal lugar y que el agua no se iba, que el agua iba a llegar más arriba, la pasaban cada vez que se hacía una entrevista, cada vez que se hacían tomas, cada vez que mostraban cómo estaban los inundados, cómo seguíamos inundados. Me acuerdo que cuando estábamos en Alto Verde veíamos el noticiero y llorábamos delante de la tele creyendo que lo habíamos perdido todo, incluso nuestra casa, no sabíamos si íbamos a poder volver, era terrible. La tele siempre estaba generando ese pánico y cuando yo volví a mi casa vi que no era así como estaban diciendo. Una vez allá, seguíamos escuchando la radio. Teníamos una radio con antena que al día de hoy ni siquiera usamos porque tenemos celulares. Cuando ponían esa canción le generaban tristeza a las personas que lo habían perdido todo, incluso a familiares, porque había muchos en el barrio que perdieron familiares. Hay una chica que perdió a su hijo en un remolino que se armó por la cancha de Colón. Los medios de comunicación hacían que sea aún más trágico y más triste.

Lo que recuerdo de esa época en relación al papel del gobierno es que a la gente que estaba inundada le ofrecían entrar y salir de los barrios. Nos ayudaban con mercadería, con ropa, con comida. Me acuerdo que mi mamá nos daba mucha leche porque nos dejaban packs. Nos ayudaron muchísimo después dándonos plata para arreglar nuestras casas. Con esa plata que nos dieron para refaccionar la pintamos. Si bien siento que faltó algo, no estuvimos muy desamparados. Nos ayudaron, nos ayudó muchísimo en esa época. Recuerdo que en esos días en que teníamos la casa rodeada de agua veíamos el helicóptero, siempre a la misma hora, entonces sabíamos más o menos qué hora era porque pasaba por casa, sabían que había gente y bajaban cosas.

Principalmente, fuimos nosotros mismos quienes nos ayudamos entre todos a recuperarnos y a superar el impacto. Como vecinos, como familia, nos apoyamos y nos dimos una mano. Como vecinos nos ayudamos muchísimo. Nuestros vecinos fueron quienes nos sacaron del agua, quienes nos entraron después, quienes nos dieron de comer en ese momento. Y nosotros también tratamos de ayudarlos a ellos al guardarles cosas en nuestra casa.

Yo tenía 9 años, así que los recuerdos que tengo del antes y después de la inundación son muy borrosos. En términos generales, puedo decir que de chica jugaba mucho con mis hermanos, con mis hermanas, que tenía una infancia siempre dentro de casa, que iba a lo de mi abuela con mis primos y a las plazas a comer super panchos con mis papás. Esos son los recuerdos que tengo de esa edad. Lo que me marcó muchísimo fue justamente la inundación, que la tengo registrada de punta a punta, desde que empezó hasta que terminó. La tengo como un recuerdo triste y simultáneamente como un recuerdo alegre por las cosas que hacíamos. Dentro de todo la pasamos bastante bien.

Después, considerando los espacios y las instituciones por los que yo me movía, no hubo muchos cambios. Siempre anduve por la zona sur y por el centro que no se inundó. Así que muchas plazas a donde iba, por ejemplo, estuvieron siempre iguales. Lo horrible fue volver a la escuela porque todos habíamos perdido nuestras carpetas. Se nos ayudó mucho desde el Ministerio de Educación. Nos dieron hojas, nos dieron elementos escolares. Las docentes siempre estaban atentas, también ellas habían pasado por la inundación. Entonces, se preocupaban porque había chicos que todavía no habían vuelto a clases y a los que estábamos nos preguntaban cómo la vivimos, qué hicimos, dónde la pasamos.

Me volví a inundar en el año 2007. Ese año fue menos cantidad de agua, fueron muchísimos días menos los que estuvimos inundados, fue una inundación más tranquila. No fue por el río, sino por la cantidad de lluvia que caía y porque los desagües estaban tapados. También nos fuimos de casa, la pasamos en la casa de una abuela que vivía cerca de barrio Roma. Estuvimos con temor a que pase de nuevo lo mismo que pasó en el 2003, por el miedo a inundarnos hasta arriba nos fuimos unos días y después otra vez volvimos a casa, con agua también, hasta que en un momento bajó.

La inundación del 2003 para mí fue algo demasiado importante. Es algo que cada 29 de abril lo siento profundamente. Lo siento por las personas que se fueron junto con eso. Lo siento con temor, con tristeza, pero también lo siento con alegría, porque como pueblo, como vecinos, como familia nos unió muchísimo más. Dentro de todo, nuestra familia siempre tuvo una fortaleza increíble, nuestros vecinos también. Entre todos demostramos que pudimos salir adelante, que la solidaridad entre nosotros nos hizo salir adelante. Ahora incluso, contando todo lo que pasé, lloro, lagrimeo y valoro mucho más un montón de cosas que hizo mi mamá, un montón de cosas que hicieron mis vecinos. Creo que eso también formó a la persona que hoy soy. Vi que dentro de una tragedia somos todos iguales, a pesar de todo lo trágico que pueda ser y de todas las diferencias que pueda haber entre vecinos y familias. En ese momento somos todos iguales.

Entrevistas y edición: Larisa Cumin y Emilia Spahn.

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