El periodismo durante la inundación de 2003

Alberto Hammerly y Carlos Reutemann son insultados en el Hospital de Niños, 29 de abril de 2003. Foto: José Almeida.

La inundación desde la óptica de las y los trabajadores de los medios. Cinco voces que estuvieron en el agua, cinco profesionales que se debatieron entre el deber laboral y la humanidad en un contexto de catástrofe.

El rol de los medios de comunicación de Santa Fe fue determinante durante la inundación de 2003. Dos décadas después se puede observar con mayor claridad hasta dónde el periodismo jugó un papel cuasi estatal para resolver los graves problemas de la ciudadanía, desde encontrar a familiares, gestionar un lugar en un centro de evacuados o conseguir una embarcación para rescatar personas afectadas.

La visibilidad de los medios de la ciudad se fue rescatando y valorando con el correr de los años, pero pocas veces se reflejó, desde los mismos medios de comunicación, cuánto afectó al trabajador de prensa la inundación.

En estas líneas van las sensaciones de 2003 y 2023, los trabajos realizados en un contexto de catástrofe, la ambigüedad del ser humano y el periodista y cada una de las historias que dejarán cicatrices por el resto de cada una de esas vidas.

El agua y la tele

Gastón Neffen era el coordinador periodístico de Cable y Diario, estaba a cargo del noticiero al mediodía y a la noche con el programa “El tema del día”. Como periodista, trabajó durante varios años en El Litoral.

“Es lo más movilizante que cubrí en mi vida. Ver a tu ciudad en esa situación es terrible, además de la inundación en sí, ver al Ejército desplegado de esa manera, los helicópteros y mirar a la gente atravesando ese infierno fue indescriptible”, es lo primero que destacó Neffen en charla con Pausa. “Entré al Hospital de Niños con el agua a la altura de las zapatillas y me fui con el agua por arriba de la cintura. No recuerdo haber cubierto nada tan complejo como la inundación, tiene otro impacto cuando cubrís algo así en la ciudad donde creciste”.

El trabajo en CyD se alteró de manera absoluta: “Recuerdo a uno de los camarógrafos y directores, Fernando Nicola, que nos proponía emitir el material en crudo, era tan impactante y constante lo que nos iba llegando que llegamos a transmitir de corrido, desde el mediodía hasta las 10 de la noche. Nosotros no éramos un canal de noticias de 24 horas. Llegaban los camarógrafos y se emitía el crudo en directo”.

“La inundación me afectó profundamente. Viví situaciones complicadas donde me hicieron replantear un montón de cosas. Cuando terminó todo sentí que me tenía que capacitar mejor para el abordaje de situaciones traumáticas. Me fui a un seminario a Buenos Aires para instruirme sobre la temática y de ahí me quedó una norma profesional: los periodistas no podemos curar ni contener, pero cuando contamos las historias tenemos la responsabilidad de no agravar el daño”.

La radio en el agua

En 2003 Carina Bolatti era una de las periodistas que hacía móviles para LT9. “Mi trabajo comenzó la mañana de ese lunes 28 de abril en el barrio La Tablada, en ese lugar los vecinos habían convocado al móvil de LT9 para denunciar que el agua del Salado estaba ingresando en sus viviendas. Mientras estaba en el extremo noroeste de la ciudad, me entero de que el agua también había ingresado a la planta transmisora de la radio en Recreo”, cuenta la actual periodista de Radio EME.

“El martes (29 de abril) el trabajo periodístico fue caótico, así como el río estaba desbordado, nosotros también. En lo personal sentía que era necesario estar cerca de la gente, al menos para darle la posibilidad de pedir ayuda. A tal punto fue el compromiso con el trabajo en esos días que, a pesar de tener uno de mis hijos muy pequeño (todavía lo amamantaba), sólo volvía a casa para dormir. Sabía que mi hijo estaba bien cuidado y que en ese momento yo era más útil en la calle”, recuerda Bolatti.

Inundada en primera persona

“Gise, tengo el agua en la esquina de casa y estamos viendo cómo sacamos a la abuela”. Ese fue el diálogo telefónico el 29 de abril entre la periodista Gisela Vallone y su madre. La mamá y su abuela salieron, su papá se quedó. “Mientras tanto yo seguía trabajando en la radio, recién a media tarde pude pasar por la casa de mis viejos, en ese momento el agua ya estaba a la altura del dintel de la puerta”, cuenta la periodista que en 2003 era movilera de LT10.

“Mi papá tenía un taller, el de toda su vida, habían quedado autos de sus clientes y todas sus herramientas. Es un hombre de pocas palabras, pero esa vez estaba quebrado, había perdido todo. El agua no demoró tanto en bajar, pero cuando volvimos a entrar a la casa había un gran olor a podrido, todo lleno de barro, los pocos muebles que habían quedado totalmente mojados y la marca en las paredes, señalando hasta donde llegó el agua”.

Sus recuerdos van y vienen. “Yo quería ayudar a mis viejos, pero al mismo tiempo quería estar en la calle para ayudar a la gente, por mi trabajo y mi vocación, yo no podía no estar comunicando lo que estaba pasando. Nosotros éramos un nexo, cada vez que yo paraba en la calle y veían que era el auto de LT10, la gente corría desesperada”.

La periodista se quiebra, respira profundo y dice: “La ciudad era un caos, parecía que nos habían bombardeado, veía que un cuarto de la ciudad salía a la calle y no sabía a dónde ir”.

Las paredes le hablan a Gisela, la herida está ahí, hasta el día de hoy. “Durante varios meses las paredes quedaron sin revoques para poder airearlas, revocarlas y volver a pintarlas sin esa humedad, pero hay una pared, en el pasillo, que la pintan una y otra vez y se vuelve a descascarar, esa pared me recuerda todo el tiempo la inundación, esa pared es la cicatriz que le quedó a la casa” ubicada en Barranquitas.

Entre tanto dolor, flota un recuerdo: “Una de mis hermanas perdió las fotos de su fiesta de 15 años, en otras fotos que todavía están dando vueltas aparecen las otras cicatrices, las que también nos quedaron a cada uno de nosotros”.

El primer y el cuarto poder

“El martes 29 de abril llegué a la radio cerca de las 5.30 de la mañana y a las 6 se apersonó el intendente (Marcelo) Álvarez. Nos dijo que la situación en la ciudad se estaba complicando mucho, se sentó en el estudio y comenzó a relatar lo que estaba pasando y lo que podía llegar a pasar”, recuerda detalladamente el periodista Guillermo Tepper.

El histórico conductor de LT10 afirma en diálogo con Pausa: “Estoy convencido, incluso así lo declaré como testigo ante la Justicia por ese largo reportaje, que el intendente había recibido una pésima información. Nunca se investigó quién o quiénes llamaban permanentemente a su teléfono (en medio de la entrevista) para brindarle información sobre el estado de los barrios”. Y agrega: “Una vez, en una charla privada con Álvarez, me dijo que cuando terminase el juicio me iba a confesar quién lo mal informaba. Lamentablemente esa información provocó que muchos vecinos creyeran que iban a estar salvados”.


Tepper recuerda que una mañana llegó un señor a la radio: “Pidió hablar conmigo, lo atendí y lagrimeando me comentó que su bebé estaba en neonatología del Hospital de Niños y no sabía dónde estaba”. Hace silencio y sigue: “Esa clase de testimonios se repetían y además en ese momento se había caído la antena de LT9, así que LT10 se había convertido en un nexo entre el relato periodístico y la contención social, ante la desesperación de la gente”.

Y al final expresa: “En lo personal, uno no puede desvincular el sentimiento del ser humano con el de periodista. Ningún periodista puede quedar inmunizado frente a una situación de esas características. Con el correr de los días me iban pesando todos esos testimonios que calaban el alma”.

La lección del Salado

Alejandro Pérez estuvo con su cámara de televisión (Cable y Diario) en muchos barrios afectados y centros de evacuados. A partir del voluminoso material obtenido y desde su mirada de documentalista, en aquellos días de 2003 registró imágenes que servirían para un material histórico. “Había una propuesta para hacer una edición especial para fin de año que durara unos 45 minutos, pero con tanto material nos propusimos hacer un documental, que a la larga terminó siendo un documento. Fueron cientos de horas de edición, fue gran trabajo que me llenó de satisfacción, emocionalmente fue tremendo, tuve que revivir toda la catástrofe. En lo laboral, fue lo más importante que hice”.

Ese documento audiovisual se llama La lección del Salado, un enorme trabajo comunicacional e histórico que lo comparten laboralmente Alejandro Pérez, María Víttori y Guillermo Dozo.

“No se habla tanto de la muerte, de las personas que fallecieron ahogadas, las que murieron a raíz de enfermedades generadas por la inundación y de las que se suicidaron”. El dolor y la indignación de la injusticia se hace presente en cada palabra del realizador audiovisual.

“Los funcionarios te mentían, hicieron negocios con la comida y ellos saben que murieron muchas más personas de las que siempre dijeron”, completa Pérez.

Así se vivió la inundación de 2003 desde los sentidos de los comunicadores, tan santafesinos y humanos como las fotos que ya no están y ese daño que nos quedó.

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