Lo que necesita el Tate: más Unión

Unión sigue envuelto en un conflicto institucional y futbolístico. El último puesto en la tabla y volver a pelear el descenso picaron las aguas rojiblancas. Una historia en caída, pero a tiempo de recuperación.

“Este es el camino”, decía el ex entrenador de Unión Gustavo Munúa luego de cada partido. La frase se repetía, los malos resultados también. Con muy poca autocrítica en las conferencias de prensa el uruguayo remarcaba la frase del “camino” y aparecía con énfasis, una y otra vez, la palabra “proyecto”.

En octubre del año pasado publicábamos una nota que se titulaba Sigue el proyecto o ganan los malos resultados. Y en un párrafo de ese artículo se leía: "El proyecto es consolidar a los jugadores surgidos de las inferiores con el sostén de otros de mayor experiencia, en ese camino la idea es apuntalar un estilo de juego y vender uno o dos jugadores por año para sostener el plan desde lo económico. 'Hay que apoyar a los juveniles, a los de experiencia y al entrenador. La institución tiene en claro el camino que queremos caminar'", declaraba Roberto Battión, por entonces a cargo de la Secretaría Técnica del Tate.

A los pocos días, mientras disfrutábamos de la tercera estrella mundialista lograda por la Selección mayor de fútbol, en la intimidad del club rojiblanco no había nada para celebrar; al contrario, todo comenzaba a ponerse más tenso, las diferencias entre la dirigencia, el cuerpo técnico y la secretaría técnica se ahondaban.

Aunque la fiebre del Mundial de Qatar hacía olvidar el pobre rendimiento tatengue y la despedida del año 2022 con una dura goleada ante Central Córdoba de Santiago del Estero en el Estadio 15 de Abril (1-4), puertas adentro todo iba a contramano del clima festivo en celeste y blanco.

Camino al fondo

“El proyecto” (absolutamente discutible e inviable en la gran mayoría de los clubes argentinos) se fue al tacho en el verano. Las diferencias entre el Munúa y Battión se hicieron insostenibles, la acumulación de malos resultados, las discrepancias para contratar jugadores y la economía del club provocaron una rotura absoluta de la relación tripartita: DT (Gustavo Munúa), secretaría técnica (Roberto Battión) y presidente (Luis Spahn).

A fines de febrero, cuando ya se habían jugado cinco fechas y Unión todavía no había ganado un partido, Luis Spahn aceptó la renuncia de los integrantes de la secretaría técnica. Gustavo Munúa, que recién había firmado su contrato unas horas antes de jugar el clásico (19 de febrero, fecha 4), se quedaba con todo el poder para tomar las decisiones futbolísticas. Pero ese poder apenas duró el mes de marzo, o sea, cuatro partidos más, de los cuales ganó y empató uno y perdió dos. Luego de la derrota con River se terminó el ciclo del uruguayo.

¿Qué dejó Munúa?

El entrenador charrúa dirigió 71 partidos, ganó 22, empató 19 y perdió 30, lo que da una efectividad del 39,91%. Lo más difícil de entender fue el sostén que le dio la directiva tatengue al entrenador durante tanto tiempo, ya que los números en el torneo argentino, desde el 16 de abril de 2022 hasta el 31 de marzo de 2023, fueron un desastre: jugó 43, ganó 9, empató 12 y perdió 20. En el medio de esa debacle también perdió en la segunda ronda de la Copa Argentina (1-2 ante Banfield).

Ante la pregunta matemática de por qué hoy Unión pelea el descenso, la respuesta se encuentra en los números del renglón anterior.

Esto no quiere decir que Munúa sea el único responsable de la difícil realidad que atraviesa el Tate. Vale destacar que el uruguayo llegó en octubre de 2021, lo metió a Unión en la Copa Sudamericana 2022 con un clásico que ganó de manera brillante (3-0), empezó la temporada 2022 con una victoria resonante ante el River de Gallardo (1-0), le dio estabilidad a varios juveniles que terminaron por asentarse en Primera División e hizo una muy buena primera fase en la Sudamericana.

Gustavo Munúa estuvo 18 meses en Unión, pero su etapa aceptable se reduce al primer tercio, ya que el último buen resultado de la mano del uruguayo fue en mayo de 2022, cuando le ganó a Junior en Barranquilla. El 4-0 en Colombia le sirvió para clasificar a la segunda ronda de la Sudamericana, etapa en la que quedó afuera ante Nacional de Montevideo.

Pasando en limpio, los números del uruguayo fueron malos, lo dejó al Tate en la pelea por el descenso y también se encargó de quebrar la relación con la secretaría técnica. O sea, si es verdad que hubo un “proyecto”, eso terminó muy mal y demasiado rápido para lo que significa esa palabra.

Del bronce al barro

Luis Spahn llegó a la presidencia de Unión en el año 2009, tomó un club endeudado, con una importante crisis institucional y el fútbol profesional en la Primera B Nacional. El empresario santafesino pudo acomodar las tres situaciones, la institución se ordenó, los números empezaron a cerrar y en 2011 llegó el ascenso, aunque volvió a bajar y subir en 2013 y 2014 respectivamente. Desde el 2015 en adelante el Tate se consolidó en Primera y hasta llegó a jugar la Copa Sudamericana de los años 2019, 2020 y 2022 (las primeras en sus más de 110 años de historia).

Desde lo político e institucional Spahn les sacaba jugo a esos años, en cada elección el presidente tatengue ganaba con holgura y muy pocos ponían en duda su conducción al frente del club. Algunos comenzaban a objetarle los problemas de comunicación para saber con exactitud cuánto dinero puso el propio Spahn en Unión y cuánto dinero recuperó, de la misma manera que comenzaron las polémicas económicas sobre las deudas de las ventas de jugadores, como fueron los casos de los hermanos Pittón a San Lorenzo y Damián Martínez a Rosario Central.

Los logros alcanzados por ingresar a las primeras copas internacionales tenían un conductor: Leonardo Madelón. El ídolo tatengue, con un plantel no demasiado extenso, se las arreglaba para jugar con un equipo competitivo, pero en un par de oportunidades cayó en el mismo problema, le desarmaban el plantel y no llegaban jugadores de jerarquía.

En Unión, desde la temporada 2020, comenzó a tener más fuerza una frase: “Hay que dar un salto de calidad”, y esas palabras se escucharon a mayor volumen cuando el vecino (Colón) salió campeón en 2021.

La pandemia del coronavirus (2020-2021) para Unión terminó con la estadía de Madelón, llegó Juan Manuel Azconzabal y el plan fue jugar y promover juveniles. Apareció el famoso “proyecto” de la mano de la secretaría técnica (Battión-Amut), se fue Azconzabal por malos resultados, llegó Munúa, se fue la secretaría técnica, se fue el uruguayo y acá está Unión, con Sebastián Méndez tratando de darle rumbo a un barco a la deriva.

Lejos de brindarle calidad, la venta de jugadores importantes (Gastón González, Juan Ignacio Nardoni y Juan Carlos Portillo), la falta de jerarquía en los futbolistas que llegaron y los errores de Munúa lo pusieron a Unión en la lucha para no descender.

Complejidad y unidad

La situación se hizo más compleja porque no solo se trata de un problema futbolístico, en Unión todo se agravó porque el escenario institucional y político se perturbó por falta de resultados y problemas económicos. Y en esa descomposición aparece en la vidriera la no aprobación de memoria y balance de una asamblea que se truncó en octubre de 2022 (todavía no tiene fecha de realización), un equipo que marcha último, obras que nunca se terminan, fuertes cruces políticos y algunos hechos de violencia que se vivieron en los últimos partidos de local.

Ante esa situación apremiante el presidente llamó a los referentes de las tres agrupaciones opositoras. Se reunieron el pasado 18 de mayo, todos la tildaron de “positiva” y, desde ese momento, indicaron, están en contacto para bajar el nivel de conflicto político y trabajar más unidos para sacar a Unión de este momento crítico.

No caer en el descenso es la meta más urgente, mientras tanto la palabra “unión” tiene que ser la principal soga para tirar hacia adelante, lo que no quiere decir que se terminen las diferencias ni los cuestionamientos, simplemente un “alto” al conflicto político y a poner todas las energías para sacar al Tate del fondo del mar.

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