Hermanas, el país nos necesita ahora

“Patriarcado, el que tengo acá colgado”, dicen los seguidores de Milei. Como ya pasó en Brasil, España y Estados Unidos, mujeres y diversidades son el dique de contención ante el avance de la ultraderecha.

Si estuviéramos en el siglo XIX, tan anhelado por Javier Milei por las ideas liberales de Alberdi, seguramente él ya sería presidente. Los hombres “calificados”, los únicos habilitados para decidir, lo hubieran ungido con tal honor.

Puede sonar contra fáctico afirmar esto, pero no tanto. Si hoy en nuestro país sólo votaran los varones, como era hasta 1947, no habría balotaje este 19 de noviembre porque el libertario hubiera arrasado en primera vuelta. Los números lo demuestran: casi el 45% del padrón femenino se inclinó por Sergio Massa entre los cinco candidatos que estaban en competición en la elección general del pasado 22 de octubre. Hagan la cuenta.

Se decía en la previa del domingo 22 de octubre, y sigue vigente hoy a pocos días del balotaje, que las mujeres definen esta contienda electoral. Y las mujeres, en su mayoría, no están votando a Milei. No están votando a Milei como tampoco votaron a Donald Trump en Estados Unidos (el 56% de las mujeres votó a Joe Biden), a Jair Bolsonaro en Brasil (el 51% eligió a Lula Da Silva) o a la alianza del Partido Popular y Vox en España (el 56% votó al PSOE).

Si tu cambio es eliminar los derechos que con tanta lucha y dolor conseguimos, no nos interesa, parece ser el denominador común para que las mujeres no se inclinen mayoritariamente en las urnas –como sí lo hacen los varones– por las opciones de ultraderecha.

No perder lo conquistado

Desde 2015 los feminismos argentinos copan masivamente las calles. Comenzó con el reclamo básico y vital de que no nos maten, pero siempre fue por más, por todas las deudas que la democracia tenía con las mujeres y diversidades, con la construcción de una sociedad más justa e igualitaria: el aborto, la Educación Sexual Integral, el reconocimiento de las tareas de cuidado, la brecha salarial, la paridad, el cupo laboral travesti-trans, la transversalidad de la perspectiva de género en las políticas públicas, entre otras históricas y nuevas demandas.

Esa irrupción en la agenda pública, y privada (de los hogares, los amigues y las parejas), cambió los términos en los que mujeres y diversidades se plantan ante las situaciones cotidianas de desigualdad y violencia. Se autoperciban feministas o no, hay cosas que ya no se dejan pasar. Y esa es una de las grandes conquistas de estos años de lucha, movilizaciones, paros y encuentros de los feminismos plurinacionales.

Si hoy un candidato, una fuerza política toda, enarbola las banderas más rancias y obvias del machismo y el patriarcado, y amenaza los derechos conquistados, parece claro que por ahí no va a ir el voto femenino.

Sin lugar en esa manada

Las imágenes de los mitines de Milei son elocuentes en cuanto al tono de sus propuestas –o al menos lo eran antes de la sociedad con Mauricio Macri– y la composición de sus seguidores: imágenes de explosiones y destrucción, motosierras, gritos y mucho varón, mucho. Encontrar mujeres en las fotos de esos cierres de campaña es casi un “dónde está Wally” del horror.

Tratar de comprender por qué las propuestas, el tono y la estética de La Libertad Avanza no son convocantes para el electorado femenino, requiere de un análisis más profundo del que podemos hacer en estas líneas, pero hay algunas puntas bastante claras que podemos esbozar.

Antes de adentrarnos en las propuestas específicas, hay algo de la concepción del mundo que Milei viene a proponer que, creo, nos deja fuera de interpelación a las feminidades: el individualismo, la destrucción de los lazos de solidaridad, de comunidad.

Si algo ha caracterizado a los feminismos, transfeminismos, a la comunidad LGBTIQ+, es justamente la necesidad de hacer comunidad para sobrevivir. Comunidad cuando las familias te expulsan por puto, torta o trava; comunidad cuando la violencia de género te aísla; comunidad cuando hay que darle de comer a los pibes en los barrios; comunidad cuando hay que inventarse el trabajo para sobrevivir cada día.

Y la presencia del Estado en esas redes de comunidad no es menor: los programas de apoyo económico a emprendimientos, los botones antipánico y las casas de amparo, políticas como la ESI que buscan terminar con la discriminación y los estereotipos de género, el Potenciar Trabajo que cobran las cocineras de los barrios, los incentivos para contratar poblaciones históricamente excluidas, las moratorias jubilatorias que dan un sustento a nuestras viejas tras toda una vida de cuidados no reconocidos.

Y la presencia del Estado, ese que Milei quiere destruir porque es el pedófilo en un aula de infantes envaselinados, sigue siendo clave aun cuando falla, porque es el lugar adonde se dirigen los reclamos y se exigen políticas, medidas y recursos.

No necesitamos probar cómo sería el mundo sin el Estado. Ya pasó, ya lo vivimos en los 90 con las políticas de Carlos Saúl Menem (el presidente preferido de Milei) con las privatizaciones, la apertura total de importaciones, la quita y ajuste de todos los regímenes de protección y promoción y la desregulación general de los mercados. Todo eso dejó a millones de argentinos y argentinas sin una oportunidad y al país sin industrias, sin infraestructura ferroviaria y con los principales sectores estratégicos enajenados. No hay nada nuevo en las propuestas de La Libertad Avanza, solo las viejas oportunidades de negocios para los mismos de siempre.

Todo lo que no

Todo eso por lo que venimos luchando las mujeres y diversidades de este país hace décadas, que debatimos y organizamos desde hace 36 años en los encuentros plurinacionales, que llevaron a conquistas históricas –reconocidas e imitadas por el mundo– como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género o el derecho al aborto, no son parte de la agenda de La Libertad Avanza. Aún más, ni siquiera son reconocidos como derechos y ese es un retroceso que no nos podemos permitir.

“Patriarcado, el que tengo acá colgado”, decía una de las remeras que los seguidores de Milei mostraron con orgullo en el cierre de campaña antes de las generales. La negación de esa realidad, del patriarcado como un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo lo considerado femenino, así como de las infancias, es la base sobre la que se edifican algunas de las propuestas de LLA.

Javier Milei niega que exista la brecha salarial de género, niega lo que la ciencia y los estudios sociales ya reconocieron: las mujeres trabajamos menos horas en promedio en empleos remunerados porque nos hacemos cargo mayoritariamente de las tareas de crianza y cuidados, que es trabajo, pero no remunerado. El Nobel de Economía de este año fue, justamente, para la estadounidense Claudia Goldin, quien con un relevamiento de más de 200 años de datos de su país puso en evidencia los distintos factores que incidieron en las diferencias de género en los ingresos y en las tasas de empleo.

La eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad no tiene que ver sólo con el rango de las políticas de género. Para Milei, “esto no se trata de un derecho, se trata de privilegios”. Ayudar a las mujeres a salir de entornos violentos, sostener a les hijes que quedaron huérfanos víctimas de femicidios, las asesorías jurídicas, capacitar en género para crear sociedades menos violentas, apoyar emprendimientos de mujeres y diversidades en situaciones de vulnerabilidad, investigar para dar respuestas y planificar intervenciones, entre tantas otras políticas que se llevan adelante desde ese Ministerio, para Javier Milei son privilegios.

Privilegio es el derecho al aborto, a que se reconozca tu identidad autopercibida, a que las infancias reciban una educación libre de estereotipos y con la información necesaria para reconocer violencias y abusos. Privilegio es que puedas acceder a una moratoria jubilatoria tras toda una vida de cuidar a tus hijos, tu marido, a los enfermos y ancianos de la familia, para que otros puedan salir a trabajar fuera de casa. Privilegio es que puedas recurrir a la salud pública si tu hijo tiene una cardiopatía congénita, si necesitás vacunas o la leche de fórmula para tu bebé. Privilegio es que puedas acceder a los medicamentos antirretrovirales si convivís con VIH-sida y no tenés cobertura social.

Más democracia, mejor Estado

En Estados Unidos y Brasil las mujeres salvaron a sus países de un segundo mandato de Trump y Bolsonaro. En el medio hubo retrocesos en derechos, persecución y muertes. Argentina puede ser la excepción y ni siquiera asomarse al abismo ultraderechista que propone Javier Milei.

Sí: todes queremos un país con mayor estabilidad económica, mejores salarios y menos inflación. Pero no vamos a dejar todos los derechos ganados en ese camino. La solución, ya lo mostró la historia, nunca es menos Estado. En todo caso es un mejor y más eficiente Estado. Hacia ese horizonte tenemos que caminar y eso se construye con compromiso, militancia, comunidad y más democracia, nunca con menos.

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