Estudiantes y docentes de la Mantovani colmaron la Peatonal y calles circundantes de colores y ritmos, para conmemorar con una caravana el 85º aniversario de la institución, mientras los transeúntes ocasionales y los vecinos de la zona se dejaban atrapar por su energía arrolladora.
Hubo disfraces, hubo batucada, hubo un baile ubicuo. Nadie podía escapar a esa caravana del amor y la alegría, aunque lo intentara. Los peatones miraban, primero sigilosos, y a los pocos segundos involucrados. No podían evitarlo: sonreían, hacían exclamaciones ("¡qué lindo!") y luego sus pies, no siempre voluntariamente, se movían.
Es el año del 85º aniversario de “la Mantovani” (como es conocida) y la comunidad de esa escuela de artes visuales tenía que celebrarlo como mejor sabe hacerlo: con sus manos, que crearon los disfraces más variopintos, y con sus cuerpos, que se apropiaron del espacio público al ritmo de los tambores. Pero no eran cientos de loquitos de fiesta: esta fue una alegría organizada, pensada, diseñada, con mucho trabajo detrás.

Tusi, la One de la Mantovani
Su nombre de pila es Vilma, pero ni siquiera ella lo recuerda bien. "En realidad me llamo ‘Tusi’, porque toda la vida me llamé ‘Tusi’", dice, y así es como todos la registran: Tusi Horn, la directora más copada en la que se pueda pensar, la señora disfrazada de flor, la mujer de pelo corto y canas platinadas que encabezaba la columna de varias cuadras, la que bailaba entre líneas con sus piernitas cortas, la que lideró esta hermosa locura pedagógica.

“Esta fue la terminación de una fiesta que empezó hace tres semanas, que fue cuando empezamos a producir. ¡¿Viste la maravilla de esos trajes?! Las banderas… Todo eso fue una fiesta dentro de la escuela. Porque se hizo trabajo corporativo, colaborativo entre los docentes, los estudiantes. Todos participamos de esto. Entonces, esa fue la fiesta”, le dijo orgullosa a Pausa, a minutos de terminada la caravana, ya ataviada con sus ropas normales y con esa sonrisa calma que rara vez pierde.
La actividad no surgió así nomás, sino que “tiene un fondo conceptual vinculado con el arte, el ambiente, la naturaleza y la educación. Entonces, durante los momentos de los preparativos, de la producción, se trabajaron mucho esos conceptos, que dieron un marco a lo que después fue la producción artística”, explicó, y remató: “Esto fue un proceso educativo”.
Gabriel Cimaomo, regente del establecimiento, también aportó a la charla. “En realidad es una intervención urbana, colectiva y colaborativa, que está atravesada por el mismo eje conceptual que trabajamos en nuestro proyecto institucional desde el año pasado y hasta el año próximo, que se llama ‘Mantovani florece’”.
“Esto atraviesa todas las disciplinas. Desde todas las materias abordamos algo vinculado con este tema”, cerró Tusi.
El juego, el cuerpo, la pertenencia
—Hubo también acá una cuestión de reivindicar la alegría y lo lúdico.
—Ay, sí. Que hace tanta falta, ¿no? Y la unión, lo colectivo. Otra vez recordar que somos un grupo. Una comunidad.
Tusi fue primero alumna de la Mantovani, en 2000 empezó como profesora, y en 2019 asumió el cargo de directora. “Es una escuela muy importante en formación artística. A pesar de lo que vos ves, estas payasadas, es una escuela donde se trabaja muy seriamente. Y bueno, yo la adoro a esta escuela”.

Esa adoración, ese amor, se traslada de arriba abajo. Como en todos los ámbitos.
—Lo que yo vi, que no lo veo mucho en otras escuelas, es un gran sentido de pertenencia de los chicos.
—Sí, es así. Bueno, estas cosas son las que generan el sentido de pertenencia. Esta alegría de disfrutar juntos.
—Vi también la necesidad de apropiarse del espacio público.
—Sí. Y del cuerpo. Del propio cuerpo. La importancia del cuerpo. ¿Cómo participa el cuerpo? ¿Cómo se pone mi cuerpo en estas acciones?
Las preguntas son retóricas pero se puede ensayar una respuesta: dándolo todo; así es como se pone el cuerpo, o al menos como lo pusieron docentes y alumnos, en esta acción en particular. Nunca menos: todo.
La caravana se reunió en la esquina de la escuela, en 9 de Julio y Moreno, pasadas las 18:00 del viernes 26. Desde allí caminó hasta San Martín y se dirigió hacia el norte, hasta llegar al Museo Municipal “Sor Josefa Díaz y Clucellas”. Los cánticos eran a capella: “¡Man-to-vani, Man-to-vani!”, “Que los cuuumpla la Maaantooooo…”, “¿La Manto está?” ¡Aquí está!”. Pero entonces se pidió silencio. Y ahí sí que se picó, porque llegaron los pibes de El Birri para romperlo con su batucada. Y la comunidad de la Mantovani explotó.
Los ritmos, los colores, la alegría duraron hasta el fin del recorrido (en la puerta de la escuela) y más. Los dueños de la cantina se pusieron la 10 e hicieron pizzas y otras vituallas porque muchos alumnos y profesores querían extender ese compartir, ese estar, ese arrullarse mutuamente en el amor por una misma institución. Esa alegría incalculable. Charly lo dijo alguna vez: la alegría no es solo brasilera. Y al menos este día, el de la caravana, sin dudas que la alegría fue toda, toda, de la Mantovani.
Fotos: Diego Gentinetta










