Ganó Trump y lo que viene es recesión y saqueo. Perdió la democracia y a 12 millones de argentinos no les importa. En un país donde el gorilismo predomina, ¿el peronismo unido siempre será vencido?
Disculpen el rodeo pero vale la pena. ¿Cuánto vale un país? ¿Acaso su precio coincide con su PBI? Si así fuera el precio de venta y por supuesto de compra sería de unos $775.965 millones. Cualquier comprador avezado, con pesos o dólares en mano, pediría que le descuenten la deuda pública, que actualizada suma unos $466.686 millones. Entonces el precio serían unos $309.279 millones exactos. Pero resulta que el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica aprovechó la desesperación por dólares para pisar la inflación del gobierno libertario (un “país muerto” en boca de Trump), y se ganó la segunda nación más imparte de Sudamérica por apenas 20.000 millones de dólares, que es el monto del swap que Scott Bessent confirmó hace una semana.
La pifia de percepción, el desfase de la épica peronista es de tal magnitud que a la otrora invencible consigna de Braden o Perón, más del 40% del país le respondió: Braden, es decir Bessent, o sea Trump. Colonia sí, peronismo no. Décadas de pedagogía estatal y paraestatal antiperonista han consolidado mucho más que un tercio de los electores, de compatriotas que serían capaces de soportar cualquier cosa (bajos salarios, jubilaciones miserables y jubilados apaleados, opositores deshumanizados, corrupción expuesta y hasta narco candidatos) con tal de “que no vuelva el peronismo”, ese régimen con el que “se estuvo mejor” pero no importa.
El antiperonismo consolidado que redondeó un 40,74% no representa una cifra novedosa, incluso está por debajo del promedio histórico del voto antiperonista desde 1946 y hasta la actualidad, que en 13 elecciones ejecutivas promedia el 46,38%, con picos descomunales en 1983 (51%), y los balotajes de 2015 y 2023 (51% y 55%). Incluso con un padrón que creció en 2,8 millones de personas entre 2017 y 2023, la Alianza retro civilizatoria que conduce Javier Milei sacó 1.2 millones de votos menos que Mauricio Macri, pero le sobró para volver a ganarle al peronismo.
No es el gorilismo lo que crece históricamente sino que es el peronismo lo que decrece en su potencia electoral y de irradiación cultural, sin remedio y sin pausa. Y este derrotero pasa debajo del radar pese a su contundencia, sobre un telón de fondo en el que también decae dramáticamente la participación electoral de los y las argentinas.
Para no desplegar un cuadro muy amplio, grafiquemos esa secuencia situando el punto inicial en el fin del ciclo kirchnerista, incluyendo ejecutivas y legislativas en la misma infografía con tres variables: la cantidad de electores habilitados, el nivel de participación electoral y la cantidad de votos peronistas resultantes de sumar todas las expresiones que se presentaron como tales.
El padrón de electores entre 2015 y 2023 sumó 3.869.147 nuevos votantes. En ese mismo lapso el peronismo perdió 7.148.512 millones de votos si sumamos los votos que sacaron Scioli y Massa (hoy un armador indudable de Fuerza Patria) en la primera vuelta de 2015.
En ese lapso el peronismo nunca hizo un balance productivo y constructivo de la experiencia kirchnerista, ni tuvo un proyecto que no fuera cumplir con el programa del FMI, repartiendo un poco mejor las cargas del ajuste y amnistiando a quienes endeudaron gravemente el país y encarcelaron a su principal figura política. De hecho, este resultado acaba de cerrar la fugaz ventana de oportunidad parlamentaria que le brindaban los errores de Milei, que llegará a 2027 sin riesgos de que ninguna mayoría agravada lo ponga en el banquillo del juicio político y muy cerca (40 puntos o más, diferencia de 10 sobre el segundo) de ganar en 2027 en primera vuelta y haciendo lo mismo que hasta ahora.
Si bien ganó el Frente de Desertores Electorales con 12 millones de votos, más de 9 millones de argentinos y argentinas confirmaron que mientras la oposición pensaba que el gobierno estaba perdiendo, en realidad estaba ganando; que mientras los dirigentes, opinólogos, encuestadores y militantes del peronismo aglomerado coreaban el jingle “Alta coimera” y celebraban la fórmula de Perón en Puerta de Hierro para volver al poder (“Yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos”), la repostera del 3% que en Rosario gritaba desencajada “kuka tirapiedra” armó un partido nacional en un año y medio y le volvió a ganar. Como esperamos se vea claramente, un proyecto de país, un programa de gobierno, un sistema de gestión ordenado, no son ni una lluvia de memes, ni un festival de jingles.
Dato no menor. Pasaron 18 años entre esa célebre frase y la vuelta de Perón al poder, con proscripción, decenas de miles de encarcelados, torturados y muertos, un retorno fallido en 1964 y en el tramo final había un programa: traer a Perón para el socialismo nacional. Volvió a otra cosa, no pudo ordenar las luchas internas y fraticidas (intervino trágicamente en ellas) y aquí estamos, con perdón de la elipsis.
Así las cosas, la Alianza para la crueldad que gastó más de 90 millones de dólares para hacer populismo financiero y llevó un candidato promovido por un traficante de drogas en el principal distrito electoral nacional, se quedó con el triunfo en 16 provincias, quedó a pocos votos del quórum propio de 105 diputados (93 violetas + el PRO), con 10 radicales en busca de un autor, 7 legisladores de Innovación Federal y 12 legisladores de gobiernos provinciales; todos disponibles en la mesa de saldos y oportunidades.
En el Senado, La Libertad Avanza ganó en seis de los ocho distritos que renovaban su representación y trepará, a partir del 10 de diciembre, a un total de 20 senadores, a 5 del tercio con el que podría blindar cualquier veto.
¿Macri? Víctima de una relación inversamente proporcional: mientras sube el precio de las milanesas que se fritan en la Rosada, el de Mauricio bajó considerablemente.
Violeta o azul, el resto no pinta peronismo
Observando la performance de Fuerza Patria en su principal bastión electoral, cómo no entonar “todo se construye y se destruye tan rápidamente, que no puedo dejar de sonreír”. En poco más de un mes y con casi 240 mil votantes más, el peronismo perdió 302.961 votos (-7,8%) y la lista encabezada por un colorado propioculista con 14 sociedades offshore y una ex vedette que dice que “El kirchnerismo es una enfermedad mental”, ganó 850.030 votos (+23,5%). El peronismo, sin campaña unificada y suponiendo que Espert y la sórdida guerra entre Sebastián Pareja y Santiago Caputo sepultaban la boleta libertaria, perdió menos de lo que ganaron los libertarios. Y perdió, por medio punto pero contra un Santilli que hasta hace dos semanas hablaba de que perder por 8 puntos era digno de festejarse.
Cristina bailó sobre una derrota nacional del peronismo sosteniendo emocionalmente a quienes se sienten conducidos por ella. ¿Se repetirá la intervención al gabinete de Kicillof de 2021? Por ahora pesa menos perder que tener razón.
En 50 días el triunfo que establecía un punto de inflexión hacia un futuro venturoso se pulverizó y Axel Kicillof pasó de ser el “genio que desdobla y gana” al candidato fallido que “desdobla y pierde”. Y el peronismo, esa potencia resiliente que retornaba para retomar un legado congelado hace 10 años, resulta que como dice García “no caminó (lo suficiente) por barrios suburbanos” y encabezado “por un hombre decente”, al menos cuantitativamente y desde hace un largo tramo “nunca avanza, camina de costado”.
Pero hagamos algo esquemático pero necesario para los lectores que coleccionan afanosamente editoriales y columnas de opinión, para mitigar angustias y explicar este urnazo libertario. Sistematicemos las razones de una derrota multicausal y repartir mejor la cobranza:
1. Exitoso populismo financiero que baja el precio del dólar y contiene la inflación en un dígito bajo.
2. Eficaz y terminal amenaza del presidente de los Estados Unidos, acerca de que si no hay Milei, no hay rescate y todos moriremos.
3. Notable sedimentación de la prédica antiperonista y 10 años defensa institucional y compartida del legado kirchnerista sin balances apropiados de ninguna de las dos derrotas: 2015 ni 2023.
4. Al hilo del punto anterior, cambio civilizatorio que produce cosas como “antes estaba bien, ahora mal, pero elijo seguir sufriendo para ser próspero y feliz en algún futuro”. Cualquier parecido con la promesa salvífica de las religiones, es una aviesa coincidencia.
5. Persistencia de la contradicción de “aplicar el programa del FMI con reservas para la liberación nacional”. Las dos cosas juntas imposible.
6. Axel desdobló y muchas y muchos dirigentes peronistas prefirieron tener razón a ganar. Pasaje del slogan “la patria es el otro”, a “la culpa es del otro”, básicamente de Kiciloff.
Nos gustaría no decir que lo que viene, de no mediar inconvenientes, es más recesión, salarios registrados y no registrados perdiendo contra una inflación mal medida pero baja, más pérdida de soberanía económica y por lo tanto también política y saqueo de nuestros recursos naturales por parte del gobierno norteamericano y los principales bancos y fondos de especulación financiera, liderados por JP Morgan y Black Rock.
Nosotros no abonamos las teorías centrífugas de que todo lo que no es peronista no cuenta o resulta irrisorio, pero la brutal polarización de las legislativas deja claro que la pelea es entre dos modelos, sin importar cuántas expresiones con ínfulas de terceras o cuartas fuerzas se posteen. Es por eso que, incluso en una derrota casi en toda línea y distrito, todavía mucho depende de la inteligencia y la capacidad de no seguir implosionando y reinventarse del peronismo y los aliados que pueda imantar en los próximos dos años.








