La elección del 26 de octubre es las más importantes de los últimos 10 años. Según el resultado, el dominio colonial de Estados Unidos puede (o no) adquirir una profundidad desconocida. Además, están las reformas sobre las que el colaboracionismo ya adelantó su apoyo.
Este domingo se juega hasta qué punto puede quedar atrapado el país en el dominio del imperio en definitivo declive global. El plan libertario estaba hundido ya cuando fue a pedirle la escupidera al FMI, en abril. Ni siquiera pudo aguantar seis meses más. Como resultado, hoy el gobierno nacional está disuelto como tal: el último mes las principales medidas económicas fueron anunciadas directamente por el Tesoro de Estados Unidos, vía Twitter. En consecuencia, votar en favor de La Libertad Avanza o de cualquiera de las expresiones alternativas colaboracionistas es votar en favor de Estados Unidos y en contra de Argentina.
Gracias al colaboracionismo, Javier Milei pudo hacer una serie de reformas cuya profundidad pocos gobiernos lograron. Con menos de 40 impresentables, circenses, ignorantes diputados propios, Javier Milei obtuvo todas las victorias legislativas que necesitó.
Fueron apenas dos movimientos legislativos –la aprobación de la Ley Bases y el no veto al mega DNU– pero ambos textos transformaron decenas de leyes de un saque. Los efectos son innumerables, todos negativos: vaciamiento del Estado, privatizaciones de empresas estratégicas, destrucción del sistema científico y tecnológico y más.
El colaboracionismo no ve con malos ojos que en todo su gobierno Javier Milei haya hecho un uso absolutamente discrecional de los fondos públicos. Argentina lleva dos años sin presupuesto y, extrañamente, no es motivo mayor de escándalo entre quienes se postulan como garantes de la institucionalidad. La gestión fagocita fondos que se recaudan con fines específicos, por ley, sin dar cuenta de qué hace con el dinero: allí está la plata de los ATN o el impuesto a los combustibles asignado a Vialidad o los fondos del Incaa, que se pagan con la entrada al cine. A nadie rinde cuentas por incumplir esas leyes.
Ser una colonia
Un nuevo ciclo de dependencia quedó sellado con el préstamo que Mauricio Macri obtuvo del FMI, durante su gobierno. El elenco de funcionarios era prácticamente el mismo que el actual. En los hechos, esta gestión libertaria es el verdadero segundo tiempo que Macri prometió alguna vez a Mario Vargas Llosa: mucho más rápido, más brutal y más obsceno.
Con el nombramiento de Pablo Quirno como ministro de Relaciones Exteriores, la banca Morgan se asegura el eje real del gobierno, dado que ya ocupa el Ministerio de Economía, el Banco Central y las centrales nucleares (Nucleoeléctrica Argentina). Son todas personas que trabajaron para el JP Morgan, la mayor entidad financiera yanqui. El mismísimo Jamie Dimon, CEO global de Morgan, estuvo en nuestro país en la última semana. Se lo agasajó ayer con un cóctel en el Teatro Colón. Entre los más conocidos, la lista de asistentes argentinos comprende el dueño de Mercado Libre, Marcos Galperín, el presidente del grupo IRSA, Eduardo Elsztain, Horacio Marín (YPF), Marcelo Mindlin (Pampa Energía), Alejandro y Marcos Bulgheroni (PAE), Mariano Bosch (Adecoagro), Guillermo Cerviño (Comafi), Hugo y Martín Eurnekian (Corporación América), Martin Migoya (Globant), Juan Pablo Bagó (Bagó), Eduardo Escasany (Galicia), Federico Braun (La Anónima), Pierpaolo Barbieri (Ualá). En represetación del gobierno estuvo un ex Morgan, José Luis Daza, que funge de viceministro de Economía. Y estuvo el ex presidente Mauricio Macri.
Es una escena colonial de punta a punta.
Permanece desconocida la letra chica del acuerdo de swap e intervención de los bancos privados estadounidenses en nuestro país. Nada de eso pasó por el Congreso, se supone que tiene que pasar, qué más da.
La consecuencia más dañina de este último mes de sumisión total proviene de una sentencia del presidente Donald Trump. Argentina tiene que cortar cualquier relación, excepto la comercial, con China. En 2024 nos abrieron las puertas a los BRICS, tras haber trazado acuerdos de inversión en infraestructura en el marco de la Franja y la Ruta de la Seda. Menos de dos años después, tenemos que romper lazos para poder llegar con dólar barato hasta este lunes 27.
El lunes después de la elección
Lo peor que puede pasar es que a Milei le vaya bien. De hecho: le está yendo bien. Este es su programa. Esto es destruir el Estado desde adentro y dolarizar la economía. Los resultados, claro está, no son los prometidos. Eso fue, también, debidamente advertido.
La devaluación es inevitable aun si Milei aumenta su poder en el Congreso, por su fuerza propia o por el colaboracionismo. El gobierno de Estados Unidos no va a rifar plata indefinidamente y, además, en algún momento hay que empezar a pagar el buraco monumental en dólares que generó Luis Caputo en sus dos gestiones, con Macri y ahora. Para eso hay que devaluar y empezar a acumular reservas. Quién te dice, un cepo.
Los efectos de la devaluación, en este contexto, son impredecibles. Habrá un pase a precios, seguro, pero probablemente sea más parecido al de 2002 que al de cualquier devaluación posterior. Es decir: los precios no aumentarán mucho porque no hay demanda solvente. No hay quien pague. Los empresarios que no puedan absorber más costos, quebrarán. Se viene la etapa de quiebras y despidos masivos.
Pero arriba de eso, con una victoria del gobierno vendrá, en orden y como mínimo (y la última vez que hicimos esta lista le pegamos casi en todo).
• la venta a precio vil de las principales empresas estratégicas del país
• la entrega del sistema previsional a mano privada y la liquidación del millonario Fondo de Garantía de Sustentabilidad.
• la jornada laboral legal de 12 o 13 horas, a la griega, lo cual corre los límites para las relaciones ilegales hasta el esclavismo.
• el vaciamiento estructural del Estado con mayores rebajas de impuestos a los ricos (con el cuento de “incentivar la inversión”).
El colaboracionismo ya expresó que acompañará las reformas a las jubilaciones, a las leyes de trabajo, al sistema impositivo. Las privatizaciones en general fueron permitidas con el apoyo legislativo dado en estos dos años.
Milei hundió el poder adquisitivo de los jubilados (y de todos los asalariados) y dejó en la intemperie a decenas de miles de adultos mayores con la quita de las moratorias; reventó pymes y profundizó la precariedad laboral y el trabajo no registrado; quitó impuestos a los ricos y amplió y aumentó los impuestos que impactan en clases medias y bajas. El colaboracionismo elige, no obstante, el acompañamiento. Ya lo avisaron, eh. No están escondiendo nada.
Una derrota del gobierno sólo puede provenir de las fuerzas que realmente se opusieron al gobierno durante estos dos años, en el Congreso, en la calle, en el discurso, en la tele y en los celulares. Y hay opciones allí, también, para aquellos que se juraron jamás votar al peronismo. Este punto es crucial. El antiperonismo es la preferencia electoral mayoritaria y la más pasional. Es la más consistente y la más plural a la vez. Hay opciones en todas las provincias para poder resguardar la indentidad antiperonista y no caer en el colaboracionismo.
Ganarle al gobierno no va a evitar la crisis que se viene, pero sí puede significar un freno a la intervención colonial de Estados Unidos y el avance de sus representantes en las dañinas reformas que se proponen. Estamos ante una de las elecciones más importantes de la última década. Quedan apenas unas horas, decisivas.






