Sobre “Instrucciones para vivir una vida”, una puesta de danza del grupo Recua en base a textos de las poetas santafesinas Estela Figueroa, Diana Bellessi y Marilyn Contardi, en diálogo con la obra de Mary Oliver.
Por Cecilia Rugna*
Ya van dos veces que asisto como espectadora a "Instrucciones para vivir una vida" de Recua. La primera vez fuí con las personas que concurren a mi taller en Estudio Barnó, y unas amigas, para ver a "la Negra" Correa. La conmoción, el palpitar fue tan grande frente a la obra que tuvimos que enlazarnos en manos, abrazo, la cabeza en un hombro. Y estábamos desperdigadas en filas, aún así, nos estiramos para llegar a la otra porque era imprescindible apoyarse, tomarse, estar. El domingo pasado fuí con Matías y me sucedieron otras magias que voy a compartir aquí, respetando las propias Instrucciones de Oliver para vivir una vida: “prestar atención, sorprenderse, contarlo”.
Muchas estamos leyendo los poemarios El pájaro rojo, El trabajo del sueño y Primitiva americana de Mary Oliver editados por la editorial argentina Caleta Olivia, en la traducción preciosa y arriesgada de Natalia Leiderman y Patricio Foglia. Este año hicimos en Eglantine Espacio de té, con Viviana Bertossi, un Elogio al Jardín de Otoño en el que leí en voz alta a esta poeta (junto con otras dos brillantes norteamericanas con una sensibilidad similar, Ursula K. Le Guin y Rebecca Solnit). Y un Jueves de Foro abierto Letras, organizado por la Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral, la escritora María Belén Sánchez coordinó el taller de lectura y escritura “Mary Oliver, una poeta de la contemplación”. Imprenta Rescate tiene un poster que reza una frase de esta poeta que ya se volvió mantra (la dejo para el final de este texto).
Muchas estamos leyendo a Mary Oliver (¿muchos también?): ¿por qué será? ¿Será porque logra decir que lo cotidiano tiene poesía, que cada día podemos estar expectantes a la maravilla, al milagro? ¿será porque nos recuerda que vivir, ese misterio de dolor y placer, exige de nosotr@s que seamos capaces de crear, y de crear belleza?
Recua encarna ese Manifiesto maryoliveriano haciendo un uso irreverente (¡cómo me gusta esta palabra!) de esta poesía porque es como si, al reunirse a leer a Oliver, hubieran tomado los libros y unas tijeras para recortar. Y traficaran frases. Toman una frase de un poema y logran revestirlo, no de uno, sino de muchos sentidos. Una frase lleva a explorar un mundo, despreocupadamente, desprejuiciadamente. Se dejan atravesar por lo que escuchan con todo el cuerpo. El lenguaje poético para pivotear, para ensayar, para experimentar. ¡Y qué celebración que así sea porque ellas confían en que nos, espectador@s, seguiremos creando!
Hacen jugar a Oliver con nuestras poetas contemporáneas Contardi, Figueroa, Bellessi, sus madres y sus abuelas (a quienes les han pedido sus vestidos de novia para urdir otro ensueño). La poesía se hace palabra que se deshace en la boca, se cuela, se agrieta, se grita, se canta, se ríe, se parte, asciende al cielo. Este éxtasis de belleza se mete en nuestros cuerpos de espectador@s: cada un@ (res)guarda la palabra que dice "yo" para sí; algunas querríamos además bailar con ellas, las Recua.
Lo que escribo es la invitación de una invitación: animarse a entrar al paisaje –vaporoso, de desmesura y sonoridades que van desde el misterio y juego de la voz recitando, hasta David Bowie y las olas del océano– que Recua nos ofrece para sacudirnos: "Decíme, ¿qué vas a hacer con tu única, preciosa y salvaje vida?".
* Editora en Plan B!








