En estas vacaciones, la visita a Paraná es un imperdible. Un recorrido por tres parques –el Urquiza, el Varisco y Gazzano–, una pasada por las arenas del Thompson, el almuerzo en Puerto Sánchez y los mates en el Patito Sirirí.
Por Juan Pablo Gauna
“Más allá de tus ojos viene el río
abriendo brazos anchos
casi amigo, extendido.
En la huella que deja una canoa
emerge la esperanza
pescadora, río arriba.
Piel marrón, río torrentoso…”
Huella del agua (2004), María Silva.
Del frondoso río Uruguay al extenso río Paraná; de las alturas de las termas de La Paz a las barrancas del Parque Urquiza; de las ondulaciones y lomadas de las rutas número 11 y 12, a las curvas y contracurvas de las rutas 14 y 18. Entre Ríos abre sus vertientes para el desandar de su agua dulce entre el abanico de tonos verdes. El mate es un denominador común y la historia de un proyecto de país federal es una marca identitaria. Conciencia ecológica, hospitalidad y sencillez caracterizan a buena parte de la población entrerriana.
Instalados en plena Mesopotamia nos dirigimos hacia la costa Oeste de la provincia, la del río Paraná, para bordear sus playas y conocer el comportamiento de este majestuoso curso de agua. Las islas se divisan permanentemente alrededor de la capital provincial. Los fines de semana circulan lanchas, piraguas y canoas en el paseo costanero tradicional. El balneario municipal sirve de zócalo para el robusto Parque Urquiza, al cual se asciende subiendo los 170 escalones que trepó alguna vez el escritor Roberto Arlt. Mariano, oriundo de Nogoyá, nos compartió sus sensaciones mate en mano: “Es fácil enamorarse de Entre Ríos si uno se permite mirar más allá de lo común, porque su magia no está solo en los grandes destinos, sino también en esos pequeños gestos que hacen a la identidad entrerriana, entre playas, termas, tradiciones y paisajes…”.
Nos perdemos en un territorio que alguna vez perteneció al General Justo José de Urquiza, y que el arquitecto francés Carlos Thays convirtió en parque en 1894. Elegimos un mirador en la zona más alta y admiramos el esplendor de una parte destacada del acuífero guaraní. Nos ejercitamos transitando sus numerosas escalinatas. Disfrutamos de las fuentes y de las flores de El Rosedal, curioseamos estatuas ilustres, tomamos “unos verdes” y reposamos viendo el atardecer en un Parque Urquiza colmado de paseantes de fin de semana.
En este parque costanero se encuentra dos tesoros. Uno es el anfiteatro Héctor Santángelo, coliseo a cielo abierto ubicado en la zona central, con una acústica inmejorable para espectáculos musicales. Este es un espacio cultural con forma de olla natural rodeada de vegetación, y cuenta con un aforo para 2000 personas aproximadamente. La otra joya pintoresca es la cascada que corona en una fuente con forma de corazón. Esta es otra forma de encanto que ofrece el Parque Urquiza, ya que, al fluir del agua, y el sonido de su caída, se suma las parejas de enamorados y los turistas que buscan un registro fotográfico romántico. Aquí las vistas y la forma de la barranca apuntan, una vez más, hacia el río Paraná.
Mariano nos recuerda que “Entre ríos y arroyos, montes y ciudades con historia, la provincia ofrece un mapa diverso que vale la pena recorrer con calma, y con los sentidos despiertos”. Rumbo a eso vamos recorriendo la zona pesquera del viejo Puerto Sánchez.
Allí se alzan pequeñas casitas de pescadores, ranchos agrestes y comedores de pescado para el turismo. Al pie de la barranca se levantan estructuras de madera que balconean el Paraná, permiten el avistaje de la fauna local y puede verse las labores de algún pescador de la zona. El menú está servido, con el amplio paisaje litoraleño de escenografía y una bandeja con albóndigas, empanadas, postas de pescado frito, boga despinada y vegetales de estación. Música folklórica, meseras serviciales y el olor a río y pez colman nuestros sentidos. Inspiramos el aire puro, caminamos hacia el balneario Thompson ubicado a pocos metros y descansamos en su extensa playa.
Trepamos una de las principales lomadas de la ciudad: Avenida Francisco Ramírez. Una vez llegados a la cima tornamos nuestra mirada y apreciamos el trazado vial, que es un tobogán urbano con vista al río. Relajamos piernas con el descenso y giramos en dirección Oeste rumbo al Parque Humberto Varisco.
Ubicado en las alturas de una barranca, en el corazón del Parque Varisco se encuentra un mástil a 400 metros sobre el nivel del mar, cuya altura permite que se aprecie el ondear de la bandera de Argentina desde larga distancia. La zona es área natural protegida y cuenta con 100 hectáreas de espacios verdes y para el esparcimiento. En este ámbito se conjuga lo recreativo, paisajístico, turístico y educativo. Apreciamos la calma, disfrutamos de la brisa costera, recibimos el sonido de los pájaros y expandimos los sentidos para apreciar la postal de Paraná que ofrece este rincón natural.
Iniciamos otra jornada en la antigua capital de la Confederación Argentina. Vamos hacia el Sur, en inmediaciones del aeropuerto local. Sobre Avenida Pedro Zanni, conexión natural con el municipio de Oro Verde, se encuentra el Parque Ecológico Municipal José Gazzano, un pulmón verde de ocho hectáreas destinadas a la recreación y el esparcimiento.

Un lago es el corazón del parque y asombra por la presencia de peces, tortugas y gansos. El arbolado garantiza frescura y reparo para la caminata a través de los nuevos senderos que bordean el espejo de agua. No faltan los circuitos para el ejercicio aeróbico, juegos para las infancias y un playón deportivo. También se puede realizar paseos en bote, y tomar un descanso con vistas pintorescas.
El viaje finaliza degustando mates con yuyos típicos y bizcochones. Jugamos con gurises en el Parque Infantil "Patito Sirirí" Carmelo José Cabrera. Emprendemos rumbo hacia la ciudad de Diamante por la ruta 11, subiendo y bajando lomadas y sorprendiéndonos por los paisajes que asoman en cada cuesta. La postal se corona con las palmeras locales y un atardecer con todos los verdes.










