“El agua llegó al cielorraso a las 3.45”

Foto: Olivia Gutiérrez

La educadora Ana María Martínez evoca los días de la inundación y la reconstrucción de la FM Popular, una radio que es también una importante institución en Santa Rosa de Lima.

Ana María Martínez es un emblema de Santa Rosa de Lima y se le nota en cada paso que da por el barrio: saluda a todos, los escucha con atención, los alienta. Es fundadora del Servicio de Educación Popular (SEP), que desde fines de los 70 alberga la biblioteca Padre Lucho Quiroga y la FM Popular 98.7, la radio comunitaria pionera de Santa Fe, que se emitió por primera vez en 1989. La casa donde funcionan tanto la radio como la biblioteca y los servicios de apoyo escolar está ubicada en La Rioja 4640.

Sentada en la biblioteca a la que dedica muchas horas de su vida, Ana María Martínez se dispuso a revolver la historia de una inundación gigante que duele, la que saca a flote porque quiere justicia aunque afirme que “quieren que la causa directamente prescriba para salvar algunos popes que siguen presentándose a elecciones, como el caso de Carlos Reutemann. Cada vez que se acerca el 29 de abril se avanza un pasito pero con una piedra adelante”, lamenta.

Remontada a 2003, recordó el domingo 27 de abril, día de elecciones nacionales, cuando el gobernador Reutemann dijo que los resultados no le preocupaban tanto como las inundaciones en el Litoral. “Calculábamos que la mano podía venir brava, pero nunca tanto. El local del SEP alojaba al Movimiento de Desocupados en Lucha y guardábamos cajas con mercadería que habíamos conseguido para ellos. El lunes decidimos llevarlas a mi casa porque el día anterior habían robado algunas y queríamos preservar este lugar al que tanto cariño le tenemos. Las pusimos en lugares altos porque preveíamos que podía entrar agua, quizás a la altura de la rodilla. Subimos los colchones y algunas otras cosas al techo. Mi hija se fue del barrio con sus hijos pequeños y quedamos con mi marido y mi yerno. Nos subimos al techo a esperar que pase la parte más fea. Acá en el SEP, Raúl Suffritti y los operadores levantaron los equipos de la radio lo más que pudieron. El martes 29 a la mañana empezamos a ver el agua que se venía por Suipacha. La gente del barrio seguía intentando poner todo alto. Vine y los apuré porque no iban a poder salir, así que cerramos la radio y nos fuimos al techo de mi casa. Llevamos los perros, algunas cosas para comer y cubrirnos porque lloviznaba”, empezó.

[quote_box_right]“Quieren que la causa directamente prescriba para salvar algunos popes que siguen presentándose a elecciones, como el caso de Carlos Reutemann. Cada vez que se acerca el 29 de abril se avanza un pasito pero con una piedra adelante”[/quote_box_right]Su relato, marcado por la emoción, continúa: “Miraba enfrente la pared de ladrillos y veía cómo el agua iba subiendo de a poquito, no bajaba. Todos los vecinos estaban en los techos. La llovizna era muy molesta, los perros estaban intranquilos y empezamos a pensar en cómo salir. Un hombre del barrio andaba con el bote desde la mañana sacando a los chicos del Cristo Rey y los vecinos que estaban más al fondo, que tenían agua desde antes. Su hija me contó que el 29 de abril el papá terminó con las manos ensangrentadas de tanto remar. Mi yerno, que es buen nadador, se tiró al agua y fue a pedir ayuda. Lo vimos dos días después. Salimos a la tardecita, todavía había luz natural. El bote estaba en la casa del vecino y no se podía acercar porque había un árbol en el medio. Entre las casas había un pasillo, así que hicimos un puente con la escalera y salimos con Julio, mi marido, en cuatro patas. No sé si volvería a hacer algo así, pero era tanta la desesperación que no podíamos pensar en otra cosa. Él se quería quedar en el techo pero lo convencimos para que saliera y se fue en el bote conmigo”.

“Había más botes sacando gente. Hasta ese momento, el Estado no estuvo presente. Los vecinos hacían cadenas humanas para ayudar a los que tenían dificultades y para que nadie se cayera. Y los techeros de la manzana estuvieron acá arriba, que fue el único lugar que no se inundó. Fue muy fuerte. A nosotros nos dejaron en el terraplén de la vía y empezamos a caminar, resbalándonos porque ya había un poco de agua. Cuando llegamos al cruce de la vía alta con el puente alto, en Suipacha, nos preguntamos qué hacer. Nos encontramos con una vecina de barrio Roma que se iba a subir al puente. Para mí eso ya era un infierno. Le dije a Julio que sigamos por la vía baja porque podíamos bajar por detrás de los galpones municipales de Maestranza. ¿Si ahí también está todo lleno de agua?, me preguntó. Y bueno, nos morimos y ya está, pero tratemos de seguir, le dije. Continuamos con un tanto de agua así sobre las vías –cuenta Ana María separando bastante las manos–. Barrio Roma y Villa del Parque ya estaban llenos de agua. Llegamos hasta los galpones, donde todavía no había agua. Me desesperó ver a los anfibios todos alineados ahí. Les pedí a los gritos que saquen a la gente que estaba en los barrios porque se iban a ahogar. Después me enteré que entraron recién cuando llegó el gobernador. A la noche, tarde. El agua llegó al cielorraso a las 3.45, nos dimos cuenta porque el reloj que teníamos colgado se paró a esa hora”.

[quote_box_right]"Un hombre del barrio andaba con el bote desde la mañana sacando a los chicos del Cristo Rey y los vecinos que estaban más al fondo, que tenían agua desde antes. Su hija me contó que el 29 de abril el papá terminó con las manos ensangrentadas de tanto remar".[/quote_box_right]“Caminamos por Av. Freyre hasta la casa de Raúl Suffritti, a donde también empezaron a llegar sus hijos inundados. Dormimos ahí y al otro día nos fuimos hasta la casa de mi mamá. Ese día el agua entró al centro por calle Cruz Roja Argentina. Me acuerdo de los canales de Buenos Aires transmitiendo desde las canoas, les decíamos que eso no era nada, que vayan a los barrios. Un par de semanas después nos fuimos a barrio Roma, alquilamos una casa a buen precio que había estado inundada y ahí estuvimos hasta que pudimos volver a Santa Rosa de Lima. Esa fue nuestra historia. Y cada historia es terrible”, rememora.

—¿Cómo fue el regreso?

—La ausencia del Estado se vivió también en el después. Los vecinos nos ayudábamos pero era extraño porque la mirada no estaba puesta en el otro sino en el drama que nos afectaba a todos. Era tal la miseria que era poco lo que podíamos dar. El de al lado tenía que rasquetear los muebles con lavandina y sacar afuera lo que no servía, y yo también. Fue una situación que nos atravesó a todos.

El valor de una radio popular

“Cuando volvimos al SEP encontramos los libros pegados al cielorraso, que estaba a punto de caerse. Fue difícil secar la radio porque tiene poca ventilación, hubo que encender fuego con tachos durante casi un mes. Había barro pegado en las paredes, pasó mucho tiempo hasta que pudimos limpiar todo eso. Nos quedamos sin puertas ni ventanas. Los lápices de colores se abrían al medio por la humedad. Una nena que venía a la biblioteca y propuso vender empanadas para recuperarla me sirvió para empezar de nuevo. Presentamos ante el Ente de la Reconstrucción el presupuesto de lo que habíamos perdido pero nos dieron mucho menos, alcanzó sólo para reparar unas aberturas”.

El SEP fue la primera institución de Santa Rosa de Lima en ser reconstruida. Así lo resolvió el espacio que conformaban numerosas organizaciones porque la radio tiene un gran impacto en el barrio. La primera ayuda importante consistió en un subsidio otorgado por la Embajada de Canadá y al año siguiente FM Popular volvió al aire.

No los mueve nadie

Acerca del arraigo de los vecinos de Santa Rosa de Lima, Ana María aseguró: “Durante mucho tiempo se cabalgó la idea de que había que repensar Santa Fe y había que respetar al Salado, que los barrios no debían ser reconstruidos y dejárselos al río. Por eso se hizo rodar la idea que había gente dispuesta a no volver. Se hacía creer que teníamos la culpa por venirnos a vivir al valle aluvial del río. Fue una lucha hacer entender que acá hubo desidia. Si la defensa hubiera estado terminada nosotros nos salvábamos porque había más agua adentro que afuera”.

Sobre las respuestas que dieron los gobiernos con posterioridad, la fundadora del SEP opinó que “el Plan de Contingencia que elaboró la Municipalidad se hizo con soberbia. Hay carteles que dicen dónde están los puntos de encuentro, pero la gente no se acuerda cuáles son ni sabe las calles de salida, además están todas rotas. Si nos volvemos a inundar nos subimos de nuevo al techo”.

—¿Qué significó y en qué los cambió la inundación?

—Es una herida que no cicatriza nunca pero sabemos de que acá no nos mueve nadie. No vamos a venderle la radio a nadie, por lo menos mientras estemos los fundadores vivos y presentes. Aunque no nos den la licencia definitiva y nos ninguneen desde el gobierno, queremos seguir al servicio de la gente. Porque si pasamos esa, podemos pasarlas todas.

 

Publicada en Pausa #171, edición de 28 de abril de 2016.

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