Los 8 de marzo ya no volverán a ser iguales. Las mujeres del mundo se unieron y sentaron las bases de una verdadera revolución. Cronología de un movimiento que crece sin fisuras.

Esta fue la cuarta manifestación desde que la consigna, devenida en movimiento y organización, Ni Una Menos, comenzó a tomar las calles del país para hacer resonar esa demanda hasta que nadie quede sin escucharla.

Ya pasaron dos 3 de junio con marchas y un 19 de octubre donde las mujeres en Argentina realizamos nuestro primer paro. Este 8 de marzo, volvimos a salir a las calles, a vestirnos de negro, a decir Ni Una Menos. Pero hubo algo más, hay algo más. Las anteriores marchas estuvieron cubiertas por un clima de dolor que emanaba de los crímenes atroces de los que mujeres como Chiara Páez y Lucía Pérez habían sido víctimas en los días previos. Este año ya somos una menos cada 18 horas, no necesitamos ningún crimen puntual para parar y marchar, todo tiene que cambiar.

La esquina de Bulevar y San Martín fue el lugar elegido para la concentración en Santa Fe. A lo largo de las 20 cuadras que separan ese punto de la Plaza 25 de Mayo, fueron miles las santafesinas marchando bajo un cielo que durante toda la jornada amenazó con llover.

Histórica marcha del movimiento de mujeres santafesino

La imagen del frente de movilización, de quienes llevaban la bandera de la mesa Ni Una Menos Santa Fe, era una fotografía de lo que luego se replicaba por las casi seis cuadras que las mujeres ocupaban a lo largo y ancho de la Peatonal San Martín: pibas jóvenes junto a las referentes del movimiento en la ciudad, activistas trans, académicas, estudiantes, trabajadoras. A lo largo del camino, también los cochecitos con bebés encontraron su lugar entre la muchedumbre, niñas y niños, cabezas con canas, grupos de adolescentes, y poco antes de llegar a la plaza, una nieta acompañando a su abuela en silla de ruedas. “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”, fue el grito instantáneo. Otilia Acuña, con su pañuelo blanco distintivo, se sumaba a una marcha más, de esas en las que viene marchando desde hace casi 41 años.

Universalizando causas

La plaza recibió a la columna de manifestantes con mucha gente ya en ella, con un escenario preparado para diferentes manifestaciones artísticas y las intervenciones ya habituales.

La escena se repitió por más de 300 ciudades, en unos 57 países alrededor del mundo. Un hecho inédito e histórico, del que daba cuenta la incansable Mabel Busaniche. “Que sea un paro internacional nos internaliza esta cosa de que somos muchas y de que ya estamos universalizando nuestras causas. Y hay dos reclamos muy fuertes: siendo el Día de la Mujer Trabajadora, uno viene por ahí. Las mujeres que tienen trabajo formal cobran el 27% menos que los varones, los roles en el hogar siguen sin ser equitativos, siendo todavía un trabajo invisible que va sobre la vida y los cuerpos de las mujeres. El otro reclamo es por los femicidios”.

La violencia machista y su forma más extrema de expresión, los femicidios, se cobró la vida de 290 mujeres el año pasado en Argentina, según el último informe que publicó la asociación civil La Casa del Encuentro.

Una mujer cada 30 horas

Pero el 2017 trajo un número aún más escalofriante: hasta mitad de febrero se contabilizó un femicidio cada 18 horas, con un total de 57 casos de mujeres asesinadas.

A nivel regional, según los datos difundidos en octubre de 2016 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), cada día mueren en promedio al menos 12 latinoamericanas y caribeñas por el solo hecho de ser mujer.

Consultada sobre las medidas y acciones necesarias para frenar estos crímenes, Busaniche comentó: “Faltan coordenadas claras entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, porque esto ya es un genofemicidio. Vale parar y ponerse de acuerdo entre cada estamento para ver qué le corresponde a cada uno, de qué deben hacerse cargo. Mientras no tengamos políticas absolutamente coordinadas no vamos a tener efectividad. Las mujeres van de un lado a otro, y se pasa mucho el tiempo”.

Las mujeres en huelga, a través del espejo

El recorte de 67 millones que el gobierno nacional realizó sobre el presupuesto del Consejo Nacional de las Mujeres, que luego fue devuelto, es para Busaniche sólo una muestra de lo que se está haciendo a diferentes niveles. “Si bien en Santa Fe podemos decir que hay un avance en cuanto a la incorporación de la perspectiva de género, tanto en las currículas de las escuelas como en salud, hay un ajuste a nivel nacional de nuestras políticas públicas (salud sexual y reproductiva, violencia contra las mujeres, prostitución). En Santa Fe, aunque todavía falta mucho, hay políticas públicas, hay atención, en otras provincias ya no hay nada, y el desguace que se está haciendo a nivel nacional se ve. Entonces no se puede avanzar en esto, porque los equipos que estaban formados a nivel nacional, que realimentaban además a las provincias con material, ya no están. El momento histórico que vivimos es complicado y no hay muchas expectativas de que cambie, pero eso no quiere decir que haya que dejar de pedir y visibilizar este tema”.

Caza de brujas

Replicando viejas prácticas, en la previa y el final de la manifestación en Buenos Aires, una treintena de mujeres fueron detenidas y demoradas. Las primeras fueron interceptadas, en la madrugada del 7, por un grupo de varones que se identificaron como policías, aunque no lo eran, que las acorralaron en la calle y les propinaron insultos de todo tipo, al grito de “Viva Cristo rey”. Cuando finalmente llegó la policía, las jóvenes fueron detenidas y los varones acompañados a realizar la denuncia. El grupo de activistas de Ni Una Menos fue liberado en horas del mediodía, aunque se les abrió una causa por “daños” ante las pintadas que estaban realizando en el contexto de la jornada de lucha.

Lo que sucedió en la noche del 8 de marzo fue, lisa y llanamente, una cacería. Con la marcha ya finalizada, y luego de algunos disturbios menores amplificados por los medios porteños, efectivos de civil y uniformados, sin manifestar el motivo, golpearon y detuvieron arbitraria e ilegalmente a unas 20 mujeres que salían de bares o simplemente transitaban por las calles aledañas a Plaza de Mayo.

“Estos hechos de violencia institucional son un mensaje en sí mismo, que vehiculizan un contenido disciplinador. El gobierno del miedo para que las mujeres, las lesbianas y las travestis no nos sumemos a las marchas y no nos hagamos oír contra toda forma de violencia machista, ni que reclamemos con propuestas la inclusión en la agenda política de la urgencia de nuestros derechos. Los de la mitad de la población mundial”, decía el comunicado emitido por el colectivo Ni Una Menos luego de lograr la liberación de las mujeres, nueve horas después. “Al Estado represor le decimos #NiUnaMenos #VivasNosQueremos”.

Pintada mata femicidio

Estado e iglesia, redes sociales y grandes medios, replicaron la “indignación” que les habían causado un par de pintadas, un fuego menor en la Catedral porteña, el cruce con un joven provocador con la bandera papal y una performance sobre el aborto en Tucumán.

Pero la realidad sigue reafirmando la lucha, que se hace más fuerte ante las masacres perpetradas una y otra vez sobre el cuerpo y la vida de las mujeres: ese mismo 8 de marzo, 40 niñas fueron incineradas en Guatemala, en el hogar donde vivían y desde donde denunciaban la explotación sexual a la que eran sometidas; desde ese 8 de marzo hasta hoy, se produjeron tres femicidios en la provincia de Córdoba; tres días después del 8 de marzo, apareció en Tucumán una chica de 15 años con retraso madurativo que había sido secuestrada y violada por al menos cinco jóvenes, que documentaron el ataque con fotos y las subieron a las redes sociales.

El tiempo de la revolución es ahora

La celeridad de la policía para actuar frente a unas pibas con aerosol es proporcional a la lentitud con que atienden las denuncias por violencias de género; al igual que la organización del Estado nacional para activar una razzia sobre mujeres manifestantes es proporcional a su falta de coordinación y decisión política para atender seriamente la problemática.

Ante esto, la organización, la lucha, la sororidad de cientos, de miles, de millones de mujeres en todo el mundo.

El 8 de marzo la tierra tembló y la rebeldía de las mujeres está pariendo un nuevo mundo, le pese a quien le pese.

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