Insuficiente 3 (tres)

En cualquier asignatura académica sobre la historia de la universidad argentina se puede aprobar un examen desconociendo que la gratuidad para el ingreso a las casas de altos de estudio se debe a un decreto firmado el 22 de noviembre de 1949 por Juan Domingo Perón. Al fin y al cabo, la teoría social estándar argentina está signada de forma indeleble por el mitrismo o, más bien, por su relectura bajo el fractal de un gris prisma de varios popes, que arranca por Gino Germani, sigue por Juan Carlos Portantiero y Luis Alberto Romero y termina ahora en Marcos Novaro. Más allá de la evidente degradación de esa trayectoria, lo importante es el bloqueo epistemológico que comparten para pensar el peronismo y para permitir que otros lo piensen.

Sin embargo, por más clasismo racista que se tenga, nunca jamás aprobarían un examen final sobre vida universitaria los alumnos Mauricio y María Eugenia, si es que repitieran barbaridades como estas:

• “El problema no está en hacer más universidades. También soy muy crítico en eso. ¿Qué es esto de universidades por todos lados? Obviamente, muchos más cargos para nombrar”.

Hay dos errores de magnitud en la frase de Mauricio Macri dicha el 11 de septiembre de 2015, justo en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. El primero es de compresión del fenómeno, el segundo es de franca ignorancia. Las universidades deben estar en todos lados por las mismas razones que las escuelas tienen que estar en todos lados. No importa que los estudios universitarios no sean obligatorios: son un derecho. Garantizar el acceso a ese derecho implica que, al menos, todas las provincias tengan una o más universidades, lo mismo respecto de las grandes concentraciones de población, como el Conurbano. Ese objetivo recién se logró en el período 2003-2015.

El segundo error: los cargos docentes en la universidad, más tarde o más temprano, se concursan. Y a esos concursos hay que revalidarlos luego. Para ganar un concurso se arma un tribunal con pares de otras unidades académicas, evitando el amiguismo. Hay que presentar antecedentes y dar una clase. Y hasta se pueden declarar desiertos con un solo postulante.

• “Qué inequidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en Argentina llega a la universidad”.

Ah, esos son los aplazos que se estampan con ganas y gusto. Empecemos por el error descriptivo: los pobres sí llegan a la universidad, incluso en Santa Fe. Pero lo que es mejor: la universidad llega a los pobres. Eso significa abrir establecimientos en Florencio Varela o Quilmes o La Matanza o Malvinas Argentinas, que son como ciudades gigantescas hechas completamente de avenidas Blas Parera y casas de ladrillo hueco. En ese Conurbano, los estudiantes son en su larga mayoría, por encima del 80%, primera generación de universitarios.

Pero el placer en aplazar a María Eugenia Vidal por lo que dijo el 30 de mayo de este año en el Rotary Club se debe a su arrogancia. En primer lugar, ¿quiénes son “todos los que estamos acá” que “sabemos”? No saben nada, chetos. En segundo lugar: ¿sólo los pobres de Argentina no llegarían a la universidad? Cada vez que escuche la expresión “en este país” para referirse al propio, oiga también como suena el cascabeleo del racismo.

• “Estamos trabajando con los rectores para que las universidades también, cada vez, entren en un proceso de mejora. Mejora de la calidad académica, de la preparación de los alumnos, porque justamente necesitamos profesionales de calidad y aparte los que van a la universidad pública son bancados por todos los argentinos. Entonces necesitamos que también pongan lo máximo de ellos, porque en el fondo es un privilegio, ¿no? Poder llegar a la universidad en forma gratuita”.

El alumno Mauricio, que no suelta el telefonito, el 19 de julio volvió a reprobar, con una frase dicha vía video de Instagram. No existe hoy instancia alguna formal o informal de articulación entre ningún sector del Ejecutivo y los rectores para los fines allí expresados. De hecho, el ministro de Educación Alejandro Finnochiaro fue amplia y vergonzosamente abucheado en la apertura de la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe, en junio de este año. El evento internacional más importante de la región, con más de 15 mil participantes, arrancó con un triste escándalo. Se destacaron los gritos de “Caradura”.

Y por último, pero con la mayor importancia, llegar a la universidad en forma gratuita no es un privilegio, es la forma de hacer realidad el derecho a la educación. ¿Se nota ahora la dimensión del bloqueo epistemológico, del olvido del decreto de 1949? Confundir privilegios con derechos es el alma de un Estado orientado a generar más desigualdad, más injusticia, más pobreza.

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