Se termina el año y me parece que ésta es una de las últimas columnas para el Pausa que mi jefe me va a reclamar por messenger. A los “literarios” nos aparece un mensaje, “Mis querides, estamos de cierre”.

Pero para esta semana no tengo nada en la cabeza relacionado con la literatura: estoy terminando una lámpara que me lleva mucho tiempo; estoy esperando que llegue mi hermano que vino de Suecia y debo hacer compras para que la heladera no siga vacía; tengo que corregir algunos trabajos de estudiantes.

Y estoy mirando en C5N las ruinas de California tras el incendio que la devastó y pienso que parece una metáfora. La cámara va recorriendo la tierra enloquecida ante el fuego que la arrasó y lo que quedó después, y se informa que hubo muchos muertos y heridos. Como hace unos minutos terminé de ver online el discurso de Cristina ante lo que llamó “no es una contracumbre”, con Dilma y Pepe Mujica en la audiencia, entre otros, la mente, ni lerda ni perezosa junta una imagen y otra y la metáfora de la imagen es nuestro país durante el paso abrasador del macrismo.

La Cris dio una lección sobre la diferencia entre neoliberalismo y Estado de Bienestar. Desde el punto de vista histórico y político. Habló de la diferencia entre redes sociales y la calle; también usó referencias históricas y comparó a las redes con la invención de la imprenta. Dijo que, sean esos nuevos medios de comunicación lo que sean, la política está en las calles. Dijo que hay una diferencia entre los seres humanos y los animales, en un contexto a favor de entender qué son las identidades y qué es la meritocracia, que acentúa lo más negativo del individuo, y se permitió el humor: los gatos son gatos y las yeguas son yeguas. Pero cada ser humano se siente uno mismo, etc. Decime qué clase de dirigente político da cátedra de historia, de filosofía y de política en un mismo discurso.

Y dijo algo muy polémico: que la cuestión de izquierda/derecha era de la época de la revolución francesa y hoy ya no es pertinente.

Y le contestó a Dujovne, que había dicho que un ajuste fiscal de la magnitud que hizo este gobierno, nunca se había hecho en la Argentina sin que caiga dicho gobierno. Y le dijo: y no cayó porque hay un colchón, hay un entramado social que construimos nosotros. Con la AUH, con los jubilados, etc.

Para sintetizar, dijo que era necesaria la unidad de todos los sectores interesados en ganarle al macrismo. Y ahí vino la frase: juntarse todos, los que rezan y los que no rezan. Los pañuelos celestes y los pañuelos verdes. Y esta frase desató la polémica.

Muchos salieron a decir: con las pañuelos celestes, nunca. Yo pregunté por ahí por qué ese rechazo. Algunos dijeron que la ideología de las pañuelos verdes era opuesta a la de las pañuelos celestes. Y que la propuesta de Cristina significaba “desconocer la posición ideológica que construimos quienes militamos el aborto seguro, legal y gratuito, la ESI y las distintas consignas de quienes entendemos el feminismo como un espacio de construcción política...”.

Lo que yo creo es que la gente confunde lo político con la política. Y entiendo que todos nos fascinamos con algunas frases, como pasó con “lo personal es político”.

Todo es político. Todo es político desde que Hanna Arendt tradujo correctamente la frase de Aristóteles “el hombre es un ser social” por “el hombre es un ser político”. Somos gregarios, vivimos en comunidad. Participamos, lo sepamos o no, de la vida de la polis; lo político es la capacidad del ámbito de la acción, cuya condición es el pluralismo; es la “dimensión de antagonismo” constitutiva de las sociedades humanas.

No está de más recordar que para Arendt la condición humana tiene tres partes: la labor, el trabajo y la acción. En esta última anida la cuestión de que, junto con el discurso, los hombres se igualan necesariamente. Puesto que pueden elaborar así su propia historia, sus propios relatos. Siendo la sociedad así, plural, requiere que cada uno se constituya como sí mismo. Pero, a la vez, la comunicación nos permite ser comunidad.

En cambio, la política es una parte de la esfera de la superestructura de una sociedad, toda vez que se plantea el problema de las propuestas necesarias para gobernar desde el poder del Estado. O sea, una forma de plantear una organización en el contexto de lo conflictivo que llega desde lo político.

Entonces, va de suyo que el feminismo pañuelo verde se encuentra en este último ámbito. Pero para que se constituya en un lugar desde el cual puedan surgir propuestas de poder para gobernar desde el Estado, hace falta un largo camino.

Por ahora, Cristina propone reorganizar la casa. Ocupémosla; es nuestra. Una vez adentro, no nos distraigamos de nuestras diferencias. Son diferencias muy importantes, pero que inciden en aspectos del orden de la cultura y la sociedad. Mientras, enfoquemos el enemigo principal, al que debemos desalojar. Hagamos política.

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