Ya no se sabe cuánto cuestan las cosas

Presentamos 14 datos duros sobre la gestión de Mauricio Macri. Desde el PBI hasta el consumo de vino, pasando por la fuga de capitales y el saqueo de la Anses. Un balance final del peor gobierno desde 1983.

Según el Índice de Precios al Consumidor (IPC) avalado por la actual gestión –el de la Ciudad de Buenos Aires–, en 2015 hubo una inflación de 26,9%. En 2016, la misma fuente dio como resultado una suba de precios del 41%. Ya con un IPC propio, en 2017 el Indec estimó la inflación anual en 24,8% y en 47,6% en 2018. A septiembre de 2019, la suba de precios ya llegó al 37,7% y se estima que orille el 55% a final de año.

Las subas de 2018 y 2019 no se veían desde principios de la década del 90, cuando el país salía de la hiperinflación. La suba total de precios durante la era Cambiemos (hasta agosto y sin contar diciembre de 2015, cuando pegó la devaluación por la quita del control de cambios), es de 357,6%. Más directo, los precios se multiplicaron por cuatro (y medio). Durante todo el período del gobierno previo anterior, utilizando las cifras del IPC Congreso, la inflación fue de 289,7%

Fuente: Indec, IPC Congreso y CABA.

Nunca durante un período democrático se produjo un daño de tanta velocidad y alcance.

Faltan en estos artículos la caída de ventas de autos cero kilómetro y usados, la caída brutal de ventas en los comecios pymes (que sólo tuvieron cuatro meses positivos en la gestión de Cambiemos: diciembre de 2015 y el período octubre a diciembre de 2017), el cierre de restaurantes, la caída en la ventas de entradas al cine, de huevos, de libros, de pan, de forros, del poder adquistivo del salario. Falta, también, el achique en la cantidad de ministerios, el cierre de orquestas infantiles, la quita de becas deportivas, los recortes en envíos de vacunas y en pensiones para discapacitados. No se estimó debidamente la falsedad corriente sobre la obra pública, que fue mucho menor a la de cualquier período del lapso 2003 a 2015. 

Omitidos están, también, los ganadores. Esta crisis no la estamos pagando todos, no se sufre por igual. El modelo Cambiemos fue exclusivamente un modelo de beneficio para rentistas, lo más parasitario del capitalismo. Renta agraria, renta financiera, renta de los servicios públicos privatizados. Muy pocos tipos, que ganan fortunas sencillamente por tener fortunas. No inventan nada, no crean nada, mucho menos generan nuevo valor. Tierra, dinero para la timba, monopolios de luz, agua, gas, teléfonos, combustibles. 

Cuesta creer que recién en 2019 buena parte de la opinión expresada en medios de comunicación perciba el daño de un sistema económico colonial. Más enerva que todavía se crea que la malaria se deba a la impericia o el error. Cambiemos sólo tuvo fallas en asegurar su reproducción. Hicieron lo que venían a hacer demasiado rápido, con la arrogancia de los ignorantes.  Hay que agradecer sus venales torpezas: si hubieran actuado con verdadero gradualismo, con efectividad y precisión en sus objetivos, tenían casi la suma del poder fáctico para sacar sangre argentina por décadas.

Los buenos economistas de las universidades públicas, como el extinto Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo o Martín Schorr, para nombrar de todas las generaciones, han mostrado detalladamente la previsibilidad y la sordidez de los modelos coloniales de dominación financiera, llamados “neoliberalismo” por pereza. Todo lo sucedido fue advertido paso a paso por pocas pero diferentes voces, una de ellas, la nuestra. Más que datos, aquí está el punto final de una narración, la del tercer suicidio de la Argentina. La historia nunca termina: no hay que tener frío ni desgano cuando debamos evitar el cuarto.

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