Especialistas y dirigentes industriales y empresariales analizan la pandemia y su impacto en la economía global y nacional.

El mundo está ingresando en una crisis económica sin precedentes. La economía se paralizó de un saque y nadie puede prever cuando se reactivará. De vivir durante más de una centuria en un sistema de depredación consumista pasamos, en apenas dos meses, a una dinámica donde nadie produce, nadie distribuye y nadie sale a consumir. La humanidad vive apenas con lo justo, si tiene cómo y con qué hacerlo, en un gran encierro global causado por la pandemia de coronavirus.

En este nuevo escenario, consultamos a especialistas en economía, comercio e industria, para que nos expongan sus visiones respecto de este escenario inédito.

Compartieron sus opiniones con Pausa el presidente de la Unión Industrial de Santa Fe Javier Martín, el vicepresidente regional de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) Roberto Slobodianuk y los economistas Diego Rubinzal, Julieta Pron y Gabriel Brondino. Estas son sus miradas.

Javier Martín: “En la crisis del 30 estaban en boga las teorías clásicas monetaristas, hasta que apareció John Maynard Keynes y sostuvo que en este tipo de circunstancias el Estado y sus políticas activas cumplían un rol fundamental para sacar a la economía de la crisis. Es decir, las fuerzas propias del mercado no consiguen revertir este tipo de situación”.

Roberto Slobodianuk: “No tengo claridad respecto de cuáles pueden ser, si existen, las herramientas teóricas. Esto es producto del desmedido desprecio por la vida en pos de egoístas objetivos internacionales de grandes potencias que siempre se han manifestado en este sentido, dejando de rehén a toda la población del planeta”.

Diego Rubinzal: “Hoy Keynes pasa a estar vigente en muchos aspectos para pensar cómo salir de esta crisis. Aun así, hay que tener en claro que no es solamente una crisis de demanda, como fueron otras en las que Keynes brindó recetas para conducir el ciclo económico. Acá hay un problema muy serio de oferta, con el aparato productivo paralizado. Es una circunstancia inédita que implica experimentar con salidas creativas. También están los aportes teóricos sobre un ingreso básico ciudadano que, en la práctica, es lo que está aconteciendo con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)”.

Julieta Pron: “Se está repensando el rol de la participación del Estado en la economía. Muchos de los que ayer sostenían que el Estado tenía que ‘intervenir’ lo menos posible, hoy piden a gritos lo contrario. En el contexto de la pandemia, y luego de cuatro años de neoliberalismo macrista, cabe preguntarse ¿qué sería de nuestro país si hoy no tuviéramos en funcionamiento el Malbrán, los hospitales públicos, los científicos del Conicet que piensan en soluciones para la situación? Incluso hasta economistas de la ortodoxia monetarista aceptan que en el actual contexto es necesario emitir moneda, es decir, la política monetaria tiene que ser un instrumento fuerte del cual el Estado pueda valerse”.

Gabriel Brondino: “La figura de Keynes resucita siempre en tiempos de crisis. El principio de la demanda efectiva establece que el nivel de actividad y empleo depende de un nivel de inversión autónomo (independiente de las decisiones de ahorro) y la fracción que se consume del ingreso corriente es útil para entender el efecto inicial o coyuntural de la pandemia. No obstante, varios economistas consideran que los efectos ‘de demanda’ se circunscriben a un período corto y creen en la capacidad automática de las economías de mercado para recuperar niveles de actividad compatibles con la plena ocupación de los recursos productivos. Sobre la base de esta creencia, analizan el efecto de la pandemia en los recursos productivos a largo plazo –por ejemplo, si la tasa de mortalidad es alta, habrá menos población económicamente activa para producir. Contraria a esta visión, existen argumentos que permiten sostener que la demanda tiene efectos acumulativos en el tiempo y determina el sendero de crecimiento a largo plazo de una economía. Si la pandemia continúa y se refuerzan las medidas sanitarias, es probable que los niveles de actividad y empleo permanezcan bajos por tiempo considerable; la caída en el consumo y la consideración de que éste crecerá poco o nada en el futuro desalienta a los empresarios a invertir: no tiene sentido aumentar la capacidad productiva si venderán poco o nada; la capacidad productiva futura será baja y también los niveles de producción –potenciales– que se pueden obtener a partir de la misma, independientemente de la población económicamente activa que haya en el futuro.

“La caída en los niveles de actividad y empleo tienen una dimensión global, por lo que la economía argentina también se verá afectada por el frente externo. Deberíamos tener en cuenta dos aspectos del sector externo: en primer lugar, la caída de las exportaciones contribuye a reducir los niveles de actividad doméstica y agravar la crisis; en segundo lugar, las exportaciones, en ausencia de financiamiento, son la fuente más importante de generación de divisas extranjeras, por lo que su caída complica la posición financiera del país. También es cierto que los menores niveles de actividad implican una menor demanda de importaciones y un ahorro de divisas, pero ¿el resultado final, es decir, la cantidad de dólares eventualmente disponible, es suficiente para una recuperación vigorosa en los próximos años?”.

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