Foto: Mauricio Centurión

ANUARIO 2020 | En medio de la dicotomía entre salud y economía, el capitalismo permanece asintomático a la crisis.

Primero China, luego Irán, Italia y España, después Estados Unidos y Brasil, ahora de nuevo Europa… Simultánea, planetaria y decisiva: la pandemia permite observar y comparar qué hace cada nación en cada punto del mundo en un momento clave de la historia reciente del capitalismo, el de la transición del liderazgo mundial a Oriente.

Al cierre de esta edición el mundo superaba los 73 millones de casos y las 1.600.000 muertes de Covid-19, todo en menos de 12 meses. Europa ingresó en su segunda ola de casos y retornó a las cuarentenas duras, Estados Unidos sigue en su tercera ola de casos, firme como indisputado foco mundial de la pandemia, con más de 300 mil muertos.

Los países se dividieron entre aquellos que renegaron de tomar medidas en supuesta defensa de la actividad económica o por búsqueda de la inmunidad de rebaño (Estados Unidos y Brasil de un lado, Suecia del otro), los que tomaron medidas extremas por pura reacción y luego se relajaron y entraron en una segunda ola (Reino Unido, Francia, Italia o España), los que tomaron medidas extremas y luego se abrieron a convivir con el virus, entrando en una ola (el extraño caso de Argentina) y los que aplastaron el virus con medidas extremas combinadas –cuarentena, vigilancia digital, controles masivos– cada vez que vieron un brote mínimo (los países de Asia Pacífico, en la diversidad que va de Japón y China a Nueva Zelanda y Australia). Sólo estos últimos tuvieron eficacia y, además y como consecuencia, pudieron reanudar su actividad.

El capitalismo global total, posterior a la caída del bloque soviético, viene soportando una crisis completa y continúa sin sobresaltos extremos, por ahora. La fantasía de un paro general mundial ya tuvo lugar en 2020, por fuerza del virus antes que por decisión obrera, y no devino en hecatombe y revolución sino en una marea de pobreza y recesión que hunde a todo el globo, mientras la lógica que ordena nuestras relaciones sociales sigue siendo la misma y los mismos explotados vociferamos por volver a ser lo antes posible triturados por los engranajes de la explotación. Todo un adelanto de lo que sucederá cuando advengan peores crisis planetarias por el clima. Todavía la tragedia de esta generación está por llegar.

Ni siquiera tuvo lugar la predicción que el Financial Times lanzó a comienzos de la pandemia, la de un retorno a cierto keynesianismo propio de aquellos años en los que el empresariado realmente tenía que ofrecer algo superior a la amenaza comunista. Nada, apenas algunos impuestos a la riqueza aquí y allá, subvenciones temporarias y después aguantar los trapos y comerse el garrón para que todo siga tal como estaba, con obstinación suicida, como si las cosas hubiesen andado tan felizmente antes del brote de Wuhan.

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