En un discurso que fue de menos a más, Alberto Fernández se puso en el centro de un relanzamiento del gobierno. La apertura de sesiones, marcada por la frivolidad opositora. FMI, recuperación macro, economía popular y la putridez de la Justicia, las claves. La crisis ambiental, ausente como Máximo Kirchner.

¿A quién le habla un presidente en una apertura de sesiones del Congreso? ¿Es un testimonio a la historia, una palabra para la población, las dos cosas a la vez? En un discurso de más de hora y media que fue de menos a más, Alberto Fernández hizo una suerte de relanzamiento del gobierno, de cara a los dos años que quedan, la crisis interna del Frente de Todos y la aparente consolidación del repunte económico.

“Es el momento, hoy más que nunca, de hablar del mañana”, dijo Fernández hacia el final de una alocución que comenzó con un minuto de silencio por los muertos de la pandemia y las víctimas de la invasión de Ucrania. Allí estuvo el momento más gris del mediodía: “Hemos vivido una crisis que no tiene precedentes. Querer politizar tamaña tragedia cargándole culpas a quienes tuvimos el deber de gobernar en ese instante de la humanidad, es tentador para algunos, pero es definitivamente inaceptable, dijo Fernández en relación con la pandemia.

El realismo se impone: aquello que califica como inaceptable en verdad es inevitable. Claro que se va a politizar y se van a cargar culpas.

Tanto él en sus tropiezos y notorias debilidades como la oposición con su acérrimo negacionismo pulverizaron las políticas de cuidado en la pandemia y se llevaron puesta la ponderación social de una formidable campaña de vacunación y del esfuerzo hasta el sacrificio de los trabajadores de salud, a los que todavía no se les dedicó un bono, acto homenaje, plaquita, medalla y beso o lo que sea por lo hecho en estos dos años.

Al centro del ring

Muchos temas planteados en los discursos previos de apertura de sesiones quedaron sin mención alguna, porque políticamente quedaron en el pasado. De la interminable lista de consejos y ámbitos de diálogo que se abrieron en sus palabras de asunción, en 2019, ya no queda nada. El coronavirus, la explosión de pobreza que trajo, las idas y vueltas del gabinete entre las primarias y las generales, la derrota electoral, las críticas epistolares de la vicepresidenta y principal figura política de la coalición de gobierno y la renuncia de Máximo Kirchner, hoy ausente, a la jefatura de bancada, desdibujaron al máximo a la figura presidencial.

En este 1º de marzo, esa figura intentó ubicarse, por primera vez, en un centro de escena. No más consejos de asesoramiento para dar cualquier paso. A la inversa, apoyo y entronización de sus principales ministros; en orden: Carla Vizzotti, Matías Kulfas, Gabriel Katopodis. Martín Guzmán, en el acuerdo con el FMI, Santiago Cafiero en la relación con China. Detrás de la ubicación central dada a la economía popular, la presencia de base del Movimiento Evita y la CTEP. Luana Volnovich, reivindicada por el histórico logro de que los jubilados de PAMI puedan elegir a sus médicos. Matías Lammens y sus 4.500.000 de argentinos yirando con el Pre Viaje, otro destacado del texto y las cámaras, aun cuando ni de lejos esa cantidad de viajeros se traduzca en votos duros.

Largos tramos recapitulando logros y proyectos de gobierno plancharon la alocución, son imprescindibles como testimonio y le dieron densidad a su promesa política, sea o no cumplida. Son los momentos en que el oído menos interesado se cansa y oye algo así como ruido radial. Los ejes centrales fueron la recuperación del trabajo, el aumento del PBI y, sobre todo, la recuperación industrial y el aumento de las exportaciones. Los pendientes –abordados en el texto– son la inflación y la pobreza.

Largo fue el repaso de avances macroeconómicos, pero lleva a una sola pregunta: ¿y qué pasa en 2023 si esta recuperación económica macro comandada por Kulfas continúa y se consolida?

¿Esa deuda de quién es?

Encuestas que circulan entre el mundillo político revelan que probablemente la población no tiene del todo claro qué diferencias hay entre deuda externa e interna, quién generó la deuda externa y cómo fue el desaguisado con el FMI. La continua confusión entre deuda dura en dólares y deuda en pesos se replica en medios de comunicación y en el pack de economistas muy calificados y periodistas ecuánimes, que esperan en gateras para convertirse en candidatos del PRO.

El artificio quizá tenga efecto. Quizá, también, cuatro años en política equivalen a una eternidad, más si no hubo de por medio una híper como la del 89 o un estallido a la 2001. Volver al macrismo tal vez no funcione más como temor o amenaza, pero nunca está de más hacer memoria sobre el tamaño insoportable de toda la deuda contraída sólo para mantener el flujo de dólares libre y sin cepo. Es decir, para que los amigotes se la lleven con pala.

Hemos dicho: queremos los nombres. Pero no por el espectáculo, sino por algo más profundo. Una política de Estado endeudó a todo un país por varias generaciones solo para que un grupo mínimo de ricos pasara sus ganancias especulativas en moneda dura. Es necesario darle otra carnadura al término corrupción. Es necesario ese “Nunca más” a ese endeudamiento, una demanda que hoy Fernández ligó a las luchas del movimiento de Derechos Humanos.

El FMI, ineludible

Como los capitales, Waldo Wolff, Fernando Iglesias, Carolina Losada, Alfredo De Angeli y otros tantos legisladores del ala dura de Juntos por el Cambio se fugaron del recinto a los gritos. Alberto Fernández les recordaba por enésima vez el masivo endeudamiento externo del macrismo y la causa judicial abierta. Hablar de deuda externa los ofende. No al radicalismo, en sus distintas expresiones, que mucho cargo de ese muerto no se hace y que se quedó en las bancas adornadas con banderas ucranianas de cotillón.

La retirada de los opositores se gestó a fuego lento. Primero el presidente les tiró un dato, no opinión: si bien a los peronistas los tratan de usar el Congreso como escribanía, sólo a él y a CFK los dejaron sin presupuesto. “En estos casi 40 años de democracia, es la primera vez que se rechaza un Presupuesto en este recinto, a lo que se debe sumar aquella vez cuando no se trató en el año 2010”, remarcó.

Tras esa introducción, Fernández abordó el acuerdo con el FMI, que prometió llevar al pleno del Congreso en la próxima semana.

Todavía no había salido la oposición cuando Fernández apeló a lo que quizá sea el mejor argumento sobre la deuda contraída por el macrismo con el FMI: “El dinero que ingresó de ese préstamo no fortaleció las reservas del Banco Central porque fue enteramente utilizado para pagar deuda externa insostenible y financiar la fuga de capitales. No quedó nada del dinero recibido. Ni un puente ni una carretera. Sólo nos quedó una deuda externa impagable.”.

Con cuatro negativas, Fernández dio cuenta de las principales preocupaciones que devienen del acuerdo, al que calificó de “entendimiento inusual”. Una, al menos, ofrece una solución creativa:

No habrá una reforma previsional, prometió Fernández, aunque sí aclaró que las personas en edad de jubilarse podrán continuar trabajando, lo cual le mete mucha presión al ingreso al mercado de trabajo.

“Se acabaron los tarifazos”, prometió Fernández. La solución al intríngulis de los subsidios tiene dos caminos. Primero, el 10% más rico los perderá. Segundo, las tarifas subirán por debajo de los aumentos salariales, como marcaba la Ley 27.443, vetada por Macri. Es aquella ley por la que el ex presidente le pidió en video a los senadores que no sigan las locuras de CFK…

Con ponchado de TV para la dirigencia de la CGT, Fernández prometió que el acuerdo con el FMI sale sin reforma laboral. “Los derechos de los que trabajan no pueden ser alterados en su perjuicio. La justicia social jamás puede ser objeto de negociación”.

Por último, Fernández prometió que no iba a haber ajuste, sino crecimiento del gasto real con baja del déficit fiscal al mismo tiempo. Veremos.

Luego se anunció el envío del acuerdo al Congreso en esta semana, salió en la tele el nuevo jefe de bloque oficialista, el santafesino Germán Martínez, y llegó el momento de la explosión:

“Quiero dejar constancia que este Acuerdo tampoco releva al Poder Judicial de avanzar en esa investigación. Los argentinos y las argentinas tienen el derecho de saber cómo ocurrieron los hechos y quiénes fueron los responsables de tanto desatino”.

Omitiendo a Ricardo Lorenzetti, la cámara registró en ese momento a Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrantz y el inundador Horacio Rosatti, tiesos como momias egipcias. Cobraron de lo lindo más luego.

Para cerrar, como tromba, apareció China en el recinto. Argentina vira la mirada hacia Oriente, hace bien una cuota de realismo:

"Puedo anunciarles hoy, que ayer he recibido la confirmación del gobierno chino de que han accedido a nuestro pedido de ampliación y uso del Swap en función de lo expresado en la “declaración conjunta" que firmáramos en mi visita oficial. China siempre nos ha apoyado en los momentos difíciles, y confiamos en que pronto tendremos la autorización técnica correspondiente. Con ello también fortaleceremos la estabilidad cambiaria".

Macro y micro

Si el industrialismo con finas hierbas de exportación extractiva de Kulfas, el acuerdo con el FMI y el viraje hacia China dan el encuadre macroeconómico, la mirada hacia la economía popular da la penetración microeconómica. No fue poco lo que anunció el presidente en este sentido, más todavía si se tiene en cuenta que fue el primer tramo propositivo de su discurso. La primera idea hacia adelante.

En consonancia y reinterpretación del clasismo antiplanero, el presidente dijo: “Es hora de que los argentinos y argentinas que puedan hacerlo, vuelvan paulatinamente al empleo formal y puedan ir prescindiendo de los planes sociales”.

¿Cómo puede ser esto posible en un mundo que reemplaza trabajo por tecnología de manera exponencialmente acelerada? Reconociendo el trabajo de la economía popular como tal, como trabajo. Los planeros sí trabajan.

“Es hora de reconocer, visualizar y registrar las actividades de la economía popular. Debemos avanzar en su productividad y crecimiento construyendo nuevas generaciones de derechos”. Lo que pudo haber sido ajuste, entonces, se vuelve créditos, compra de insumos, apoyo a cooperativas para que sean proveedores del Estado, abastecimiento de alimentos, urbanización de barrios populares.

Fernández pone el ojo en los albañiles de Yapeyú, en las empleadas domésticas de Varadero Sarsotti, los mozos de Santa Rosa de Lima. Todos los que quedaron cortos de IFE en la pandemia. Según el Indec, en los últimos 18 años, y sin demasiadas variaciones, la informalidad en el comercio es del 41,8%, en la construcción del 67,5%, en la hotelería y gastronomía del 47,2%, en el trabajo doméstico del 82,6%. Si durante 20 años vivís en negro, el trabajo en blanco deja de ser un derecho y pasa a ser el privilegio que pocos detentan.

Reconocer la economía popular como trabajo registrado es un desafío enorme de ampliación de derechos por abajo, casi de la dimensión de las moratorias jubilatorias entre 2003 y 2015 que hicieron que tantas mujeres mayores pudieran tener independencia económica.

La casta de toga

La segunda vez que poncharon a la Corte, esta vez sí con el letrado rafaelino en cámara, Fernández estaba despotricando contra las venalidades del menos democrático de los poderes.

El punto de partida del adversario elegido por el presidente desde su discurso asunción –la yunta entre servicios de inteligencia y funcionarios de la Justicia– fue otro dato, no opinión:

En el mes de enero los servicios de telecomunicaciones registraron el mayor aumento de precios. Eso fue posible porque algunos jueces dictaron medidas cautelares en favor de empresas prestatarias del servicio e impidieron la aplicación del decreto que declaraba servicios públicos a la telefonía celular, internet y la televisión por cable o satelital. A casi dos años de dictadas esas medidas cautelares no se expiden sobre el diferendo ni los tribunales que las dictaron ni la Corte Suprema que añeja la cuestión en algún armario.

Bien en su salsa, el hilo de declaraciones posteriores tuvo una contundencia implacable. El diputado Fernando Iglesias podría haber lanzado alguna de sus deportivas vociferaciones, de haber estado presente. Se lo perdieron.

Esto que acabo de describir no es otra cosa que un acto de complicidad judicial con el poder económico. (En referencia a las demoras en favor de las telcos)

Necesitamos una reforma integral del sistema de administración de justicia federal.

Lo que está sucediendo en el Poder Judicial en Argentina es grave.

Saben que tienen aliados en fiscales y jueces de la justicia federal. Por eso siempre su primer planteo ha sido y sigue siendo reclamar la competencia de los tribunales afincados en Comodoro Py. (En referencia a la relación entre, por ejemplo, Maurcio Macri y sus amigos del tenis).

Pero lo cierto es que en ese proyecto de Ley (de reforma judicial), además, se creaba el juzgado federal y una fiscalía en San Lorenzo y la Cámara Federal de Apelaciones Rosario, instrumentos jurídicos indispensables en la lucha contra el narcotráfico. También ese proyecto establecía la creación de una nueva sala y una Secretaría de Narcotráfico en la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario.

La conformación y funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación también debe ser objeto de análisis y decisión en este ejercicio legislativo.

Durante la administración anterior, existieron serias interferencias de los servicios de inteligencia en el funcionamiento de las instituciones de la república, afectando los derechos y garantías de los y las habitantes de nuestra nación. A la luz de lo que hoy sabemos, no habíamos llegado a tener real dimensión del enorme daño que esas intromisiones causaron.

Me ocupé de que no existan causas armadas entre los servicios de inteligencia, las autoridades de los poderes públicos y miembros que deshonran la administración de justicia.

Puse fin a las escuchas o seguimientos ilegales a dirigentes opositores, a sus familiares o a sus representantes jurídicos.

En la Argentina no hay espacio para el espionaje político. No se intervienen teléfonos sin causa judicial. En la Argentina de hoy cada uno piensa y dice lo que se le da la gana.  El secreto no puede ser NUNCA MÁS la excusa para que el Estado institucionalice un sistema de espionaje cuyo fin sea la persecución a opositores políticos o simplemente la extorsión. Ese es el entramado que la intervención de la AFI develó y denunció.

Hacia 2023

Fuera del núcleo duro de seguidores, ¿impacta electoralmente el debate de cuestiones jurídicas, tan caro al prime time de C5N? Hay quienes dicen que sí, hay quienes dicen que no. ¿A quién le habla el presidente en un discurso de apertura de sesiones? Para el caso, hubo una gran omisión en esta línea de temas cuya traducción electoral es opaca: sobre el contrabando de armas para apoyar a los golpistas en Bolivia no hubo una sola palabra.

Más importante parece ser recuperar la disputa de sentido común sobre quiénes son los responsables del endeudamiento y qué efecto tuvo. También, defender la democracia y la política, esto es: defender el Estado y la acción pública como herramientas de bienestar social. Ambos puntos fueron atendidos.

Cuesta entender, no obstante, que los anuncios ambientales sigan ocupando un lugar menor o subsidiario. Cinco párrafos de 273 fueron dedicados específicamente al ambiente. Por supuesto, en otros tramos no se olvidó la perspectiva ambiental subordinada a los dictados económicos del Ministerio de Desarrollo.

Los 8400 millones de dólares para hidrógeno verde tuvieron su lugar, el litio también, como la electromovilidad. Pero las referencias a los fuegos de Corrientes y de las islas del Litoral fueron nulas.

Sin embargo, basta contar la larga cantidad de ciudades –de votantes– afectados en todo el humedal del Paraná para dimensionar la magnitud del desastre ambiental de 2020, 2021 y 2022. Ni una palabra sobre ese punto, que sobresalió en la realidad reciente y que marca por donde viene la inevitable agenda de los próximos 10 años. Una lástima que el fuego no afectara directamente al AMBA, quizá otra hubiera sido la atención.

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