Foto: Verónica Villanueva

Entrevistamos a Alejandro Horowicz. Historiador, ensayista, lector crítico de la realidad y máquina de invertir pensamientos para partir la cabeza. “Cristina no puede reclamarle a Alberto que cumpla lo que nunca acordaron”: qué significa la política sin programa.

El lugar común es presentar a Alejandro Horowicz como un intelectual brillante, un exponente de la izquierda “no gorila” y además un peronólogo de los mejores. Mejor que eso, es un desmitificador honesto, un desarmador de lugares comunes y que siempre se dispone a pensarlo y responderlo todo. Va entonces la continuidad actualizada de una nota 2019, que requiere un upgrade para entender la crisis ideológica y política actual.

 

No iba a empezar por aquí, pero ya que uno de los ejes va a ser la calidad de la clase política en relación a los problemas que pretenden solucionar aquí y en el mundo, quería saber qué fue aquello de compartir un acto con Héctor Cámpora y su talento para –sin pagar encuestas costosas e infieles- pronosticar electores calculando a “vuelo de Tío”.

Eso fue una casualidad, yo militaba en el FIP (Frente de Izquieda Popular) y había tenido que participar de un acto del FREJULI (Frente Justicialista de Liberación) en la provincia de Buenos Aires que lógicamente remataba con un discurso del candidato, de Cámpora. Sucede que él me había visto por TV en un enfrentamiento con Balbín. Muy divertido se acerca y me dice: “le pido mil disculpas joven porque no recuerdo su nombre, usted debatió públicamente con el Dr. Balbín y le pegó un tortazo memorable”. ¡Muchas gracias! Atiné a agradecer.

Ahora queremos saber en qué consistió ese (vocablo setentista también) tortazo.

En esa época yo tenía mucha presencia en TV, laburaba  en un programa que se llamaba “Derecho a réplica” y me invitaban a otros de otros canales, como por ejemplo el de Sergio Villaruel en Canal 13. En ése momento el personaje central era Balbín, que estaba con Tróccoli y Vanoli (el abogado y asesor del Partido Radical, hombre de consulta de Balbín). Entonces Villaruel me pide una primera pregunta para desafiarlo a Balbín de entrada, para arrancar fuerte temiendo el tono a veces soporífero del Chino. Yo acepto y él le marca a los productores que entran conmigo, entonces yo digo: “Dr. Balbín, el presidente Lanusse ha impuesto una cláusula de residencia perfectamente ilegal, según la cual el Dr. Cámpora –que por entonces estaba en España– es posible que sea proscripto. En el caso de que el FREJULI se vea impedido de presentarse a elecciones, la UCR… ¿qué es lo que va a hacer?”.

Balbín me hizo saber entonces que yo era un chico de 23 años y él era Balbín, entonces me trató no como un periodista sino como miembro de la dirección del FIP. Me pregunta a su vez: “¿Y ustedes que van a hacer?”.  Ni yo ni el FIP teníamos prevista semejante respuesta y yo no podía contestar eso. Entonces me mando y digo lo que se me canta, pensando que si al FIP le viene bien y si no se jode. “En el caso de que el FREJULI sea prescripto doctor, vamos a impedir el proceso electoral. No vamos a mandar a nadie a votar en blanco, vamos a impedir en la calles que ésta falsificación de la democracia pueda llevarse a cabo”, le digo y se produce un silencio tremendo. En realidad era una de manual clásico: no nos permiten, vamos a pararlo todo. Y le repregunto: “La UCR, ¿que va a hacer?”. Balbín me mira fijo y me dice que va a consultar al Comité Nacional del partido. Ahí vi el arco y le pegué: “Qué diferencia notable entre usted e Hipólito Yrigoyen”. Entre enojado y sorprendido reacciona con un “¿¡Cómo dice!?”. Y le contesto: “Yrigoyen decía que prefería perder cien veces una elección pero ningún principio, y usted me dice que para ganar una elección vale la pena abandonarlos a todos”. Balbín quedó en estado de shock y Villaruel cambió de cámara y salió para otro lado. Esto se repitió muchísimas veces y me transformé en un tipo al que incluso no le quisieron cobrar en una estación de servicio, “Mirá, mirá quién es, a vos te llenamos el tanque y no te cobramos”, un momento de gran reconocimiento.

¿Y Cámpora como retribuyó además del saludo?

Me invita al acto del PJ, me sube a la tribuna, desde donde ví una cantidad de gente descomunal, era en PBA. Allí puede ver como Cámpora hizo una radiografía in situ del acto, y con esos datos y la cantidad de afiliados del PJ hizo una proyección inmediata: “Acá vamos a sacar tantos votos”. Yo lo anoté y la verdad es que se equivocó por cuatro chirolas.

Muchas preguntas capciosas para ir cayendo sobre la nota, sobre la “democracia de la derrota”, por ejemplo el paralelo entre Perón y Cristina ungiendo candidatos: Cristina se equivocó con Alberto, pero ¿Perón habrá pensado lo mismo de Cámpora? Pero va más en serio y más fácil: ¿cómo está la relación entre los principales dirigentes de la clase política de 1970 y la de hoy? Una relación esencial para comprender mejor algunas frustraciones y malentendidos.

No sé si es más fácil la segunda pero, en primer lugar, la población en todo el mundo esperaba en 1970 que la política fuese una respuesta a sus problemas reales. La política podía ser muchas cosas: la victoria del Vietcong sobre los Estados Unidos, hasta el levantamiento de los coroneles portugueses contra el estado más reaccionario de Europa junto con el franquismo. Las dos cosas formaban parte del ciclo de la política, la victoria electoral de Salvador Allende también. Nadie creía que ninguna de éstas tres cosas era una insignificancia. Las tres merecían una determinada valoración pública, una expectativa no menor. Lo que quiero decir es que la confianza en la capacidad de transformación que la lucha política tenía en ese momento, habilitaba una dirección que tenía necesariamente que tener un nivel de comprensión, porque de lo contrario no podía situarse –ni siquiera discursivamente– en el nivel de esos problemas. Eso hacía que un tipo como Balbín, que parecía en 1970 un señor gris, oscuro y aburrido, no fuera semejante cosa y pudiéramos ver el efecto de su práctica política en 1983, cuando Alfonsín gana las elecciones…

Sin el famoso abrazo con Perón y su apertura a sectores no radicales, no hubiese podido Alfonsín colectar los votos para construir la victoria después de la dictadura.

Precisamente, Balbín no decía la tontería de “vamos a ver cómo hacemos descarrilar al gobierno”, no era un gorila necio. En 1983 Balbín renuncia a que la UCR sea el Partido Gorila de Masas y vos ves ahí a un dirigente político nacional que no tiene el formato que a nosotros nos puede gustar, no es tan próximo como Alfonsín (que lee parte de los libros que leemos y va al cine a ver algunas de las películas que nosotros vemos). Ni Cámpora ni Balbín no eran grandes lectores, si alguna vez lo fueron después de graduarse en la universidad, pero tenían una sensibilidad notable para su tiempo. Balbín creía que tenía que estar en consonancia con algo, mientras que Macri –por ejemplo– es un hombre que no cree que deba estar a tono de nada, porque nadie espera de él nada más que lo que obviamente va a hacer si le toca volver para romperlo todo.

Al contrario de 2015, Macri no engaña, no usa metáfora alguna, ningún votante puede alegar desconocimiento o ingenuidad.

Ese sería un voto extraordinariamente necio, pero ese autoengaño es otro fenómeno. Sólo que tenga una compresión política menos que elemental puede creer que Macri va a hacer algo distinto de lo que hizo toda su vida. Pero es realmente funcional en un mundo que ya no espera casi nada de la política y no necesita dirigentes excepcionales. Cualquiera que pueda enhebrar seis oraciones sin errores de sintaxis con cierto rigor argumental, se transforma en un dirigente nacional expectable. Esto muestra el empobrecimiento general de las direcciones políticas, verificable en que ninguno de los partidos en boga presentó ni tiene un programa político, el Frente de Todos es una alianza sin programa. Nos cuentan que hay un gobierno de unidad que encabeza Alberto Fernández, algo que podríamos llamar panperonismo, una coalición de peronismos. En cualquier época pretérita las coaliciones se hacían sobre un programa mínimo; cuando Perón apoya a Frondizi se hace sobre un programa minuciosamente escrito y debatido, que luego Frondizi respeta de un cierto modo y hasta cierto punto, pero no lo acuerdan tomando un café entre dos sino tras un cierto debate. Uno ve en la degradación de la política, la degradación de los dirigentes políticos. Esto hace que la mayoría de estos dirigentes sean finalmente una caripela contra otra caripela en los afiches o en la televisión, variantes sutiles del mismo programa de siempre, se vote lo que se vote.

Hubo una crítica interna del FDT acerca de la liviandad de los ejes de campaña escogidos en las primarias, resueltos en slogans que dejaron sabor a poco.

Es que la “idea fuerza” de poner plata en los bolsillos de la gente y resuelto el problema, es la idea que un gorila tiene del peronismo. Cuando la gorilada gritaba contra Perón, era porque era un demagogo que pretendía que la gente ganara un salario que era un piso del que no se bajaba nadie. Entre 1946 y 1975 la distribución del ingreso nacional fue del 41% del PBI para los salarios, en el punto más bajo, y del 48% en el punto más alto; hoy es 20 puntos menor.

Uno de los peores de la historia y el peor de la historia de los gobiernos peronistas…

Esa distribución perjudicial para el trabajo la hace la dictadura burguesa terrorista de 1976, pero arranca antes con el Rodrigazo. José Alfredo Martínez de Hoz prolonga y profundiza el ciclo iniciado por Celestino Rodrigo. Los gobiernos kirchneristas lo que hicieron fue agrandar la torta pero sin cambiar la lógica del reparto. El 2001, entre otras cosas, supuso que la masa salarial que hasta ahí costaba 1, pasa a costar 23 centavos de dólar; por lo tanto un aumento que te permita salir de un punto tan bajo, permite que la diferencia sea notable pero lo que en realidad recuperaste es lo que tenías antes de la explosión. Es cierto que los beneficios de ese crecimiento llegaron a una mayoría significativa, pero no cambia ni los términos del crecimiento basado en el monocultivo sojero, ni la estructura del control de ésos dividendos. Porque conviene recordar que entre 1930 a 1975 la Argentina no tiene libre circulación de capitales, tampoco convertibilidad sino control de cambios. El gobierno de Frondizi tenía control de cambios, que incluso la Libertadora no quitó, fue José Alfredo Martínez de Hoz el que inauguró semejante cosa y no se repuso más. La ley de entidades financieras de Martínez de Hoz está vigente y el rol impuesto por la dictadura para el Banco Central recién se cambia en el segundo gobierno de Cristina y hasta ahí. En consecuencia, lo que decimos es que los instrumentos con los cuales se quiere manejar la economía nacional no permiten hacer nada demasiado distinto a lo que se está haciendo, cuando vos elegís los instrumentos elegís a la vez tus posibilidades. Aquí se ha cambiado la música del proyecto, la letra no, por eso yo digo que el kirchnerismo era la música del tercer peronismo (el que inaugura la excepcionalidad de Cámpora) y la letra del cuarto (el que se instaura con Isabel Martínez y se despliega plenamente con el menemismo). Este modelo no requiere dirigentes de mayor envergadura de los que actualmente tiene, contestada largamente la relación entre problemas reales, modelo y clase política.

En un reportaje anterior, 2017 en pleno macrismo, vos decías que estábamos inmersos en la “democracia de la derrota” y considerabas -no eras el único que lo vaticinaba– que Cristina ya no iba a tener un papel destacado sino declinante. Un error de cálculo si consideramos el armado que le permitió al FDT cortar al macrismo con ella como vice. Luego como herramienta de gobierno se diluye, pero por otras razones…

Que son las que vale la pena analizar, es el problema de la estrategia.

¿Cristina no marca una diferencia importante contra el friso del resto de la clase política?

Discursiva, esa es la diferencia que marca, a la hora de mirar su profundidad política o el programa que reclama con propuestas sueltas en sus apariciones, vemos que no hay tal. Nunca tuve mala voluntad hacia Cristina ni hacia el fenómeno que encarna, es simplemente una constatación de los resultados del experimento. Arrancamos definiendo cómo se hace un acuerdo político y eso no es una invención de Alejandro Horowicz ni de teorías políticas recientes o superficiales, un acuerdo político requiere dos partes o más que suscriben un programa de gestión o de gobierno, el acuerdo del FDT fue un “acuerdo sobre ninguna medida sustantiva”, ni de un conjunto de tareas a realizar. Es por eso y no porque Alberto Fernández es Alberto Fernández, que no puede Cristina reclamarle a nadie que está incumpliendo lo que no acordamos. Entonces la segunda pregunta es porqué no lo acordamos. Y mi hipótesis es porque Cristina no sabía qué proponerle acordar, porque todo lo que se entiende por acción política es –como vos decís– cortar al macrismo y tapar el próximo bache para ver cómo se sigue, no hay una visión estratégica de cómo debemos hacer aquello que deberíamos hacer. Este es un Frente sin programa ni estrategia por responsabilidad también de Cristina y lo único que existe es adecuarse fácticamente a los poderes reales y sus exigencias. El planteo del desarrollo sin derrame se basa en el silogismo de “si es bueno para las empresas, es bueno para el país”, porque como todos sabemos el capitalismo se hace con empresas y con bancos, si ellos se realizan nos realizamos todos. Este modo de razonar arroja ésta política y no requiere la más mínima comprensión estratégica.

Foto: Verónica Villanueva

¿Vos decís que ése es el capitalismo que reclama Cristina cuando se define como tal y le reconoce ser el mejor sistema para la producción de bienes y servicios?

Que el capitalismo es el sistema que mejor produce, acumula y en ciertas fases reparte es una falacia, porque cuando dice que “satisface adecuadamente” puede querer decir muchas cosas o ninguna. Yo puedo demostrar muy fácilmente que el capitalismo no satisface a ninguna mayoría, la idea de que se puede producir sobre la base de reducir costos como eje central de la economía, hoy en el siglo XXI, no sólo no es buena si no que es una catástrofe. El mundo tiene petróleo suficiente para los próximos 40 años aún incrementando el nivel de consumo desde la velocidad actual. La pregunta es: esto que demuestra que seguramente habrá ganancias para las empresas petroleras, ¿es una buena idea para el planeta Tierra? Es insostenible en cualquier escala, es evidente que sólo estamos pensando en la contabilidad de las empresas, en sus buenos negocios, que son horrorosos para todos los demás indicadores. ¿Alguien cree de verdad que exportar automóviles, incrementar su producción y uso, basado en combustibles fósiles, es una gran idea? Es una idea espantosa de la mano de la anterior. Que 7500 millones de personas puedan andar todos juntos en auto, sea eléctrico no, es otro disparate. En la ciudad de Buenos Aires, en 1960 había 300.000 automóviles, en una ciudad que no alcanzaba a los tres millones de habitantes. Tener auto era estar a 25 minutos de cualquier lado, hoy es un colapso insufrible. Cuando alguien dice que el capitalismo es la mejor manera de administrar y generar riqueza está hablando de la riqueza contable de las empresas, no de la situación real del planeta, más allá del rol que juegue el Estado. Cuando miramos la pandemia vemos Estados interviniendo, no obstante lo cual la desigualdades sociales se incrementan, sin considerar que la causa de la pandemia es el modo de producir alimentos en el planeta Tierra, que no respeta ninguno de los ecosistemas, los destruye y genera pestes a repetición. Podemos zafar de ésta pero la próxima va a ser mucho más grave, con o sin vacuna, pensar lo contrario es una estupidez. El mundo mejor porque la inversión pública permitió salvar millones de vidas y que se venía un neokeynesianismo perpetuo, es una mentira de las peores. No sólo no hubo ninguna mejora, estamos presenciando –y el acuerdo de la Argentina con el FMI es una expresión de eso– un ajuste global impresionante, tal vez uno de los mayores de los que tengamos memoria. La idea de que hay inflación en los Estados Unidos no debería servir para tranquilizar a las economías emergentes sino para entender que si un abre el grifo del BCRA y emite billetes, con este simple artilugio, sin asegurarse de que esa distribución de recursos sea de un modo y no de cualquiera, lo que hacés es revolear guita a la marchanta y ponerte en una encerrona de difícil solución. El capitalismo no produce con ninguna otra racionalidad que la de las empresas y los bancos, no los asigna ni en tiempo ni en forma, es una bestia impiadosa que si no es políticamente regulada, no nos lleva a ninguna catástrofe futura, simplemente porque estamos caminando las últimas horas de la catástrofe en curso.

Pienso en los que te están leyendo ahora mismo, los que ante ésta crítica implacable del capitalismo te dirían “pero Horowicz, imagine algo más porque no hay un afuera del capitalismo”… Jorge Alemán por ejemplo. ¿Cuál sería la estrategia de resistencia o contrainsurgencia para resistir en los márgenes de un capitalismo sin afuera posible?

A ver, de lo que no hay un afuera es del mercado mundial, no del capitalismo. Alemán es un gran psicoanalista, pero de economía política nada y de política tanto como de lo anterior. Eso de que no hay afuera del mercado mundial es la novedad que implica la caída de la URSS. En 1991 se terminó el afuera del mercado mundial…

La victoria global del capitalismo lo instauró además como “el” proyecto cultural y económico, el único. Quizás Alemán se refiera a la abrumadora hegemonía cultural.

En el plano cultural, el secreto del capitalismo es que toda la cultura interesante –en el plano que quieras, de la reflexión política o del arte– es la que pone en cuestión al capitalismo. Cualquier cosa que no hace más que aplaudirlo, es culturalmente una nada y ni siquiera tiene éxito comercial. La única manifestación cultural atendible es la crítica al capitalismo, estamos mezclando hinchazón con gordura finalmente, es verdad que no hay afuera del mercado mundial, pero no es verdad que el capitalismo sea fatalmente obligatorio. Y la prueba es que existe lo que llamamos “capital tecnológico”, que es lo que nos permite producir respetando las condiciones, siempre y cuando en lugar de plantearnos una baja inversión nos planteemos un nivel de inversión notablemente elevada, ya no discutimos el tiempo necesario para producir un bien sino la acumulación económicamente efectiva para que eso sea posible.

Para ponerlo en otros términos, cuando alguien dice “faltan dólares” hay que preguntarle “para quién faltan dólares”. Porque Techint no tiene ningún problema, acaba de comprar una empresa en Estados Unidos por 460 palos verdes. En los términos del capitalismo, de cualquiera, es perfectamente legal que Techint disponga de ésas divisas, que saque ese dinero de la Argentina y mandarlo adonde le convenga. O despojás al capital de lo que nos impone o despojás a la sociedad de lo que necesita, es una elección central y se pagan costos, siempre. En lugar de tener el trabajo muerto, la inversión fija, aplastando a la sociedad viva, vamos a poner el trabajo vivo sometiendo al trabajo muerto. La política con escala municipal no es capaz de enfrentar esa disyuntiva, se rinde de antemano. Si los partidos políticos son coaliciones de intendentes o gobernadores en busca de un candidato taquillero, no hay salida, mucho menos en los términos del capitalismo.

Para diseñar cualquier alternativa hacen falta dólares y las reservas netas líquidas, sino fuera por los Derechos Especiales de Giro, estarían en valores negativos. ¿No es eso una limitación?

Es el viejo chiste del huevo y la gallina, como no tengo los dólares no puedo gestionar ni enfrentar a nadie. Los dólares existen, los tiene el Banco Central de Brasil, el problema es que el Mercosur es solo una ampliación de mercado, no un proyecto estratégico con políticas concretas de convergencia. No una confluencia revolucionaria abstracta sino una inspirada en los acuerdos de la Unión Europea por ejemplo.

Aquello del Banco del Sur, viejo proyecto de Néstor, Chávez y Lula, del que no se habló nunca más, ni seria ni públicamente…

Así es, si hubiese un Banco Central de Sudamérica, el costo financiero de la deuda se reduciría a poco menos de un tercio, porque vamos a pagar por los servicios de la deuda lo mismo que paga España y no la locura que estamos pagando a una tasa descomunal. Sin una solución de ésa escala no hay salida, ni con arreglos bilaterales ni mucho menos a escala nacional. Poner el límite de las políticas públicas en la lógica de rentabilidad empresaria, es un fracaso cantado.

Hace tiempo escribiste una muy buena nota en Anfibia después de la derrota del FDT en las primarias 2021, se llamaba “Postales de una catástrofre”. Allí hablás de tres formatos frentistas o partidarios clásicos de casi todo sistema político: el que acepta el orden fáctico y se subordina (acaso Juntos por el Cambio y otres), el que rechaza radicalmente el orden existente e impulsa una revolución total (las formaciones de izquierda trotskistas y archipiélagos añadidos) y el que regula a los poderes fácticos, ese que empeña en conciliar democracia con capitalismo (el peronismo por caso). ¿El FDT desempeña este último papel o ese lugar ha quedado vacante?

Lo sugería en esa nota y lo ratifico, es que el peronismo en su versión actual no regula nada. Pero decir, por ejemplo, que el FDT es un proyecto terminado no sería correcto si no lo relacionamos con algo, relativo a qué lo estaría. Hace falta un nuevo proyecto nacional montado sobre otras bases, sino lo que queda será morderse la cola y desvestir un santo para vestir otro. En 1960, el gerente bien pago de una multinacional ganaba 30 veces lo que un operario mal pago de su propia empresa, ahora gana más de 300 veces, y eso depende de qué países estemos hablando. Se produce mucho más que hace 60 años y se reparte mucho peor, pero para repartir mejor hay que hacer cosas que ésta coalición de gobierno no está dispuesta a hacer. Hoy hay un gobierno de la bancocracia global, con un programa único y de ajuste para el mercado mundial y que se nutre de dos tasas que cobra todo el tiempo: la tasa que le impone a los pobres tipos que se endeudan con una tarjeta de crédito y la que les cobra a los gobiernos nacionales por prestarles dinero. Conviene no creer que el café de la esquina al que uno va es el centro del universo donde pasa lo único que sucede, tenemos que tener una mirada más abarcativa que intente explicarse algo, evitar las fórmulas de marketing, tomar la gente colectivamente por tonta puede funcionar, pero el que practica ésa estrategia no puede a la vez, exponer su propia estupidez. Cuando uno explica simplificadamente problemas complejos, se explica simplificadamente a sí mismo. La unidad de un Frente político no es la unidad de los que se juntan en el cuarto oscuro para votar, son papelitos que se soplan y se vuelan, como una coalición sin programa. Sin ir más lejos, no es lo mismo adjudicarle la corrida y la crisis consecuente a la renuncia irresponsable de Guzmán (una lectura en boga y posible) que carecer de una estrategia consistente para enfrentar una crisis, ninguna corriente interna del FDT puede responder eficientemente ningún dilema y es una debilidad que arrastra de la victoria electoral de 2019.

Foto: Verónica Villanueva

Hay un énfasis importante, ya que lo mencionas, en responsabilizar a Guzmán, quien además le habría mentido a la vicepresidenta, al presidente, que maquilló números para dibujar resultados, que dejó una caja de $40.000 millones, es decir que la deja sin otro margen que ajustar….

Pero eso condena a Batakis o a Massa de antemano, ¿por qué le iba a ir bien en el mismo terreno y con la misma estrategia con la que a Guzmán le fue mal? ¿Para qué tanto esfuerzo en desplazar a Guzmán? Es evidente que Guzmán no es el productor de la crisis, porque si la crisis persiste es porque es anterior y mucho más profunda.

El punto es, de nuevo, que no se trata de la genialidad personal de alguien, sino de la capacidad de entender las posibilidades reales de un proyecto de recomposición, a caballo de qué puede o no tener cierta dinámica y cuáles son las condiciones requeridas para que funcione. Si podés hacer todo este caminito, tenés el modo en que se gobierna en la Argentina, donde la estrategia es el día a día o -en el mejor de los casos- el mes a mes. Es muy fácil reírse de Alberto, pero acá la clave es poner algo mejor sobre la mesa, que no sea otra vez reírse de Alberto. Cuando el plan es no tener plan…

Sergio Massa asumió al frente de tres ministerios reunificados, pero claramente es responsable de la política económica, que es el talón de Aquiles del gobierno.

Un ministro de economía tiene la fuerza de la política que impulsa, y esa política tiene el peso del gobierno que la sostiene. El acuerdo con el FMI es la política que impulsa; la concentración de cargos expresaría, en el caso de resultar eficaz, la decisión del ejecutivo de llevarla a cabo. Es decir, la continuidad que Silvina Batakis reconoció con relación a Martín Guzmán organiza el ajuste estabilizador que intentará llevar a cabo Sergio Massa. ¿La diferencia? A Massa le adjudican capital político propio, cosa que ni Batakis ni Guzmán poseían. Sobre el resto opinaran los “mercados”.

¿Y si el plan es que en 2023 asume Cristina?

En éste contexto, dudo que pueda ganar Cristina, y si lo hace dudo mucho que haga alguna diferencia en la gestión concreta. La pregunta es porqué entonces no fue candidata en 2019, en los mentideros se dice que Alberto le dijo a ella “Vos también ganás las elecciones”. Si ella podía ganar pero no gobernar, ¿qué te hizo pensar que Alberto sí iba a poder? Y encima sin acordar prácticamente nada en realidad. Cristina habla, corrige, señala, pero hablar no es gobernar ni contribuye a eso. Yo creo que la gente, no digo los convencidos de uno u otro frente, tiende a creerle nada a ese modo de hacer política. Los dañados por la crisis no entienden la crisis y los que tienen que explicarla los dejan en manos de dirigentes irrelevantes, impotentes o peor, en manos de cocainómanos gritones que reviven ideas de 1790. El anarcocapitalismo no es otra cosa que el sometimiento irrestricto al capital, a esto lo sabían todos los burgueses de aquél entonces y ya era obvio. Ningún burgués hace lo que quiere ni por humanismo o crueldad, sino lo que el capital impone, porque si pierde el capital ya no es un burgués. Es bastante claro que o uno se somete a la gramática general del capital y acepta sus términos o lo enfrenta, más no hay, nunca hubo.

No te va la mención de la herencia irremontable y la necesidad de crecer para luego sí poder distribuir…

Para usar la fórmula existencialista diré que “hemos sido arrojados al mundo” en determinadas condiciones, pero lo que hacemos con eso es decisión y responsabilidad inexcusable, no podemos no hacernos responsables. Yo puedo entender que alguien sensible que intenta corregir un esquema injusto y no lo consigue, se desagarre y diga “es que no puedo hacer otra cosa, no nos sale”, pero sigue siendo tu responsabilidad. Los que te dicen que primero hay que crecer para luego distribuir son –sin importar sus mejores intenciones– los gerentes de la catástrofe.

 

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