Impresas Políticas: por una memoria poética, feminista y federal

Impresas Políticas

Imprentas Políticas es un libro que reúne producciones literarias de mujeres detenidas políticas en los 60 y los 70: “Surge de una vacancia, porque hay mucho material de varones, pero no de mujeres”, explicaron.

“Con tus 16 años, compañera/ ¡qué tremendo mundo que haríamos!/ Un mundo donde fueran libres tus ideas/ donde tus piernas sin límite corrieran/ donde tus canciones volaran”. Los versos son los primeros de un poema titulado “Mi compañera de pabellón”, de Laura Ojeda. Está fechado el 22 de mayo de 1975 y dedicado a “Silvita, 16 años, para que se multipliquen en miles”. Es uno de los textos reunidos en Impresas políticas, un libro de poemas y relatos de mujeres detenidas políticas en los 60 y los 70 que hayan estado en Rosario, publicado recientemente por Capitana Editora.

Junto a Ojeda, las autoras reunidas en la antología son Alicia Kozameh, Ana Esther Koldorf, Elida Deheza, Irma Antognazzi, Laura Ojeda, Liliana Arrastía, Margarita Drago, María del Carmen Sillato y Marta Ronga.

Capitana es un taller de impresión artesanal rosarino que reivindica el lugar de las mujeres en el oficio de la imprenta y se dedicada a técnicas en desuso en el mercado, principalmente la risografìa y el letterpress. Victoria Gómez Hernández y Cristina Rosen lo llevan adelante desde 2016. En 2018, se encontraron con Luciana Bertolaccini en torno a una pregunta: dónde encontrar poemas de mujeres militantes de los 60 y 70. Así comenzó la búsqueda de producciones literarias, un proceso que siguió durante cuatro años de revisar archivos y contactar a militantes, ex detenidas y familiares, y culminó con la publicación del libro que abre la línea editorial del proyecto. La mayoría del material seleccionado es inédito.

“Aparecen producciones de desaparecidas, militantes, presas políticas, exiliadas, familiares. Escritas antes, durante o después de la dictadura, escritas a mano, en máquinas de escribir, escritas estando detenidas o en el exilio. Una faena llena de barro y humo, un trabajo reconstructivo que no trata solamente de olfatear las piezas, sino de percibir las lógicas de su unión”, explican las tres editoras en la introducción. “Mucha de la inspiración para el diseño nos la dio la forma en que nos encontramos con el archivo, porque nosotras fuimos buscando poesía y cuentos y aparecieron una cantidad de cosas que no sólo eran importantes por el contenido que tenían sino por la forma en que aparecieron, como cartas y cuadernos de cárceles, dibujos e ilustraciones”, explica Luciana Bertolaccini, entrevistada para Pausa.

En sintonía con la premisa de Capitana, la obra aprovecha la materialidad del libro para contar su historia. Por ejemplo, la tapa tiene una textura que recuerda a la de los cuadernos Rivadavia, que se usaban en la época. Los nombres de las autoras y las fechas están indicados al costado de las páginas, y así el efecto de lectura une en una gran voz poética lo que la clandestinidad fragmentó. Entre las páginas hay papeles azules que cuentan, en primera persona, cuándo y cómo se originaron los textos. Además, se incluyen documentos de archivo, entre ellos una autorización para tener un cuaderno.

Es un libro que primero conmueve por los testimonios de la represión y después, sin dejar de conmover, abre un universo de lenguajes, poéticas, sonidos e imágenes nacidos en el contexto de encierro, que fueron megáfono, refugio, sensibilidad, abstracción, resistencia y escape durante aquella experiencia, y sobre todo la afirmación de un lugar propio en la escritura. Leer a las autoras trae otra pregunta, la de si habrán podido seguir con la escritura. Afortunadamente, el libro incluye sus biografías, escritas en primera persona. Algunas sí, otras fueron por otros caminos artísticos y todas tienen en su historia un exilio y distintas trayectorias militantes.

Entre los textos seleccionados se incluyen poemas que son declaraciones de amor, a una pareja, a compañeres y a hijes que están afuera. Hay algunos que claman revolución, otros de denuncia y otros con versos esperanzadores: “Habrá un día en que los rosales que plantó papá/ estallarán en rosas/ y el limonero se cargará de frutos/ redondos y amarillos/ las margaritas del patio lucirán en fila/ sus vestiditos blancos/ y el jardín será todo color y canto de pájaro” (Habrá un día, de Margarita Drago). También hay poemas, cartas y textos de agradecimiento, dedicados a una abuela o a una hija que se pudo comprar una casa, o fechados en un Día de la Madre.

Entre los relatos de la vida adentro, los hay de las visitas, de los secuestros y de un reencuentro en la calle después de la cárcel. Con una ironía muy fina, hay un texto que narra una jornada de limpieza autogestionada del pabellón dedicada a erradicar “el odiado flagelo de las chinches” e incluye un análisis detallado del comportamiento de la plaga. Otro describe los usos del pan: tostadas, tortas (de panes), engrudo, salsa blanca, cuentas de collar, plomada, aislante y otros tantos.

“Recuerde, lector, que todo estaba prohibido”, escribió Irma Antognazzi en su relato 15 minutos de visita de contacto con los hijos, y su advertencia viaja en el tiempo. 

Impresas Políticas

Abrir las cajas

La búsqueda del material comenzó en el Museo de la Memoria de Rosario y siguió charlando con militantes de Derechos Humanos hasta conseguir el primer contacto de una de las autoras, ex presa política. “La cárcel generaba tal situación de intimidad, al tener que reconstruir una vida ahí adentro, que los lazos que se forjaron ahí después siguieron, a través de la militancia y otras trayectorias. Había una red ya forjada entre ellas y por esa bola de nieve las fuimos contactando”, cuenta Bertolaccini.

“En cada uno de los encuentros el momento crucial era el de la apertura de la caja: cada una de ellas tiene en su casa una caja donde guarda papeles, papelitos y todo lo que te puedas imaginar relacionado con esa época de su vida. Abrir esas cajas, seleccionar materiales y cederlo a tres pibas que al principio eran unas desconocidas, imagino que no debió haber sido algo fácil”, destaca la editora.

—¿Encontraron un hilo conductor en los textos?

—Por supuesto que no queremos romantizar nada de lo que pasó, pero si queremos que se vea todo eso que ellas construyeron para generar y sostener una vida dentro de las cárceles, más allá de todo el horror que las rodeaba. Eso aparece de manera muy patente en los escritos, hay mucha belleza y vitalidad, inclusive en el horror. Queremos que se destaquen las otras cosas que sucedieron y que les permitieron a ellas sobrepasar ese tiempo. Por otro lado, cuando leímos todos los textos como un todo vimos la red de mujeres que aparecía detrás, la que se forjaba adentro de la cárcel, que está muy presente cuando hablás con ellas. Toda la red de hermanas, madres, amigas, amores, abuelas, que estaban afuera y mediaban para que puedan ir determinadas visitas, para que llegue algún pedido o para que adentro de la cárcel saliera un regalo para hijes o sobrines que estaban afuera. Una red de mujeres que aparece de manera muy potente.

—¿De dónde viene la pregunta sobre dónde estarán esos textos?

—Surge de la vacancia que encontramos, porque hay mucho material de varones, pero no de mujeres, salvo algún poema de Alicia Eguren o producciones de Ana María Ponce, una detenida desaparecida en la ESMA, pero en general pocas producciones y dispersas. Está estudiando que hay una menor incidencia de voces mujeres en la construcción de memoria. Además, entre lo poco que encontramos, era menos todavía lo que encontrábamos de Rosario, así que nos propusimos hacer un poco de justicia federal. Nosotras pertenecemos a una generación distinta, que no perteneció a la militancia de los 70, pero de alguna manera lo que sucedió después, el encuentro con los movimientos feministas y de derechos humanos, nos llevó a esa pregunta que no en vano nos hicimos. Una de las autoras, en una entrevista radial, describió mejor que nosotras lo que quisimos hacer: “es un pequeño libro de historia que no está contado de manera tradicional”, dijo. No queríamos que sea un libro de texto ni tampoco una mera recopilación de producciones escritas. Este pequeño libro que cuenta la historia de una manera no tradicional es nuestra ofrenda a la construcción de la memoria y un aporte para mantenerla viva, con nuevas lecturas y entrecruzamientos.

* El libro se puede conseguir en la tienda virtual de Capitana: tallercapitana.com.ar

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