Un deber: seguir los pasos de Norita

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Foto: Mauricio Centurión

El fallecimiento de la histórica referente de Madres de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, trajo el recuerdo de su visita a Santa Fe en 2019. Ahora, la tarea es continuar su legado con el mejor homenaje: la lucha.

Corría el año 2019. El macrismo había sido derrotado en las urnas en la carrera hacia la reelección presidencial de su líder, ante la emergencia de una alternativa de un peronismo con un nuevo rostro para la conducción, Alberto Fernández. Mientras tanto, Santa Fe se preparaba para recibir una visita que muchos recordamos y atesoraremos eternamente: venía Nora Cortiñas.

Norita había sido invitada el 6 de noviembre de 2019 por el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) como parte de “Estación Palabras”, un ciclo de entrevistas con público con el fin de propiciar espacios de reflexión y análisis. Dicha entrevista fue la última de ese año, y también sería la última por un par de años, ya que meses después llegaría la pandemia, la cuarentena y la historia que ya conocemos.

La razón que convocaba la presencia de Norita Cortiñas en la capital santafesina había sido la presentación del libro “Norita. La Madre de todas las batallas”, junto a su autor, Gerardo Szalkowicz. Se podría decir que esa era la razón oficial, aunque la presencia de Norita era una razón en sí misma.

El libro inmortaliza la vida de Nora Irma Morales de Cortiñas, una de las Madres de la Plaza de Mayo y un símbolo de la militancia popular en Argentina. Intenta retratar por medio de distintos capítulos –que son distintos “nacimientos”– la transformación de Norita tras la desaparición de su hijo, Gustavo, durante la dictadura genocida.

Nora nació el 22 de marzo de 1930 y fue hija de migrantes de Catalunya, y a los 19 años tuvo a su primer hijo Gustavo. Luego, su vida daría un pasaje desde la Nora hija de una familia tradicional y siendo ama de casa, hacia la Nora que construye colectivamente las Madres de Plaza de Mayo.

Esa construcción colectiva se dio de forma clandestina y con las primeras manifestaciones en 1977, como cuando el 14 de mayo de dicho año participaron de la primera marcha masiva al Congreso y un grupo de madres fueron detenidas, o como durante la visita del secretario de Estado de EEUU.

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Nora Cortiñas junto a la Madre Otilia Acuña, quien también estuvo presente en Estación Palabras. Foto: Mauricio Centurión.

Años más tarde, Norita no solamente participó de otras causas como la Carpa Blanca docente y las marchas de trabajadores de la salud durante el menemismo, sino que también comenzó a adentrarse en la militancia feminista y se sumó a luchas como la despenalización del aborto y los derechos LGBTIQ+.

Menuda tarea se había propuesto retratar Szalkowicz: la posibilidad de plasmar una protagonista tan importante de nuestra historia en un libro. Un ícono de las diversas luchas que engloban los derechos humanos desde el aspecto más abarcativo y amplio posible. Todo eso (y más) era Norita.

La sala que recibía la presencia de la referente de derechos humanos estaba colmada, esperando escuchar su voz y ansiando el final para poder acercarse a darle un beso y un abrazo. Ese abrazo que estos días muchos y muchas estuvimos repitiendo en loop en nuestra cabeza. Mientras tanto, ella entraba a la sala con su pañuelo blanco en la cabeza, su pañuelo verde en la muñeca y la foto de su hijo en el cuello.

“Buenas tardes a todas, todos, todes, todos… No aprendo más esto. Pero será ley. Será ley”, fueron sus primeras palabras ante un público que estalló en aplausos. No dejó un segundo de agradecer y de hablar de nuestras Madres santafesinas, porque como comentó, le daba pudor el hecho de tener un libro sobre su vida, porque se sentía parte de un colectivo.

Ya en su entrevista, a pesar de que el macrismo había perdido las elecciones, Norita reiteraba una y otra vez que había que seguir en la calle porque “hay mucho para hacer”. “Empieza otra etapa. No hagamos partidismo político para que no nos separen. En la calle, pero todos peleando justos para esa Patria socialista que soñaron y que soñamos todos”, expresó durante su charla.

Incluso, pensaba en el futuro del feminismo a nivel nacional. “Les tengo que hacer entender a mis amigas feministas que hay que compartir, porque el mundo lo cambiamos entre todas y todos. Las mujeres solas no vamos a poder, porque los hombres nos van a hacer la guerra y no nos van a dejar que cambiemos el mundo”, decía Norita. Unas palabras un tanto premonitorias de todo el giro reaccionario que lidera La Libertad Avanza.

Sin embargo, el momento que quedó grabado en mi mente, y seguro que en algunas más de las que estaban presentes, fue cuando nos quedamos para saludarla al finalizar el evento. Éramos poco más de diez personas que esperábamos para darle un beso y poder sacarnos una foto. En ese momento, apareció una mujer –que espero que esté leyendo esto– para que le dedicara el libro y le comentó muy emocionada que una de las fotos seleccionadas en el libro era una marcha en los 70 a partir de la cual luego la restituyeron a su familia. “Este cartel es de mi papá y esta es mi mamá”, le decía una y otra vez. Norita rompió en llanto ante semejante acontecimiento.

Obviamente, quedamos todos y todas muy conmovidos. Cuando llegó mi turno y pude darle un abrazo y agradecerle, Norita me agarró fuerte y me pidió que no abandonáramos la lucha, que la continuáramos, porque los jóvenes somos el futuro.

Ese fue mi recuerdo personal de aquella jornada, y estoy seguro que no fui el único al que Norita le dedicó esas palabras. En ese instante, sentí la responsabilidad de pensar en el mañana siendo parte de la generación heredera de una lucha que continuará vigente.

Porque Norita tenía bien en claro ya hace cinco años atrás que el clima estaba enrarecido y que la disputa continuaría en las calles. Las calles donde una vez comenzó todo lo que gestó un grupo de mujeres que quizá no imaginaron la inmensidad de su lucha. “Las Madres fuimos un grupo de feministas sin saberlo”, había dicho también Norita.

Hoy, con la partida de Nora Cortiñas, considero necesario recuperar su mensaje de aquel noviembre de 2019. En primer lugar, la necesidad de continuar el ejemplo de una mujer que a sus casi 90 años, en ese entonces, estaba preparándose para ir a Chile a acompañar las manifestaciones multitudinarias en todo el país. Porque Norita era defensora de todas las causas justas del planeta. Es necesario hoy más que nunca recobrar ese estilo de Norita, esa lucha incansable, esa voluntad inquebrantable y esa humildad de entender que los reclamos son colectivos frente a las fuerzas individualizadoras del presente.

En segundo lugar, si bien su recuerdo es revitalizante e inspirador, no puedo dejar de pensar en el contexto de su partida. Un Gobierno nacional que oscila entre la búsqueda de una “memoria completa” y el negacionismo duro y explícito. Dos visiones que obturan una memoria activa, viva y presente en las luchas de décadas por la verdad, la justicia y la protección de los derechos humanos.

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Foto: Mauricio Centurión.

Aunque hayan sido dos perspectivas que coexistieron, con mayor o menor exposición, como contraposición al reclamo por la memoria, verdad y justicia en las últimas décadas, no puedo evitar pensar en la responsabilidad sobre la situación actual. En mayor o menor medida, somos responsables de haber llegado hasta esta instancia, de no haber logrado los consensos suficientes para evitar este avasallamiento a nuestros derechos y a nuestros reclamos históricos.

De esta manera, en el recuerdo de aquel momento inolvidable que nos tocó vivir con la visita de Norita a Santa Fe, creo necesario invertir esa proyección política que delegaba Norita en nuestra generación: no sólo tenemos que garantizar la continuación de los reclamos por memoria, verdad y justicia cuando sus principales referentes ya no estén; sino que tenemos la responsabilidad y el mandato político y social de dar forma y proteger la democracia que queremos que habiten en sus últimos años dichas referentes.

Porque, como bien dijo Norita en aquel evento convocado por SADOP: “Nosotros tenemos que ser los seguidores de la política para que el país respete la democracia, tenga su desarrollo, tenga el respeto por todos sus habitantes, que no se discrimine. Esos caminos hay que seguir”. Ese es el legado que hará inmortal a Norita, porque en cada una de las luchas estará ella presente.

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