ANUARIO 2024 | El consumo promedio de carne en Argentina cayó casi 5%, interrumpiendo cinco años de crecimiento continuo.
Con los últimos datos oficiales, correspondientes a octubre, el consumo promedio de proteína animal per cápita en Argentina cayó casi -5%, interrumpiendo cinco años de crecimiento continuo.
Proteína animal equivale a la suma de la carne de vaca, pollo y cerdo. Puede parecer que -5% es un número menor o bajo. Para una caída anual es un montón, sobre todo si se considera que estamos hablando de consumo per cápita, una forma de medición que no puede distinguir la desigualdad y mostrar que los que más tienen siguieron comiendo más o menos lo mismo, mientras que los que menos tienen directamente dejaron de comer.
Puntualmente, el consumo de carne vacuna es el menor de la historia y ya casi equivale al de pollo (47,5 kilos anuales versus 45). El plato argentino está perdiendo su identidad.
A noviembre, la caída de ventas del comercio minorista, medida por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, acumulaba -12,2% en el año. El Indec ponderó, a septiembre, que la caída de ventas en el año acumulaba el -14,6% en autoservicios mayoristas, el -11,6% en supermercados y el -1,3% en centros de compras.
Esas cifras son sólo algunas entre las tantas que muestran una caída en el poder adquisitivo popular que sólo se puede comparar con el 2001, la crisis global de 2009 o la pandemia.
La inflación habrá aplacado su feroz ritmo –incrementado por la peor devaluación desde 1975, la que decidió Luis Caputo en diciembre de 2023–, pero los salarios fueron pisoteados. Los más dañados fueron los ingresos de jubilados, universitarios y empleados públicos en general, pero nadie se salvó del guadañazo, excepto aquellos gremios con poder de reclamo decisivo, como aceiteros o bancarios.
El 70% de la economía nacional se explica por el consumo interno. No habrá recuperación nunca si los salarios no le ganan a la inflación. Y eso no sucederá porque es política del gobierno no homologar paritarias por encima del aumento general de precios. De la fiebre inflacionaria de gasto pasamos a un invierno que no tiene fin.