Cuando el 29 de abril de 2003 la desidia estatal hizo que el Salado entre a su casa, a pesar de que el agua estaba a la altura de su pecho, Ana Castro ingresó a buscar esos álbumes que hasta el día de hoy conserva, imágenes rasgadas por el agua.

Algunas de las fotos salvadas fueron fusionadas con instantáneas de la última marcha del 29 de abril. La expresión, el arte, es la oportunidad para integrar aquello que dentro está fragmentado.

Santa Fe, 29 de abril de 2019

Llueve.
Llueve por estos días.
Llueve afuera y llueve adentro, porque hoy es ayer.
Hace dieciséis años el río Salado me envolvía inundando cada rincón de mi casa familiar, el barrio, la vida y sus recuerdos.
Porque cuando llueve el río siempre vuelve dando lengüetazos; ese río que se hizo gigante en la cocina, la pieza, el patio y la cuadra.
Vuelve porque pega fuerte en la memoria.
Vuelve cuando revivo contándoles a mis hijos cómo entramos casi tapados de agua con mis hermanos a una casa que desaparecía poco a poco entre agua oscura y podrida; vuelve cuando recuerdo cómo rescaté mis únicas fotos de la infancia casi a ciegas entre libros, ropa y muebles que flotaban; vuelve cuando pienso en cómo se secaron al sol los álbumes familiares llenos de historias.
Esos recuerdos me acompañan, me recorren.
Cuando llueve siempre late en mí el silencio del Salado; porque entrar en aquel río fue como entrar a un gran vacío.
Por aquellos días llovía, llovía sin parar, llovía incesantemente adentro y afuera; llovía en la noche, en los techos, en el olor a mate cocido en las calles, en las caritas de los pibxs, en la ropa mojada secándose al sol.
Todo se había transformado en la imagen del desamparo más profundo.
Pasaron los días, los meses, los años; pero cuando llueve el corazón desata lágrimas y la memoria no descansa.

Yo no me quiero morir

 

Yo vi morir una casa,
y otra casa y otra casa,
y allí estaba mi casa.
Yo vi morir autos, calles, barrios, luces.
Vi morir la panadería, el kiosco y la escuela.
Yo vi morir en el fuego los muebles, los colchones y la ropa.
Vi morir mi perro que flotó durante días en el comedor.
Yo vi morir dibujos, dnis, documentos, retratos, títulos, cuadros, libros.

Yo vi morir los juguetes de mis hermanos, las paredes dibujadas por ellos, vi morir cumpleaños.
Yo vi morir la espera, los recuerdos y las únicas fotos de la infancia.
Yo vi morir la noche en los sonidos de las balas y los helicópteros.
Vi morir la esperanza en los que vivieron meses sobre los techos.

Yo vi morir cubiertos, manteles, lavarropas, televisores, radios, heladeras, cocinas, espejos, sillas, mesas, sillones, almohadas, útiles, mochilas
en cada pila de basura que habitaron las calles.
Yo vi morir el pasado, la infancia de los pibes, las muertes no anunciadas.
Vi morir nombres y apellidos, árboles y flores.

La luz de esos días me sobrevive en imágenes.
La luz de una foto ilumina la memoria y vibra.
Los muertes serán siempre eso; oscuridad y luz.

¿Y yo?:
Yo no me quiero morir.

Carta y poema de Ana Castro

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