Con una fuerte apuesta, el museo mayor de la ciudad abre tres nuevas muestras a comienzos de noviembre.

El teatro se inicia en el cuerpo del actor, en el texto dramático y en las visiones que en el director habitan, pero el único lugar en donde se realiza es en el escenario vivo, que late porque hay un espectador. Si cabe la comparación, un museo son las tablas en donde las artes visuales –y otras disciplinas– se exhiben elaborando un relato, una historia, un conflicto que sólo cobra existencia en su relación con quien contempla, toca, participa.

Por eso el absoluto olor a pintura de látex de un museo vacío, que se vuelca encima de sus paredes tan blancas, recuerda a un escenario en silencio y desnudo. Esto es, al teatro de operaciones donde una cultura imagina la sangre de sus afectos, sus dolores y también sus vanidades, dos segundos antes de que la batalla se desate.

Teatro de operaciones visuales

El jueves 10 de noviembre a las 19.00 se inicia un nuevo capítulo en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. Su nombre es tan extenso como su historia, que se sintetiza en su imponente dimensión –sin equivalente en la región– y el lugar simbólico que ocupa, en las manzanas del poder institucionalizado de la comarca. Un nuevo capítulo es una apuesta, una toma de posición y una interpelación. Con tres muestras, la primera jugada está próxima a comenzar.

Inventario es la enunciación conceptual, vuelta exposición, vuelta idea curatorial, de lo que se está proponiendo trabajar dentro del espacio. Hay una idea fundacional, un manifiesto, de cómo el Rosa está planteando su propuesta museológica”, dice Analía Solomonoff, directora del museo provincial. “Cuando se llega a un nuevo espacio, o cuando se definen cuáles son los elementos que constituyen ese espacio, se hace un inventario. Con qué contamos, y en función de con qué contamos, hacer una revisión, una propuesta. Es como generar un piso y en función de eso trazar un nuevo camino. Permite definir el origen, las herramientas con las que cuentas y a partir de ahí reconstruir, replantear”, agrega Solomonoff.

Inventario es el título de una de las tres muestras con las que se inicia el proceso para el que se ideó el hashtag #RepensandoElRosa. Es el manifiesto. Entre los artistas invitados están Juan Curto, Francisco Bitar, Virginia Abrigo, Cintia Clara Romero y Maximiliano Peralta, entre muchos otros. Son nombres que superan la década creativa deambulando, generando ebulliciones en los circuitos que acechaban al gigante de 4 de Enero al 1500. El rumor de las fiestas Boomerang, la estrategia de exilio rinconero –y todo su circuito– irrumpen en el centro. Será quizá una etapa propia del decurso generacional, será que el ojo está puesto en otro lugar, o será el tono de las batallas por venir.

Inventario tiene tres partes: Laboratorio –coordinada por Curto y destinada a la experimentación y el cruce de disciplinas artísticas, científicas y tecnológicas–, Comunidad –donde actores inesperados para una fosilizada concepción de las bellas artes, como los movimientos sociales, colaborarán con los Iconoclasistas para hacer un mapeo de la ciudad– y Museo, donde la curadora cordobesa Florencia Magaril propone un título claro: “El Museo como campo de batalla”.

“Implica pensar al museo no como portador de un conocimiento único y fijo, como un discurso unificado y coherente, sino como un lugar que convoca a decir, un espacio entrecruzado por conflictos y tensiones, por disputas de poder”, dice Magaril, que propone cuatro ejes de tensión: museo/calle, control/azar, coleccionar/desechar, práctica institucional/práctica autogestiva. Allí estará el trabajo de Romero, Peralta y Bitar, junto a María Luque (que explora situaciones de caos en el museo a través del dibujo), Santiago Villanueva (con su registro de una provocadora práctica: arrojar ciertas piezas artísticas al río, como una restitución de las obras a su contexto originario, desde un lugar crítico y conceptual) y Elián Chali, reconocido artista que tiene como lienzo los muros y la calle.

Sacar la telaraña

El patrimonio del Rosa, reservado en los fondos del edificio, se apresta a la partida. Tras un proceso de investigación y curaduría, Guillermo Fantoni escogió una serie de obras para conformar La luz en la tormenta: arte moderno entre dos guerras, una expresión que por temas, forma o planteo estético e ideológico remite al período comprendido entre las dos guerras mundiales.

Carlos Uriarte, Tormenta en Monje, s/f, óleo s/cartón, 66 x 93 cm. Una de las obras de la muestra curada por Fantoni.
Carlos Uriarte, Tormenta en Monje, s/f, óleo s/cartón, 66 x 93 cm. Una de las obras de la muestra curada por Fantoni.

De forma espejada, la tercera muestra congrega a cuatro artistas santafesinos jóvenes (entre 20 y 35 años) que trabajan el dibujo como un elemento. Virginia Abrigo, Malcon D’Stefano, Julia Jurado y Virginia Martí pondrán en escena obra y proceso en Lo que pasa durante.

“Es una muestra de dibujo en construcción de cuatro artistas conversando con lo público, el Museo, y quien nos mira, el espectador, que poco a poco va entrometiéndose en lo privado, lo íntimo del espacio de trabajo y del proceso de producción de la obra”, explicó Abrigo.

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