Algunas de las últimas declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dieron mucho de qué hablar. Interceptada a la salida de un restaurante por dos periodistas, y con un coro de insultos de fondo, Bullrich hizo afirmaciones como mínimo polémicas, respecto a la ciudadanía armada. A los pocos días, el secretario de Seguridad de la Nación, Eugenio Burzaco, entrevistado en TyC Sports emitió opiniones muy similares a las del genocida Jorge Videla en referencia al Mundial 78. Burzaco, asesor en seguridad del gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, cuando asesinaron al maestro Carlos Fuentealba.

Ambas intervenciones mediáticas tienen en común una particularidad: son afirmaciones improvisadas ante una pregunta no pautada o esperada. Fueron momentos imprevistos. El resultado es la manifestación desnuda y sincera de lo que una y otro piensan. Un síntoma de sus ideologías y sentires más profundos; o sea, de sus propios inconscientes: ese que no miente.

Para no incurrir en errores conceptuales, consulté a mi psicoanalista de cabecera, Juan Ángel, el mismo que tiene de pacientes a Hugo & los Gemelos, por la definición de inconsciente. Me dijo que “el inconsciente suele irrumpir, desengañándonos o mostrándonos divisiones entre intenciones. Sospecho que usted trabajará sobre enunciados que muestran una honestidad brutal y que irrumpen la supuesta figurabilidad de un disfraz tejido con un imaginario de corrección política”. Exaaaaaaacto: mi intención es desnudar aquello fuera de guión que se les escapa. Esos exabruptos o deslices que ponen de manifiesto una parte íntima del individuo profunda e inconfesable, pero que los hace actuar.

Patricia Bullrich, en la mencionada entrevista, manifestó como objetivo “lograr que una política de seguridad no sea basada en derechos humanos para los victimarios, sino para las víctimas”. Acto seguido, y justificando el accionar de Chocobar, dijo que “es un policía que estaba defendiendo a un ciudadano”. Recordemos, ya que no lo hizo la ministra, que Chocobar es un policía que le disparó por la espalda a un ladrón desarmado que estaba huyendo y eso no está amparado por la ley que regula el accionar policíaco. Es decir, Chocobar cometió un crimen. La ministra, luego, afirmó lo que ya todos escuchamos: “El que quiere estar armado, que esté armado. La Argentina es una país libre”. El que está armado tiene la chance usar el arma contra otra persona. Decir que cada cual es libre de andar armado es sinónimo de decir que cualquier es libre de matar. Un Estado que permite que sus ciudadanos sean libres de matarse o defenderse por mano propia, es un No-Estado, es un Estado sin seguridad para garantizar la vida. Esto es lo que piensa la ministra de Seguridad de lo que es hacer política de Estado en materia de seguridad: hacer algo que prescinda de toda regulación estatal.

Eugenio Burzaco, entrevistado en Estudio Fútbol, defendió la propuesta del presidente Mauricio Macri de que asistan visitantes a la final de la Copa Libertadores. Dijo que era “una oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos y de demostrarle al mundo de lo que somos capaces los argentinos”. Para quien no lo sepa, casi idénticas palabras le merecieron a Videla el Mundial de Fútbol que organizó la Argentina en 1978, mientras él era presidente de facto gracias a un golpe de Estado. Política y fútbol vuelven a operar juntos, y de la peor manera.
Seguramente, si en otro momento se les pregunta a Bullrich o Burzaco si quisieron decir lo que dijeron, van a responder que no. De la misma manera que si le preguntaran a Nicolás Massot si efectivamente se siente parte del “nosotros” que secuestraba y torturaba personas y robaba a sus hijos e hijas, cuando dijo, dominado por la euforia, que “tampoco en aquella época nos animamos a tanto”. Seguro diría que es solo “una forma de decir”. Sí, claro: una forma de decir lo que piensa. La palabra es la traducción a una lengua de nuestras ideas. Cuando hablamos no hacemos más que “materializar” nuestro pensamiento. Entonces, jamás podemos decir lo que no pensamos.
Sucede que casi siempre antes de hablar, le ponemos filtro a las cosas: pasan por la censura de la ley social. No podemos decir todo lo que pensamos ni cómo lo pensamos, en cualquier momento. Aprendemos a “ponernos el casette”, a ser políticamente correctos. Pasa que a veces, suceden imprevistos. En esos momentos es donde se conoce la cara más real de la ideología de una persona, su forma de pensar. Porque la dice sin filtro, no la puede controlar, sale intempestiva sin medir las consecuencias. El inconsciente es irreverente, traicionero y nos hace decir y hacer cosas que muchas veces no sabemos por qué las hacemos, pero las deseamos. Es inconsciente, pero no por eso menos intencional. Todo lo contrario: hay intención pura, bruta y brutal. Es el sujeto desnudo, puro deseo, sin filtros ni mediaciones. Honestidad brutal.

Todo muy hermoso si no fuera por el hecho de que, así como piensan, hablan. Y también gobiernan.

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