Movilidad sustentable, cuestión de Estado

Foto: Mauricio Centurión

Dialogamos con el urbanista Matías Dalla Costa sobre las “locuras” de los automovilistas, el fracaso del Tren Urbano y la necesidad de un pacto de movilidad para el largo plazo.

Por Guillermo Capoya

Cumbia pasa debajo de cada una de las tres bicis apoyadas sobre las paredes. Pega un salto; otro más y camina sobre el escritorio. Baja y se posa en el ventanal que está cerrado a causa del humo que invade a la ciudad por la quema de pastizales. “Cuando se habla de participación ciudadana, también hay mucho humo”, desliza Matías Dalla Costa, docente universitario, urbanista, arquitecto –con dos títulos de posgrado-, activista de la movilidad sustentable, y conviviente de la gata blanca con nombre bien santafesino.

A sus 40 años, Matías recorrió un extenso camino: fue uno de los tres fundadores de Santa Fe en Bici. Después se mudó a Colombia y trabajó en el área de movilidad durante la transformación urbana de Medellín. Volvió, y a los pocos meses ganó una beca para estudiar planificación urbana en Madrid. Luego de intercambiar saberes sobre las formas de moverse por la ciudad española, terminó trabajando en Cañada Real Galiana, conocido como el barrio más indigente de toda Europa. Ahí creó un fanzine multilingüe de comunicación para lograr una cohesión barrial en un espacio compartido por españoles, inmigrantes marroquíes y rumanos (muchos de etnia gitana). Pero Matías siempre vuelve. Actualmente, además de dar clases y trabajar en la profesión, milita en Barrio 88.

“El activismo es genial, pero me di cuenta que desde adentro también se pueden hacer cosas.  Así que doy una mano en lo que pueda a los cumpas de Barrio que están en el Concejo”, cuenta y detalla que dentro de esos cambios que plantean presentaron un proyecto de Ordenanza para equilibrar la desigualdad de infraestructura urbana de la ciudad y propusieron una bicisenda que una al barrio Hipódromo con Fomento 9 de Julio.

Dalla Costa aceptó la propuesta de Pausa de dejar de lado lo académico para charlar sobre las conductas que se observan en la calle. Con la bici como protagonista, Matías Dalla Costa tiene la palabra.

El auto es un privilegio

—Hay un sector de los automovilistas que expresa cierta antipatía hacia el ciclista. ¿Por qué se da esa situación?

—Santa Fe es una sociedad conservadora. Todo lo que genere cambios lo rechaza. Y, en ese marco, “compartir” la calle con otros medios de transporte genera ciertos roces. Es fundamental que entendamos que cuando nos subimos a un auto somos beneficiarios de un montón de privilegios. Lo menos que podemos hacer es frenar en una esquina si viene un peatón, una persona con capacidades diferentes que tiene que atravesar todos esos vericuetos que tienen nuestras calles para ir de una vereda a la otra, lo mismo si cruza una bicicleta.

En ese sentido, Matías recuerda que cuando los colectivos de ciclismo urbano comenzaron a militar para que se haga la ciclovía de calle Ituzaingó las principales oposiciones eran de los padres que querían dejar a sus hijos, de ser posible, en la mismísima puerta del colegio.

“Esos padres y madres no pensaban que una ciclovía iba a hacer que a lo largo del tiempo miles de personas puedan ir más seguras. Sólo pensaban en ellos de manera individual. En algún momento se decía que había una cuestión generacional, que eran personas de determinada edad las que estacionaban en cualquier parte, las que no se quieren mojar sin llueve y suben el auto a la vereda, en fin. Pero vemos que no es así. Pensamos que los pibes de ahora deberían ser amigables con el medio ambiente, deberían tener conciencia social. Sin embargo, en plena pandemia vemos como todos los fines de semana cientos de camionetas y autos invaden la playa de El Chaquito sin pensar en los demás. Hay conductas que se repiten”.

Las bicis pelean su lugar en la calle

—¿Y cómo se puede modificar esa actitud?

—Hay una mirada de la clase media, alta, que piensa que las bicis son para el ocio o que las usan los pibes para jugar. Y esto dista mucho de lo que pasa. Todas las mañanas hay una migración de personas que van de los barrios más humildes a los más acomodados en bicicleta. Las empleadas y empleados de limpieza, los obreros de la construcción que levantan las torres de los especuladores inmobiliarios en la zona del Puerto, de barrio Candioti, van en bici o en moto, no hay otra. Hay que destacar que Santa Fe tiene todo dado para que el medio de transporte primordial sea la bicicleta; estamos a media hora de cualquier lado, es una ciudad lisa, lo que implica que no es necesario gastar plata en una bici con cambios: una playera, una de carrera, BMX, balón, moutain, cualquier bici es buena para andar por la ciudad. Por eso insisto, es indispensable la educación, la empatía por el otre, entender que tenemos todo a favor para movernos de una manera más sustentable en la ciudad. Sería muy importante que en la escuela primaria, secundaria e incluso en la universidad, haya un programa educativo que abarque movilidad urbana, desarrollo sostenible, empatía con la ciudad, un activismo amigable con el medio ambiente. A un pibe de la primaria hay que hablarle de las ventajas de andar en bicicleta a nivel físico, a nivel salud, de las ventajas que genera en el medioambiente. Si generás talleres de oficios de cómo construir tu bici o cómo arreglarla, se van a generar cambios.

Un pacto para vivir

Con respecto a las políticas de movilidad sustentable que se ensayan en cada cambio de gestión, Matías afirma: “Cuando asume un nuevo gobierno las autoridades convocan a los diferentes colectivos de movilidad sustentable y nos presentan sus planes: tiran un tarro de pintura y listo, ya está, te arman una bicisenda y eso no funciona así. Hay que reforzar lo existente. En la ciudad está toda la información necesaria sobre movilidad. Ya está todo hecho, sobra conocimiento, sobra tecnicismo, hay tesis de grado, hay ingenieros, arquitectos, urbanistas, que tienen todo estudiado”.

Y agrega que “lo único que hace falta es voluntad política y la voluntad política se logra si hay un pacto. Esa es una palabra clave que se puso de moda y me parece que se está usando mal. Un verdadero pacto de movilidad implica que entre todos los agentes políticos hay un acuerdo –escrito y firmado– en el que se establece que, gobierne quien gobierne, hay un proyecto que hay que respetar en el tiempo. Cómo haces con los períodos de gestión para pensar en una planificación urbana que requiere como mínimo 25 años. Sólo se puede lograr mediante el compromiso de todes a través de un verdadero pacto de la movilidad”.

—¿Qué elementos tiene que incluir sí o sí ese pacto de movilidad sustentable?

—Sostener el trabajo que ya hicieron otras gestiones. Hay que pensar realmente en forma colectiva y tener en cuenta a la gente que usa la bicicleta por necesidad, que son los vecinos que viven en el Norte y en el Oeste. Hacer ciclovías en esos sectores que se conecten entre sí y lograr una verdadera red de ciclovías. Y sobre todo, debe haber una verdadera participación ciudadana. Creo que hay mucho humo en ese sentido, mucho espejismo. Por otra parte, se deben recuperar los desplazamientos de un futuro tren urbano, pero bien hecho. Bien estudiado y desarrollado técnicamente. Fue muy triste lo que pasó con el tren urbano del Parque Federal. Cuando esas iniciativas fracasan se retroceden varios casilleros. Ese chasco que nos comimos todos hizo que muchas vecinas y vecinos piensen que los trenes no sirven, y en verdad el problema fue ese tren. Como medio de transporte es espectacular, lleva a mucha gente de manera rápida, segura, tenemos toda la infraestructura armada. El tren como medio de transporte tiene que volver. Es fundamental tener una mirada a largo plazo con la seguridad de que el próximo gobierno va a seguir trabajando en el pacto acordado por todos. Hay que ir pensando que el auto al centro ya no tiene que ingresar más.

—¿El santafesino promedio se crispa si no puede ir con el auto al centro?

—Sí, pero cuando van a Europa se toman el metro, caminan, alquilan bicis, monopatines, aplauden si los autos no entran al centro; acá no. Si no pueden estacionar en la puerta de sus casas putean. Como es en Europa, sí; pero en su ciudad no.

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