Fer

Foto: Juan Curto

“A descansar, mi niño más hermoso”. Verónica Del Agua

Lo conocí de alumno en la facultad hacia principios de los 90. Leía sus poemas. Tomamos mates. Tomamos vino. Comimos juntos. Hicimos un libro. Vivió con su familia en la casa de mi familia un par de semanas. Presenté su novela en la facultad. Hablábamos de literatura, de amor, de hijos. Me llamaba a las cuatro de la mañana para putearme o para leerme lo que estaba escribiendo. Organicé una fiesta homenaje hace un par de años, para él. Él, en un video de mi cumple, el año pasado, me hace un homenaje y me escribe un poema.

Eso es todo. Lo que me dijo, lo que le contesté, lo que nos reímos, lo que lloramos, lo que nos enojó, lo que nos dio alegría. “También así de breve fue nuestro largo viaje”.

Borges se burla, no recuerdo en dónde, de Montale cuando dice: “Del brazo tuyo he bajado un millón de escaleras/y ahora que no estás cada escalón es un vacío”. Le parece una barbarie que se diga “un millón de escaleras”. Y no se da cuenta de que, de lo que se trata, es que ahora hay un millón de vacíos. Y no es suficiente la cifra cuando se trata de perder lo muy querido, porque, para ser justos, un millón es una nada en este caso. No hay cómo contarlo, no hay números ni palabras.

Pienso en Ginsberg escribiendo a la muerte de su madre. En García Lorca, cuando muere Sánchez Mejía. En el poema de Auden. Y me lamento por no ser poeta, por no poder decir “Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste/ toda mi semana y mi día de descanso/ mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción”. Ni soy poeta ni era mi amante. ¿Era un amigo? Más que amigo, ¿casi hijo? ¿Podía yo acunarlo, cantarle canciones pequeñas al oído? ¿Podría ser un casi hijo? ¿Podría yo suavizarle las penas, curarle las heridas? ¿Puede uno, en la sensatez de lo inesperado, pensar en todo lo que no dije, no le conté, no le di? ¿Es justo para mí, que sólo era su amiga? Un amigo, una amiga, ¿es sólo eso? ¿Cómo saber vivir este dolor? ¿Es una carga pesada el dolor? ¿Cuánto dolor se puede soportar?

Sé en mí que no te fuiste para siempre. Sé que te voy a encontrar en todas las esquinas. Sé que te diste sin retaceos, haciendo materia viva y radiante en palabras, en música, en dibujos, en ese Simón maravilloso. Sé que dejaste en este mundo mucho de tu andar y tu descanso. Ahí te voy a encontrar, en cada una de esas perlas que de vos crecieron: algunas habitan en mí. Y quiero y espero que esto sea un consuelo.

Por ahora, Fer, intento con el primer escalón.

El hermoso Fer

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