Cómo resiste la economía popular en la ciudad de Santa Fe y cuál es el rol del Estado local para fomentarla.

En Argentina, hay 10 millones de personas asistidas alimentariamente por organizaciones sociales en todo el territorio nacional. También, el 16% de la composición del Producto Bruto Interno (PBI) es aportado, principalmente, por mujeres y femineidades a través de los trabajos domésticos y de cuidados no remunerados.

A partir de los operativos del Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Renatep), que realizó el gobierno nacional en conjunto con organizaciones sociales, se elaboró un informe que da cuenta de la magnitud de la informalidad laboral a nivel nacional y también en la ciudad de Santa Fe. Entre los datos más relevantes se puede concluir que la mayor parte de los trabajadores informales son jóvenes y mujeres, que no han podido completar los estudios secundarios y que sus condiciones laborales son de extrema precariedad.

En esta edición abordamos la complejidad de la economía popular entrevistando a diferentes actores y actrices que están dentro del circuito de ese sector social y también a los funcionarios estatales, a nivel municipal, que están realizando gestiones en esa área.

Respuestas concretas

La organización Nuestra América (anteriormente llamada La Dignidad) es un movimiento social que da respuesta a las numerosas y amplias demandas sociales en todo el territorio nacional. Desde la atención a necesidades básicas insatisfechas, como la alimentación, hasta tareas del cuidado de la salud mental, Nuestra América da batalla a situaciones sociales alarmantes con cifras obscenas: casi la mitad de la población del país está debajo de la línea de pobreza. Carlos Abad, referente de la organización en Santa Fe, le aseguró a Pausa que, uno de los pilares fundamentales para que la pandemia no haya sido una catástrofe social aún peor, es la organización y respuesta que dieron los movimientos populares a la hora de contener las demandas sociales de emergencia, que se complejizaron aún más por el coronavirus.

—En el marco de la economía popular, ¿qué proyectos está desarrollando Nuestra América?

—Venimos desarrollando muchos proyectos. Hay un eje en el cual los movimientos sociales como el nuestro trabajan por excelencia: los cuidados comunitarios. Porque tiene que ver con nuestra génesis: somos el sector que con más soltura, audacia y dinamismo se mueve en momentos de emergencia, porque vivimos en emergencia, nacimos en la emergencia. Luchamos cotidianamente contra la emergencia. Entonces, los espacios de cuidado comunitarios muchas veces ofician cómo único sostén. En ese sentido, nuestra organización tiene 25 comedores comunitarios distribuidos en 25 barrios de la ciudad. Comedores que asisten, semanalmente, a 8000 personas, en su mayoría niños o niñas. Los comedores también se han transformado en centros comunitarios. Es decir que no solo le dan de comer a la gente, sino que se organizan en torno a muchísimos tipos de acompañamientos.

Además de los comedores y centros comunitarios, Nuestra América sostiene otros espacios en diferentes barrios de la ciudad. En el eje productivo, en el marco de la organización, funcionan cooperativas textiles, fábricas de materiales para la construcción, cuadrillas de higiene urbana, entre otros desarrollos, todos en barrios distintos. Por otra parte, la organización coordina a más de 500 personas que hacen posible abordar diferentes situaciones de vulnerabilidad social. En ese sentido, distinguen tres grandes frentes. En el de salud, funcionan dos dispositivos, uno nocturno y un centro de día, donde se atienden situaciones de consumos problemáticos y de déficit habitacional, desde un abordaje interdisciplinario. En el frente de educación, están activos un jardín comunitario, un bachillerato popular para personas que no hayan podido completar su escolaridad y una escuela de Psicología Social. En el marco de la pandemia, además de sostener estos espacios, se está realizando un trabajo articulado con el Ministerio de Salud para identificar a las personas de riesgo en los barrios y llevar adelante la campaña de vacunación.

El Estado

En diálogo con Pausa, la secretaria de Integración y Economía Social de la Municipalidad de Santa Fe, Ayelén Dutruel, señaló que si bien la pandemia es una cuestión de salud pública, también profundizó las desigualdades sociales: “Si nosotros hacemos un mapa de la ciudad, podemos hacer un análisis de dónde están concentrados la mayor cantidad de actores de la economía popular: en el cordón norte y , principalmente, en el noroeste”.

Por otro lado, Dutruel afirmó que su Secretaría tiene varias líneas de trabajo respecto a la promoción de la economía popular en la ciudad y aseguró que apuestan al proyecto Mercado Santafesino, que plantea una estrategia de comercialización en torno a la economía popular: “Hay muchos actores diversos en la economía popular, entonces el Mercado Santafesino intenta juntar distintas experiencias productivas en un mercado que las concentre, que pueda darles un soporte en términos de comercialización y toda la estructura que eso requiere. En este sentido, también estamos trabajando en una ordenanza para crear un ente, dentro del Mercado Santafesino, que sea de co-gestión entre las organizaciones, las unidades productivas, las cooperativas y el Estado municipal”.

En otra área de la Secretaría de Integración y Economía Social funciona la Subdirección de Promoción de la Economía Social y Popular, a cargo de Sebastián Correa. Este departamento municipal trazó cuatro ejes de gestión: el programa de ferias (donde se destacan tres grandes rubros: alimentos, artesanales y populares); el segundo programa es el de las asambleas de la economía popular, agrupadas por ramas de producción y por barrios; el tercero es el Mercado Santafesino; y finalmente el cuarto programa es sobre venta ambulante, una rama masiva, amplia y diversa donde se está generando un proyecto de ordenanza para regular a ese sector.

Pausa entrevistó a Correa, en el marco de este informe.

—En relación a la economía popular y su funcionamiento, ¿con qué dificultades se encontraron en esta situación de pandemia?

—Tratamos de esquematizar de la siguiente manera. Pusimos tres sectores: el artesanal, el alimentario y el popular, que es muy diverso. Este último es un gran sector donde las necesidades son todas. Entonces nosotros lo que hacemos es tratar de garantizar condiciones básicas de trabajo: baño, agua y algunas cuestiones que tienen que ver con la estructura de estos espacios. En relación a eso, fuimos abasteciendo a las ferias populares, en la medida que podíamos, con puestos y gazebos. Los mandamos a construir a las cooperativas de la ciudad, para darle sentido al concepto de economía circular. En vez de ir a comprarlo al WalMart, se lo pedíamos a productivos de organizaciones sociales, por ejemplo a Arroyito Seco con su taller de herrería. De esta manera, articulamos a los diferentes sectores de la economía popular.

“Por otro lado –agregó Correa– empezamos a investigar la tierra donde están emplazadas estas ferias: si es tierra fiscal, si es de un privado, si es fiscal a qué dependencia del Estado le corresponde. Por ejemplo, el CIC de Facundo Zuviría es tierra nacional que se le cede a la provincia, entonces son trámites que llevan más tiempo”.

El funcionario indicó que en la actualidad funcionan, cada semana, entre 18 y 30 ferias: “Apenas asumimos había solo ocho o nueve. Este tipo de emprendimientos crecieron muchísimo, sobre todos en los barrios. Los vecinos entienden que la feria es una herramienta no solo para comercializar lo que producen, sino que también se empieza a pensar como la ocupación del espacio público, la construcción de la seguridad en otra clave. Entonces, mientras estas iniciativas van surgiendo, nosotros vamos adaptando nuestro accionar”.

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