Foto: Gabriela Carvalho

Una gestión ejemplar, acompañada por la unidad social en los cuidados, se fue desdibujando y hoy nuestro país está entre los más impactados por la pandemia. Capital Federal, el epicentro de la muertes.

Hace poco más un año, cuando se acercaba el fin de semana resonaban los aplausos para el personal del sistema de salud, que estaba poniéndole el pecho a una pandemia que para el 1º de julio acumulaba 556 muertes en todo el país, una cifra de fallecidos que hoy se suma en cada 24 horas.

A fuerza de continuas movilizaciones opositoras contra la infectadura –término que vio la luz el 29 de mayo de 2020– presión de la crisis económica, relajamiento y cansancio, se pulverizó el consenso social sobre la utilidad de las restricciones a la circulación, única medida de eficacia en nuestro país y en todos los países del mundo para parar el virus. Argentina pasó de tener las mejores tasas relativas de muertes sobre habitantes a ubicarse entre las más afectadas por el virus. En las dos olas más fuertes de contagios, las medidas de cuarentena llegaron tardísimo. En la primera, el interior del país fue prácticamente librado a su suerte –en lugar de las conferencias de prensa para porteños y bonaerenses se ofreció un video grabado para el olvido que no informaba prácticamente nada sobre las nuevas regulaciones–, en la segunda, se superpuso el movimiento turístico de la cepa de Manaos durante la Semana Santa con la terca insistencia en mantener las clases presenciales en plena suba de casos. Otra vez, cuando llegaron las restricciones los servicios de salud de varias provincias ya estaban trabajando al límite. En Santa Fe se declaró, directamente, el colapso sanitario. Se suponía que la parálisis del país debía llegar antes de que eso suceda. Todavía no salimos de esa segunda ola, pero la actividad ya parece haber retornado a la normalidad.

El distrito que más hizo para dinamitar las regulaciones, la Ciudad de Buenos Aires, es el que detenta mayor tasa de muertos sobre la población: 337 víctimas cada 100 mil habitantes. Literalmente, un muerto de Covid 19 cada 296 personas. La ciudad más rica del país es la que más muertes tuvo por el coronavirus. Si Argentina en lugar de tener 221 muertes cada 100 mil habitantes tuviera las 337 de la Capital Federal, hoy estaríamos lamentando más de 153 mil muertes totales. Protegida por los medios de comunicación de su ciudad, que fungen como nacionales, la gestión de Horacio Rodríguez Larreta –adalid de runners, aperturas de bares, clases presenciales a toda costa y cuarentenas hogareñas para que los viajeros salgan a esparcir la variante Delta– no sólo fue un desastre para las vidas de los porteños sino que terminó conduciendo simbólica y materialmente el manejo de la pandemia. Ante un gobierno temeroso para reforzar las medidas, la Ciudad de Buenos Aires se convirtió en el modelo para todo el país y así terminamos.

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