El FMI está en la casa: nada, nada de esto, nada de esto fue un error

El ministro de Economía, Martín Guzmán, junto a Kristalina Gueorguieva, gerenta del Fondo Monetario Internacional.

ANUARIO 2021 | El gobierno de Alberto Fernández no puede salir del corset financiero.

La mejor prueba de que se fugaron los dólares que el gobierno de Mauricio Macri hizo ingresar como deuda externa es el retorno del cepo cambiario durante su propia gestión, en octubre de 2019. Sólo con el endeudamiento externo continuo fue posible mantener abierta esa canilla donde los especuladores convertían en dinero fuerte los intereses monstruosos que hacían en pesos en nuestro país. Esa timba no es nueva, su funcionamiento data de la dictadura y allí recibió su nombre, bicicleta financiera.

Esa deuda, captada primero con bancos y fondos privados, tenía plazos de pago muy cortos. Macri se endeudó con Macri mismo. Para 2018 el default se olía, los especuladores huyeron en masa al verde, el dólar se fue a las nubes, las arcas comenzaron a vaciarse en días y Macri huyó al FMI, unos pocos meses después de su victoria en las elecciones de 2017. Desde ese entonces Argentina no tiene crédito externo.

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El FMI puso 44.490 millones de dólares, una cifra desopilante. Equivale a cerca de la mitad de todos los fondos de la institución. Representa lo mismo que se desembolsó en todo el mundo como apoyo financiero durante la pandemia. ¿Qué hizo Macri con esa plata? Desde que llegó, en junio de 2018, hasta el cepo, se perdieron como formación de activos externos 40.398 millones de dólares y como inversión de portafolio 10.151 millones. Lo primero es el nombre técnico de fuga de capitales, lo segundo significa especulación.

El ex presidente podrá decir todas las sandeces contradictorias que quiera. Que la deuda se usó para pagar deuda, que se usó para bajar la inflación y el déficit, que se usó para pagarle a los bancos privados, que es reconocer la fuga de capitales. A sus votantes no les importa la coherencia de sus palabras, sino que encarne y enhebre una fuerza de oposición eficaz a un peronismo cada vez más desangelado. Y para eso sí, Macri fue eficaz como ninguno.

“No tienen plan y se vanaglorian de no tener un plan. Si asumen que necesitan tener un plan y se sientan con el Fondo y, si no les da la capacidad, le dicen al Fondo ‘dígannos qué tenemos que hacer para bajar la inflación como la venía bajando el gobierno anterior y tener un equilibro fiscal y tener reglas laborales que funcionen, impuestos que funcionen’. Ahí, si ellos traen algo por escrito, perfecto, acordado, nosotros vamos a actuar con mucha responsabilidad”, afirmó el ex presidente.

Más allá de que la inflación batió récords en su gobierno, y defectos sintácticos aparte, esa es la declaración principal de Macri como ex presidente respecto del FMI. En la lectura histórica larga, es cándido justificar el retorno al control colonial como un manotazo de ahogado, una salida desesperada. Volver al FMI fue un objetivo desde el principio. Los excepcionales 12 años de liberación respecto de su tutela fueron los mejores en términos de crecimiento y distribución del ingreso en los últimos 50 años.

Cualquiera sea el partido en el Estado, el FMI garantiza el gobierno del automatismo de mercado, el ajuste permanente, la soberanía de cotillón. Tenemos a los virreyes de nuevo en casa.

El detalle del futuro acuerdo se conocerá en breve, en todas las versiones habrá ajuste. Como éxito quizá se logre una baja de tasas, una extensión de cuatro años hasta que se empiece a pagar. Quizá se consigan fondos desde otras fuentes –chinas, árabes, rusas– para cambiar el deudor y morigerar la dependencia. En todos los escenarios, nunca se imaginó nada que no sea pagar.

Según las bases de datos sobre comercio exterior del propio FMI, al año 2000 y sobre 225 territorios económicos, entre Estados Unidos y China sólo 35 territorios –todos en Asia y África– tuvieron como principal socio comercial a China y 190 a Estados Unidos. Para el 2020, el principal socio fue China en 158 países, Estados Unidos predominó en 67.

El gobierno actual no sólo desperdició en la negociación esa ventana única que fue la pandemia, sino que trata al FMI como si tuviera el mismo peso global que cuando operó en Argentina durante la Guerra Fría, con la dictadura y Alfonsín, o con la victoria rutilante del neoliberalismo global, en los 90.

Es cierto que buena parte de las fuentes de financiamiento global, de todos los colores, ponen como requisito que el acuerdo con el FMI esté. Pero también es cierto que el mundo ya es otro como para seguir teniéndole tanto respeto a las instituciones de un imperio que ni siquiera puede controlar que no le cope el Capitolio una horda de granjeros descerebrados con armas de guerra.

 

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