Relato de Daniela Sánchez. 9 años en abril del 2003, residente entonces del barrio Chalet.

Me llamo Daniela Sánchez, tengo 26 años. Ahora estoy viviendo en Neuquén por unos tres meses, estoy por recibirme de Ingeniera en Recursos Hídricos y estoy haciendo las prácticas profesionales supervisadas acá. Pero en realidad mi residencia siempre fue en Santa Fe. Por mucho tiempo viví en la capital, hasta poco después de la inundación del 2003. A partir de ahí, junto con mi familia, rehicimos la vida después del puente carretero. Nos mudamos en el 2004 a Santo Tomé y después a Sauce Viejo.

En 2003 tenía 9 años y vivía en el barrio Chalet, uno de los más tocados por la inundación, con mis padres y mis dos hermanas. Mi casa estaba sobre J Paso, a una cuadra más o menos de la cancha de Colón, bien en la bajadita. En ese momento, iba a la escuela San Cayetano y además iba mucho al club Gimnasia y Esgrima de Santa Fe, que está en 4 de Enero y Juan de Garay, a donde hacía natación. Literalmente pasaba la mayor parte del tiempo ahí. Es decir, me movía en la zona sur de la ciudad, apenas iba más allá para ir al médico.

Mi familia siempre me dice que soy muy memoriosa, porque era muy chiquita y la verdad es que me acuerdo de casi todo. Algunos detalles por ahí se me escapan, obviamente. 

Daniela (izquierda) y su hermana, Barbara (derecha) jugando con las mandarinas del árbol en el patio de su casa en Barrio Chalet. (Año aproximado 2002). Foto: familia Sánchez.

Ya el 27 de abril anunciaban algo por la radio y escuchábamos las boludeces que decían, porque no eran más que boludeces. El 28 a la mañana, a mi abuela que vivía y sigue viviendo actualmente en Villa del Parque ya se le venía el agua. Mi viejo, que con suerte terminó la escuela secundaria y que no sabe nada de ingeniería, medio que intuía que todo se venía mal. Entonces, ese 28 nos dice “empiecen a cargar las cosas”. Empezamos a cargar nuestras cosas, las pocas que entraban en la camioneta que teníamos en ese momento, y las llevamos a Santo Tomé. Y después él se va a sacar a mi abuela de Villa del Parque para llevarla a un lugar seguro. Ese mismo día, nos lleva a nosotras tres a las casas de amigas nuestras del club, cada una a una casa diferente. Yo me fui a la casa de mi mejor amiga de entonces, que quedaba en el centro. Y mis viejos se vuelven a mi casa. 

A partir de ahí no supe más nada de ellos hasta unos tres o cuatro días después, así que imaginate que fue bastante traumático. Mis viejos se quedaron en mi casa, obviamente tratando de cuidar lo poco que nos quedaba, que no era mucho. Subió el agua, subió el agua, subió el agua y se quedaron atrapados arriba de la terraza. Por suerte teníamos una piragua. En mi casa hubo más de tres metros veinte de agua, así que perdimos todo. Si mal no recuerdo eran tres metros veintiocho, una cosa así, mi viejo lo debe tener anotado. Pero literalmente el agua tapó la casa, la dejó cubierta. Mis viejos se quedaron la noche del 28 y la noche del 29 en el techo, hasta que Prefectura los intima para que se vayan porque no iban a poder hacer más nada y entonces se van ante la insistencia de ellos. 

 Esas noches yo las pasé con mi amiga y con su mamá, llorando, rezando. Me acuerdo que me decían todo el tiempo que iba a estar todo bien y si bien yo sabía que iba a estar todo bien, a la vez sentía que me estaban mintiendo, era como raro. Esa primera noche estábamos jugando a la loba, a las cartas, con la familia de mi amiga y aunque yo estaba presente, al mismo tiempo no lo estaba, me llamaban “Che, Dani, che, ¡Dani!”. Mientras estaba ahí, escuchamos por la radio que había lanchas de Prefectura sacando gente de los barrios. Obviamente, escuchamos lo que decía en ese momento el gobernante, me acuerdo de la frase “lo medimos con un palito”, me quedó grabada. Esa noche fue re larga la verdad, fue muy traumática, yo no dormí nada y era muy chica. A pesar de eso, la pasé dentro de todo bien porque mis hermanas estaban bien y a pesar de que no sabía nada de mis viejos suponía que estaban bien. 

Después de pasar unos días en lo de mi amiga, cuando mis padres dejan la casa nos vamos todos juntos a un centro de evacuados. Mi mamá trabajaba como asistente escolar y desde el gremio nos ofrecieron quedarnos en el camping de UPCN. Nos ofrecen eso, así que mi viejo consigue buscar la camioneta con nuestras cosas, nos pasa a buscar a cada una de nosotras a donde estábamos y los cinco nos vamos a este centro de evacuados. Nos quedamos ahí, no sé cuánto tiempo, yo perdí la cuenta, pero creo que fueron entre tres y cinco meses.

Mi familia es muy grande y muy unida, entonces nos apoyamos entre todos, pero todos estábamos atravesando esa situación. Mi abuela estaba inundada, nosotros estábamos inundados, muchos de la familia de mi mamá y de mi papá viven en San Lorenzo, así que estaban en la misma. El 50% de mi familia estaba afectada por la inundación por lo que estábamos todos distribuidos en distintos centros de evacuados.

La vida en el centro de evacuados fue difícil, pero no nos podíamos quejar porque la verdad es que teníamos el apoyo de un montón de personas. El lugar donde estábamos era chiquito, tampoco es que podíamos pedir tanto, pero por lo menos teníamos un techo donde estar. Encima era invierno. Estuvimos ahí mayo, junio, julio, o sea, pleno invierno. No es fácil pasar el invierno, menos aún en esas condiciones. 

Lo más loco es que nosotros estábamos mal porque habíamos perdido todo, como todo el mundo, sin embargo, ayudábamos a otros. Por ejemplo, aunque yo era muy chica, iba y separaba la ropa que donaban al centro. La separábamos para la gente que estaba peor, porque en ese momento había gente que estaba peor que nosotros. Mi mamá también ayudaba racionando la comida. Mi papá, como tenía vehículo, se ofreció a buscar gente herida y llevarla al hospital. Entonces si bien estábamos mal, un poco para salir del dolor de la situación, al malestar lo canalizamos a través de ayudar a otros. Eso estuvo bueno, creo que fue lo que más me quedó de toda esa estancia ahí. Porque fue dura, pero tratamos de hacer lo mejor posible. 

A mí me pasa muchas veces que cuando cuento esto me dicen “no, dale Dani, si vos eras chica y perdiste todo, así que, che, vos también estabas mal”. Obvio, yo también estaba mal, pero toda mi familia siempre se encargó de marcar que siempre hay gente que está peor. No solo había gente que había perdido todo, había gente que además había perdido familiares. Por suerte, a nosotros eso no nos pasó, no nos tocó. Nos podría haber pasado si mi abuela se quedaba en Villa del Parque, pero cuando empieza a entrar el agua por el Hipódromo es que mi viejo dice “nos vamos” y nos fuimos. 

Ya en el centro de evacuados era cuestión de esperar a que el agua bajara, no había otra manera de solucionar nada. De esa etapa me acuerdo de cosas muy puntuales y la primera, justamente, es que nos daban el reporte de la altura de los ríos, del Salado y del Paraná. Nosotros todos los días, religiosamente, íbamos a buscar eso, durante meses. Para saber si había bajado o no. Nuestros barrios, Chalet y San Lorenzo, fueron los que más tiempo tuvieron agua, a donde más demoró en bajar.

En segundo lugar, me acuerdo de algunos detalles de la rutina, como de ir a buscar la comida. Para eso, nos daban papelitos, dependiendo de cuántos éramos, íbamos a buscar las raciones de comidas diarias y productos de limpieza, que por suerte también nos daban ahí. También podíamos ir a buscar ropa si necesitábamos. Y además nos vacunaban. Había como un centro de salud donde nos vacunaron, fue una movida también muy grande por todas las enfermedades que habían brotado. Todo el tiempo había actividades, juegos de mesa y esas cosas, se encargaban de mantenernos ocupados. Pero la verdad es que la gente mucho no se prendía, porque estábamos muy asustados y pendientes todo el tiempo de qué onda, de qué pasaba, porque no sabíamos nada. 

Durante ese periodo casi no acompañamos los medios, porque como no teníamos tele no podíamos ver nada. O sea, había una tele común en el centro de evacuados y obviamente no querían que veamos las noticias. La mayoría de las noticias venían de afuera. Sí escuchábamos la radio todos los días, igual escuchábamos tantas estupideces. Como esas de que “estamos ayudando, estamos mandando cosas” y en realidad no llegaban, entonces nos preguntábamos “¿a dónde están mandando las cosas?” porque no llegaba nada. Lo que llegaba era a través del Ejército o bien la misma gente se acercaba al centro a llevar donaciones, muchísima gente, que era también la que nos comentaba cómo estaban las cosas. Con el tiempo vimos en documentales imágenes que no habíamos visto entonces, en ese momento ni siquiera escuchamos en la radio al presidente, no se escuchaba a nadie. Era “ok, me borro”. Y se borraron literalmente.

Mi viejo siempre cuenta de las elecciones presidenciales que fueron por esa fecha, dice que iban a buscar a la gente para que vaya a votar. O sea, los iban a buscar a los inundados al centro de evacuados para que vayan a votar, a una escuela que era centro de evacuados. No se entendía nada, “¿cómo voy a ir a votar si estoy en el centro de evacuados?”. Eso por ahí no me acuerdo tanto porque era muy chica, pero sí escuché a mi viejo decir que los iban a buscar y que obviamente nadie quería ir. 

Cuando la gente empezó a volver y encontró su casa tan afectada no fue fácil. Yo creo que para la gente un poco más grande fue aún más difícil de asimilar. 

Tengo unas fotos de la condición en que encontramos nuestra casa cuando bajó el agua. En la foto se ve el patio de mi casa cubierto de algo que parece barro, pero que en realidad es petróleo. En esos días había sobre J. Paso una estación de servicio que se rompió. Como la zona más baja era Chalet, todo el petróleo que salió de ahí fue a parar a ese barrio. Mi casa quedó manchada de negro, tan fea, en tan mal estado. Tuvimos que limpiarla muchos meses, no pudimos volver enseguida. Fue muy complicado, no tenías nada y encima tenías que limpiar todo. Literalmente, creo que a las paredes mis viejos las habrán limpiado como diez veces con lavandina. 

El mismo patio, con las mandarinas del árbol en el piso, luego de la inundación. Lo negro es el petróleo que quedó estancado, luego del rompimiento y derrame de la Estación de servicio sobre J.J.Paso. Foto: familia Sánchez.

Así que fue un choque ese momento en que bajaba el agua, creías que podías volver y te deparabas con una casa inhabitable. Por eso estuvimos tanto en el centro de evacuados también, porque era imposible volver. Recién como en septiembre u octubre regresamos a la casa. No me acuerdo exactamente, pero deben haber sido unos cinco meses después..

Lo que más me marcó fue este negro del petróleo. El olor a pescado, el olor a río, ay, qué horror. La verdad es que cuando entramos a mi casa la primera vez estaba tan impregnado ese olor, era tan intenso ese olor a pescado podrido, ay, dios, lo que costó sacar eso. Fueron semanas, meses, con ese olor. Y todo era marrón del agua del río, era triste. Sin embargo, también tengo muy presente lo que viví en el centro de evacuados, que era como un escape, porque es hermoso el camping, entonces teníamos verde, esas cosas que por ahí uno se acuerda como buenas dentro de todo lo malo. 

Realmente, fue todo muy triste. Después, años de terapia... No, bueno, yo tanto terapia no, porque para mí fue como un aprendizaje, no lo tomé para ese lado. Pero sé de mucha gente que estuvo muy, muy, muy mal. Sobre todo, la gente que perdió familiares.

Nosotros perdimos básicamente toda la casa. No teníamos nada más que lo que sacamos de adentro de la camioneta, que se podrán imaginar que era ropa, porque lo primero que agarramos todas fue ropa. Mi hermana rescató la mochila del club. Salvamos el microondas y nada más. Porque del resto no habíamos podido llevarnos nada. 

Lo que más lamento haber perdido, ¡mis casettes! Bueno, es un detalle, en ese momento coleccionábamos casettes, los de Chiquititas y todos esos. Los perdimos todos, no nos quedó ni uno.  Lo otro que más me dolió fue haber perdido ¡la colección de revistas! No eran revistas, eran libritos que venían de colección, cosas medio relacionadas al arte. Todo eso que uno lo considera medio secundario. Tiramos y tiramos cosas de esas, un montón. 

Por otro lado, tenía muchísimos peluches. Me llevé uno, que era mi preferido, el único que cargué. Cuando volvimos a mi casa nos encontramos con que los demás estaban, que habían sobrevivido, y los lavamos. Ahora hace poco los regalamos a todos, para un aniversario, justamente para los aniversarios de la inundación siempre pensamos en hacer algo. Así que los reutilizamos.

Retomando, la gestión de la inundación fue tan mala. Estudiándolo queda más claro. Los que estábamos en los barrios más bajos seguramente la íbamos a pasar más mal, peor que los otros, pero nadie esperaba que fuera durante tanto tiempo. Realmente el agua estuvo mucho tiempo en donde vivíamos nosotros, por eso digo que fue uno de los barrios más afectados, lo que no pasó en otros barrios donde bajó enseguida. Entonces dependiendo de eso cambia bastante la experiencia. 

El papel del gobierno, nulo, completamente. Nosotros todo lo que tuvimos después fue gracias a las donaciones de la gente. Incluso, mucho de lo donado no llegó acá, porque uno veía mucho por la tele que estaban mandando agua desde Tucumán o Mendoza, por ejemplo, y acá no llegaba nada. Nos estábamos matando por un bidón de agua. ¿Dónde estaba todo eso? 

El rol del Ejército Argentino fue clave, porque fueron los únicos que decían “hay” y había, “vayan a buscar porque hay”. Una cosa que está bueno remarcar es que los militares nos ayudaron un montón. El Ejército Argentino la verdad que fue, a mí modo de ver, los que mejor se portaron con nosotros, por lo menos en ese barrio. Siempre estaban los camiones ahí, con comida, con agua, con colchones, con cosas de limpieza. Porque no teníamos ni plata para comprar cosas de limpieza, entonces dependíamos de las donaciones.

El Estado jamás nada, nada, nada, nada, nada. Ni siquiera, no sé, nada. Porque realmente fue una ausencia. De verdad, yo no recuerdo otra situación que haya pasado en Santa Fe con tanta ausencia del Estado, o sea, municipal, provincial, hasta nacional. Un desastre realmente. Después uno con el tiempo se pone a investigar, yo era muy chica así que en aquel momento no sabía de todas las internas. Mi viejo sí, porque mi viejo trabajaba en la Legislatura, era un simple empleado, entonces estaba furioso, porque él sí sabía cómo se manejan estos tipos. 

Después de la inundación te querían callar a toda costa. Me acuerdo que pasaban por casa queriendo pagarte 1500 pesos con la condición de no demandar, 1500 pesos insignificantes. De eso no me acuerdo tanto, pero mi viejo sí, cada vez que nombran la inundación por nombrar se acuerda y es brutal. Mis padres recibieron ese subsidio, lógico, en ese momento había que decirle que sí a todo, porque no teníamos nada, pero igualmente el juicio está. A ver, fue más porque lo necesitábamos realmente. 

Los de los subsidios pasaron, no una, sino varias veces. Iban aumentando, de 1500 pasaban a 3000, de 3000 a 5000, de 5000 a 7000 y a todos nos daban lo mismo. No es que yo por tener tres metros ochenta de agua tenía 3000 y vos por tener diez centímetros tenías 1500. No, a los que tenían diez centímetros y no habían perdido nada también le daban plata. Nosotros habíamos perdido literalmente todo. Se manejaron re mal. No hubo manejo directamente. Fueron medidas recontra apresuradas, hasta dinamitar la autopista. Realmente, yo lo llamo abandono de persona, porque realmente para mí fue un abandono de persona. 

El frente de la casa, con las marcas de agua sobre la ventana blanca y el mismo petróleo estancado en el patio que daba a calle J.J.Paso. Foto: familia Sánchez.

Con la inundación se paralizó la ciudad. Para mí fue un antes y un después. No tanto en las instituciones políticas porque nunca se movieron, siguen igual. Pero sí en lo que es la sociedad. Yo pienso que si vos estabas en ese momento en Santa Fe de algo te acordás seguro, más allá de lo que estabas pasando. No mucho genera esto.

Cuando todavía estábamos en el centro de evacuados, mi hermana Barbi, que es la del medio, y mi hermana Nati, que era entrenadora ahí en el club, volvieron a nadar. El club siempre estuvo muy presente con esas cosas. A mi hermana, sobre todo la que todavía estaba nadando, le permitieron volver a entrenar, porque la verdad que para ella empezar a nadar también implicó volver un poco a la vida. Eso fue como dos o tres meses después, cuando volvió a abrir el club a los socios, porque también fue centro de evacuados. Entonces, era medio complicado, pero como ella era parte del equipo podía ir. Yo no porque era chica, no lo consideraba necesario, pero ella era más adolescente.

Las clases empezaron como ahora en la pandemia, pero nosotros qué íbamos a volver si estábamos en el centro de evacuados. Olvidate, no había chance. Aparte las escuelas también funcionaban como centro, entonces tenían que esperar a que el último evacuado se vuelva a su casa.

Mi escuela no se inundó, pero le llegó el agua a la puerta. De hecho, fue centro de evacuados. Hubo mucha gente alojada en la San Cayetano porque como está ahí nomás de San Lorenzo, de Chalet y de Centenario, era lo más cerca para los inundados. Mis compañeros de la escuela sí se inundaron, porque el 70% de los alumnos vivíamos en esos barrios que mencioné. La mayoría se inundó. Lo que pasa es que lo que peor la pasamos fuimos los que vivíamos en Chalet, que teníamos tres o cuatro metros. Para poder ir a la escuela nos dieron todos los útiles, nos dieron ropa, nos dieron para comprar de nuevo el uniforme, porque habíamos perdido todo, no teníamos nada. Eso también fue una ayuda bastante grande que nos ofrecieron. 

La inundación obviamente siempre fue tema de conversación y siempre fue tema de mucha reflexión, por lo menos en mi familia. Después, con mis amigos todo bien, porque éramos muy chicos y los chicos son muy nobles a esa edad, la verdad que se portaron de diez. Nunca jamás recibí ninguna burla ni nada por el estilo. La verdad es que mis amigos del club siempre fueron muy importantes para mí, fueron los que más presentes estuvieron, fueron los que primero se ofrecieron a que estemos en sus casas. 

Por eso yo siempre digo que la inundación nos marcó a todos, a todo santafesino especialmente. Más allá de que te haya pasado o no, sin duda tenés un amigo, familiar, conocido, primo, no sé, alguien que se inundó. Es como que fue muy importante en ese sentido, yo notaba que toda la sociedad en su conjunto se había unido “en pos de”: en pos de ayudar, en pos de donar, en pos de ofrecerse. Cualquier persona decía “che, tengo una lancha, salgamos a buscar gente”, las asociaciones vecinales decían “che, tengo una piragua, salgamos a repartir viandas a los que se quedaron en los techos”. Y todo eso lo hizo la gente, porque no recibíamos ayuda de nadie más. Era gente ayudando a gente. Creo que es lo más destacable de toda la tragedia. Nosotros seguimos adelante por la misma gente. Hubo muchas personas que nos ayudaron en el centro de evacuados y ni siquiera nos conocían. Me quedó mucho eso. Después cuando ves los documentales decís “ah, mirá, esto pasaba y yo ni enterada”. De manera que lo que más me dejó la inundación fue la solidaridad de la sociedad, porque incluso no solo fue Santa Fe, fue todo el país.

En octubre de 2003 volvemos a casa, vivimos unos siete meses y nos entran a robar lo poco que teníamos, porque no teníamos prácticamente nada. Nos entraron a robar esa vez en el 2004 y ahí es que mi viejo dice “nos vamos”. Entonces, adquirimos un plan de viviendas en Santa Tomé, justamente a través del gremio de mi mamá. Agarramos nuestras cosas y nos fuimos a vivir a Santo Tomé de ahí en adelante, hasta hace dos años que nos mudamos a Sauce Viejo. Esa primera transición fue toda en menos de un año, por decirte. Mi hermana lo sintió más porque estaba terminando la secundaria, yo no tanto porque fue casi en simultáneo con mi ingreso a la secundaria. 

A partir de la inundación hubo un declive bastante grande de los barrios, en términos de seguridad. Por ejemplo, Chalet, San Lorenzo empezaron a ser zona roja. No podías salir después de las siete de la tarde porque era muy inseguro, ya no podías caminar sola hasta el almacén, cosa que yo hacía cuando tenía cinco años. Después de la inundación, la gente salía a robar porque ya no tenía nada. Literalmente, esos robos eran por necesidad. ¿Por qué te digo esto? Porque nos robaron a nosotras algo de ropa y a las dos semanas pasó un tipo en bicicleta con la campera de mi hermana. No era que lo robaba para vender, lo robaba por necesidad, porque no tenía realmente qué ponerse para abrigarse. Mi abuela siempre se acuerda de cómo le cambió la vida. También su barrio, Villa del Parque, se volvió muy inseguro.

Después del 2003 ya no nos inundamos, solo porque Santoto es mucho más alto. Pero antes sí, una infinidad de veces llovía y nos inundábamos y nosotras lo usábamos para jugar, para pasarla bien. O sea, una locura. Pero hemos llegado a tener como veinte centímetros de agua por lluvia, a finales de los 90, cuando yo era más chica. En el 2007 cuando volvió a inundarse Santa Fe yo ya estaba viviendo en Santoto, así que a esa no la pasé, no la sufrí, la viví desde otro lado.

Todos tenemos una marca. Dentro de mi familia, soy la que más se anima a contarlo o la que lo tiene más claro. Fueron muchos años de tocar el tema hasta que un día dijimos “ya está, basta, porque no vamos a arreglar nada”. Así que le tuvimos que dar para adelante porque no quedaba otra. Pero aún así nunca dejé que se muera la historia, nunca dejé de hacer que el otro se plantee preguntas. Por ejemplo, esto que contaba del petróleo nadie lo sabe y cuando me escuchan a mí decirlo así, tan livianamente, se empiezan a preguntar. Ahora sería alto problema ambiental, pero digo, más allá de la fatalidad, es fuerte escucharlo de alguien que entonces tenía nueve años.

¿Qué significa para mí la inundación? Bueno, nunca me lo plantee. Pero para mí fue, por decirlo de algún modo, un descubrimiento, un impulso al pensar “ok, me pasó esto, lo tengo que usar para algo”. Hoy en día estoy estudiando una carrera que tiene el 100% que ver con agua. La inundación es agua y para mí el agua es todo. Siempre me vi muy involucrada con el agua, toda mi vida nadando, para mí el agua es mi lugar. Personalmente, me impulsó a querer seguir nadando y me impulsó a estudiar la carrera que estoy estudiando. En este sentido, siempre fue una inspiración, no lo tomo como algo trágico a pesar de que lo fue. E incluso siempre intenté que los otros lo vieran como yo lo veía a lo que me pasó. 

A mis viejos también los impulsó, a toda mi familia en verdad. Particularmente, nos impulsó a querer salir del lugar en donde estábamos para poder llegar un poco más alto de lo que alguna vez nos planteamos. Siempre lo vimos como una superación, nunca lo vimos como algo malo y por eso no nos afectó tanto a nivel de “voy a terapia por el tema inundación”. Siempre la elección fue decir “hacemos esto, o sea, vamos a solucionarlo, porque no podemos impedirlo”. Cuando lo cuento siempre resalto que al fuego lo apagás con agua, a la tormenta de arena la parás con agua, pero al agua no la frenás con nada, es solamente esperar a que pase. 

De alguna manera transformamos el dolor en algo útil. Algo útil en ese momento podía ser ayudar a otro. Algo útil para mí fue estudiar después una carrera para que esto nunca más pase. Algo útil para mi hermana fue estudiar medicina porque veía todos los enfermos que había en aquel momento. Para mis viejos fue transformación también, porque pasaron del lugar en el que estábamos a un lugar en otra posición, todo en base de laburo, de decir dejemos esto. 

Yo creo que esas dos palabras lo sintetizan, aunque igual es difícil resumirlo: agua y transformación. Pero también dolor, porque fue realmente doloroso para todos, y solidaridad, porque nosotros salimos por la ayuda de la gente. La solidaridad de todos los ciudadanos y hasta de nosotros mismos creo que fue lo que nos salvó.

Para cerrar, quería contar que en la Facultad de Ciencias Hídricas, a la que pertenezco y donde fui consejera, me permitieron leer unas palabras que yo había escrito sobre mi historia. Muchos de los que firmaron todas las obras que no se hicieron salieron de esa facultad y me encuentro, por ahí, con información relativa a eso. Y vos decís, “loco, ¿enserio todo lo que hiciste no sirvió para nada?”. Me parece que fue una tragedia evitable, yo la llamo así, porque estudiando uno se da cuenta de que hubiera sido todo evitable. Podía evitarse y en cambio se perdieron un montón de vidas. De estos tipos que son responsables todavía hay algunos que siguen en la facultad. Uno se empieza a preguntar, sobre todo en una carrera como la mía que tiene que ver un poco con lo que pasó, ¿estos tipos no tienen sentido común? Cuando yo leí estas palabras se largaron a llorar y se emocionaron todos. Y yo me quedé pensando que la idea era que hagan algo, que no pasé nunca más. Sin embargo, cada vez que se repite una inundación uno empieza a perder un poco la fe en las instituciones. 

Entrevistas y edición: Larisa Cumin y Emilia Spahn.

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