Foto: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0.
Foto: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0.

Por Noly Trujillo

La Ley de Identidad de Género me traspasó. Nunca pensé que se iba a lograr. Pero pasó y es una realidad. Eso ayudó mucho a que tomemos consciencia de que somos más de lo que nos quisieron hacer creer y a tener derechos, que los teníamos, pero no nos permitían ejercerlos. Fue una conquista muy importante. Pasamos tantas décadas buscando que nos reconozcan como personas y como ciudadanas, que cuando salió la ley fue como sentirse en la categoría de ciudadana de primera, de persona, de ser humano.

Hubo un momento en que la sociedad y el Estado nos hacían pensar que éramos un defecto, que no pertenecíamos. Y llegamos a creernos eso. Cuando salió la ley, fue empoderarnos y darnos cuenta de que sí éramos personas, que existía esto de nacer con un género diferente a tu sexo biológico. Es así y la gente lo tiene que aceptar.

A veces se cree que esta ley implica solamente cambiar el nombre en el documento, lo cual no es menos importante. Lo hemos padecido cada vez que íbamos al hospital o a votar: estar en la fila de hombres y que te gritaran el nombre que te habían puesto, como un chiste. Pasar por todo eso era agotador y violento.

Pero la ley significó más que el cambio registral: ahora las nuevas generaciones van a poder estudiar, van a tener acceso a la educación, al trabajo -gracias a la Ley de Cupo-, a la salud y a que te atiendan como corresponde. Se simplificaron muchas cosas, no solo el cambio de nombre en el documento. Sobre todo, salir con la cabeza en alto y saberte tan persona como cualquier otra.

A diez años, hay que decir que la ley no se cumple del todo, se cumple a medias. Pero está vigente y nos reconoce. En la provincia de Santa Fe no hay tenemos problemas en el aspecto del Registro Civil, pero las operaciones de feminización y de reasignación de sexo se frenaron. Con la gestión anterior se hicieron las cosas bien. Se trabajó mucho y a partir de la ley se logró cumplir con todo. Ahora no noto lo mismo, lamentablemente. Esos retrocesos te hacen daño. Las militantes más grandes luchamos para que las generaciones siguientes estén mejor. No hay que volver atrás con estas cosas.

Otras provincias están peor. Nosotros tenemos una red de comunicación y las referentes de otras provincias, sobre todo en el norte y en el noroeste, han luchado hasta en el Registro Civil para poder conseguir los cambios en el documento. Son provincias más conservadoras. Cuando una ley no se cumple, es porque no hay voluntad política. Pasa con la educación sexual integral y con el derecho al aborto.

9 de mayo de 2012

En 2011 entré a trabajar en la Municipalidad de Santa Fe. Por esa época estaba militando con el Inadi y con el Programa de Derechos Humanos de la UNL y empezamos a ver qué pasaba con la posibilidad de conseguir un trabajo. Primero había que buscar un lugar amigable. Al final terminé en la Dirección de Control municipal, donde están todos los inspectores de vía pública. Fue genial, al principio tuve que militar mi entrada a la Municipalidad: enfrentar todas las miradas, los prejuicios, pero por suerte no fue tan difícil. Fueron casi ocho años de trabajar ahí y dejé la vara alta, que era lo que me interesaba: que vieran que era comprometida, inteligente, ubicada. Llegó un momento que me sentí Heidi comparada con los demás. Al final, yo era una señorita inglesa.

Cumplía con los horarios y con todo y cuando se sancionó la ley no quise pedir el día para ir al Congreso, porque no llevaba ni un año en la Municipalidad. Hoy me arrepiento. Quería demostrar compromiso con el trabajo, así que al debate lo seguí desde acá. Y cuando salió la ley, lloré terriblemente. Me acuerdo de que me llamaba gente amiga y no podía hablar. Era tanta la esperanza que teníamos puesta ahí, que fue muy fuerte. No podía parar de llorar. El día de la votación, solita en mi casa, lloré como no lloraba desde que era niña.

Al otro día fuí otra Noly. Más firme, más segura. Fui a trabajar y todos me felicitaban, porque sabían que habíamos puesto todo en esa lucha. Fue una felicidad enorme. Fue hermoso. Cada año lo recuerdo así. Fue un festejo real, de corazón, porque sabíamos que atrás había mucha pelea, mucha lucha, mucha militancia. Muchas de nosotras se fueron antes de poder verlo. Todo eso lo tenés en la cabeza y no se olvida. No se va a olvidar jamás, venimos de esa lucha. Quizás las generaciones nuevas, como no lo pasaron, no se dan cuenta o no valoran tanto como nosotras que peleamos tanto por la ley. Pero las más grandes se lo recordamos, para que quede en la historia, porque es parte de nuestra historia también.

El futuro

Hace poquito los varones trans comenzaron a trabajar con las niñeces trans. Hicieron un video sobre ese trabajo y lo pasaron en la plaza Pueyrredón. Cuando lo vi, me quebré totalmente. Pero de felicidad. Pensaba: “Esto es lo que queríamos, esto es lo queríamos para ustedes. Que lo pudiesen hablar, que sus madres lo puedan hablar, que haya profesionales que conozcan el tema, que te puedan indicar, contener. Eso es lo que queríamos”. Fue maravilloso. Por otro lado, empezamos a averiguar en el Hospital Alassia y nos comentaron que las consultas hasta el momento son por niños trans, no para niñas. Pienso que al niño trans se lo reconoce más fácilmente, o se lo acepta, y a la niñas trans no.

Sin dudas el patriarcado y el machismo hacen que le sea mucho más difícil a un nene decirle a la mamá “no me llames con ese nombre, yo soy María, yo soy Lucía…” A los adultos les cuesta mucho más aceptar al nene cambiando a identidad femenina que al revés. Pero creo que va de la mano de esta lucha contra el patriarcado y contra el machismo que culturalmente baja con esas normas. Es sobre el nene el problema: “vos vas a jugar a la pelota, vos te vas a vestir con esto, sacate eso, maricón”. Ya lo sabemos quienes lo hemos pasado. Y sigue pasando.

Pero la Ley de Identidad de Género es un gran paso. Es lo que queríamos, por eso luchamos. Y por eso seguimos luchando, para que esas generaciones puedan hacer lo que no pudimos nosotras: estudiar, ser profesionales respetades. Todo lo que no tuvimos. De algo sirvió toda esa lucha.

Después de la sanción de la ley me siento completa como persona. Yo creía que no llegaba a la categoría de persona. Fue como la cerecita del postre: esta ley me dio la posibilidad de completarme y de reconocerme como persona, como ciudadana. Me faltaba esa ley para empoderarme y sentirme segura. Todo lo que pasamos hizo que nos sintiéramos inseguras. No sólo el Estado, también la sociedad contribuyó a que estuviésemos tan mal.

Más que como ciudadana, sentí que como persona, como ser humano, me iban a tratar como correspondía. Eso era. Ya no era menos. Era un ser humano.

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