Uranide Sacramento Cruz. Foto: Gabriela Carvalho.

A pura fiesta, una volanteada de la campaña de la Lista 13 en un barrio periférico de San Pablo, tan grande como todo Santa Fe, y las reflexiones de los militantes sobre la consolidación del bolsonarismo, la esperanza de Lula, el futuro de Brasil y una historia ancestral resumida en una frase.

El mercado a cielo abierto de Grajaú está en plena actividad. Las mesas largas llenas de bananas, los tachos con aceite fritando pasteles, las ventas de ananá entero o cortado para comer ahí nomás, ajíes de todo tipo, especias penetrantes, ajos chiquitos en perfectas filas, repuestos para duchas o manojos de las tiritas de goma de las ojotas, vendidos por separado. En una punta del mercado, cerca de la estación terminal de trenes, se congrega una docena de militantes de la Lista 13. Pertenecen a diferentes movimientos de base, que se pusieron al hombro la campaña de calle. Cada militante lleva la remera de su organización: rojos los de la Central de Movimientos Populares, amarillos los de la Unión de Movimientos de Vivienda y blancos los del Movimiento de Afectados por Represas.

Reparten las banderas y los palos para ondearlas. Hay un rollo muy gordo de cinta con stickers redondos en los que se ve a Lula Da Silva y Fernando Haddad. El triunfo de Lula es estadísticamente muy probable, Haddad tiene que remontar una bastante difícil, pero las encuestas le dan bien.

En eso prenden un parlante portátil a todo lo que da y, entonces, durante una hora larga, comienza una caminata con cantos, discursos y puro baile, una volanteada con el carnaval brasileño adentro.

Lo que fue y será

“Va a haber un ciclo grande de bolsonarismo, el bolsonarismo no se derrota en una sola elección. Son una gran fuerza política que se mantiene y que va a durar mucho tiempo”, dice Diego Ortiz. Diego, o el uruguayo, se sabe brasileño desde hace 20 años y es un flaco largo con una mata rubia suelta de pelo enrulado. Lleva remera blanca y se encarga de ir cortando tiras del rollo inmenso de stickers redondos. En algunos pequeños comercios lo rechazan con cortesía. “Hay dueños que amenazan a los empleados”, señala.

Los rumores sobre la campaña forman parte sustancial de la campaña misma. En el podcast Café da Manha comentan que falta material del PT para hacer campaña en las poblaciones más pequeñas. Militantes, vecinos de las favelas y periodistas cuentan que aparecieron pasacalles sin firma en las periferias que dicen “Fora Bolsonaro. Respete las favelas” y lanzan todo tipo de conjeturas sobre la autoría.

La música festiva retumba y la brigada avanza. Repartir volantes no es un acto solemne. Sobre la música, cada integrante de la brigada va tomando el micrófono y dando discursos o cantando las letras, que son lulistas.

Diego piensa en el futuro gobierno del PT y vuelve sobre un dilema típico: ¿un gobierno popular se apoya poniendo o sacando la gente de las calles? Para el referente del Movimiento de Afectados por Represas “Lo que es necesario es que esté la gente en la calle, sino no va a haber un gobierno para los movimientos sociales”. Pero reconoce que eso no sucedió antes del golpe a Dilma Rousseff y que, ahora, además, hay una mayor fragilidad tras los cuatro años de ultraderecha. “No tenemos organización y fuerza política para tener un programa y movilización. Nos movemos en torno a cuestiones prácticas y ahora con la elección estamos en la calle. Estamos a cuatro días de la elección y hay poca gente haciendo campaña”.

En un punto, los fascismos –en Brasil no se le está dando muchas más vueltas para definir al bolsonarismo– llevan a un silencio de asombro o estupefacción. “Ganó en Manaos, ganó en Manaos”, repitió Diego, “¡Donde se asfixiaron por falta de tubos de oxígeno en la pandemia!”.

Diego Ortiz. Foto: Gabriela Carvalho.

La reconstrucción

El sol del mediodía pega muy fuerte en la parte más concurrida de Grajaú, un distrito completamente periférico de San Pablo. Alrededor de la terminal de trenes está la feria –todos los puestos tienen techitos de lona– y varias calles con negocios muy pequeños, casi de garaje. Se nota que en las casas vive más de una familia, casas con aberturas delgadas de aluminio, techos de teja naranja, pocos aires acondicionados pero mucho, mucho cemento, mucha de esa potencia de desarrollo que hizo de San Pablo la bestia industrial y financiera del continente. Grajaú está en el borde sur. Más allá de las serpenteantes y onduladas calles de su centro comercial arrancan las viviendas apiladas de ladrillo hueco, o favelas. Y después, Grajaú se funde con la zona rural. Viven en Grajaú unas 400 mil personas. Es una Santa Fe.

El parlante le da como loco a las canciones de Julio Maderada, que tiene todo un set dedicado a la campaña. La brigada escala una cuesta y al fondo se ve un pequeño bosque de árboles, que parece recién brotado.

Uranide Sacramento Cruz, del CMP, es una mujer de 64 años que está orgullosa de militar en su barrio desde los 18, trabajando para sacar a los pibes de la droga. Coincide con Diego: el bolsonarismo no será derrotado sólo con una elección. Pero ve una esperanza: “Sabemos que no va a ser fácil, que la destrucción es muy grande, que el bolsonarismo no va a terminar con la derrota de Bolsonaro. El bolsonarismo va a continuar, la gente tiene consciencia eso. Pero la gente va a soñar, va a tener otras fuerzas renovadas, porque vamos a ser felices de nuevo, resurgir de nuevo”.

Para Uranide la elección no sólo pone en juego una orientación política o ideológica. El fascismo es otra cosa: “El bolsonarismo representó la amenaza del fin de la democracia. Porque ese es el objetivo del bolsonarismo: destruir nuestra democracia. Bolsonaro despertó sentimientos ruines y negativos dentro de las personas, para perjudicar, principalmente, a la clase trabajadora. Ahora nuestra esperanza es Lula, un hombre que siempre respetó la Constitución y la democracia. Vamos a reconstruirla”.

En toda la caminata, Uranide llevó como estandarte la bandera de su país. La mira y expresa cómo en esta elección hay algo más que un resultado, algo que se expresa, por ejemplo, en una Cámara de Diputados donde sólo el 26% de las bancadas son ocupadas por personas negras –cuando es el 53% de la población del Brasil– y apenas el 18% son mujeres. “Yo quiero cambiar mi bandera”, dice. “Ahí donde dice Ordem e Progresso debería decir Forza do Povo”.

La brigada recorre por última vez el mercado. Algunos vendedores corean "Lula lá" y pegan en las mesas para hacer ruido de batucada. Y uno grita por encima de todo, evocando sin saber una consigna de otro país y otro tiempo, que quizá desconozca.

–¡Vamos a volver a comer picaña!

 

Cobertura desde Brasil: Gabriela Carvalho y Juan Pascual

Realizado con múltiples apoyos, como:

Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad

Sadop Santa Fe

Diputado provincial Nicolás Aimar

ADUL

Concejala Laura Mondino

Presidencia del Concejo Municipal

Cámara de Diputados de la Provincia

Concejal Federico Fullini

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