Escribo ahora porque no quiero hacerlo con el resultado puesto. Rechazo la ventaja de jugar con el diario del día después, con el pitido final en el minuto 98 o 99 tal como nos vamos acostumbrando en estas adiciones extendidas modelo Qatar. Anoche me brotó un compromiso, me subió por el cuerpo y dije: “me levanto temprano y escribo”. Me sirvo un vaso grande de agua y aprovecho el único horario de la mañana donde se puede respirar sólo con la ventana abierta y disfruto de la mañana fresca de un día que irá ganando altas temperaturas.

La bandera del merecimiento

Preciso generar conclusiones sin prisa. No porque le tema a lo inmediato, sino más bien porque el resultado final, no puede opacar este proceso de Scaloneta que tanto nos ha hecho disfrutar. Deseo que la Selección gane, por supuesto, pero me encantaría que Argentina merezca el triunfo. En este mundo futbolero, merecer suele asociarse a una excusa cuando se pierde, y solo pueden hacer eco de su peso quieren se llevan el triunfo o el empate sobre la hora. Merecer tiene un valor fundamental, no solo el de intentar, sino el de generar más posibilidades que el adversario, doblegarlo o anularlo. Merecer es interpretar, procesar y ejecutar mejor que el rival. Jugar mejor que el otro, durante un lapso de tiempo y eso es rescatable, más allá de que la pelota pueda entrar o no. Eso quedará en el tiempo, aunque los campeones se burlen de los segundos o de quienes no saben cuánto pesa esa entrañable copa.

Educación

La verdad es que me puse a escribir para no pensar tanto hasta las 16:00. No quiero escuchar ningún análisis, ni observar un minuto más de previa. Prefiero seguir respondiendo todas las preguntas de mis hijos sobre posiciones adelantadas o posibilidades matemáticas para esquivar a Francia en octavos. Y prepararlos para lo que vendrá. Para que hoy a la tarde, cuando nos crucemos en la plaza con sus compañeros o cuando lleguen el lunes a la escuela, defiendan y cuiden a Messi y a esta selección, pase lo que pase. Que aprendan a enfrentar las ridiculeces y agresiones que vociferan los padres frente al televisor y sus niños replican en el recreo y en cada espacio de su infancia. Que valoren el camino, las ganas de jugar y banquen el merecimiento de haberlo intentado.

Tres cosas que no quiero olvidar

Cuándo retornamos a casa o finaliza un acontecimiento, mi compañera de vida suele preguntarle a nuestros pequeños por las tres cosas que más le gustaron de tal evento o circunstancia. Me gusta participar de ese juego y rescatar siempre algo diferente para que ellos asientan cuando yo menciono mi tridente. Con esta introducción justifico mi caprichoso top 3 de lo que va del mundial:
1. El show de España en modo Barcelona de Pep, moviendo el balón sin prisa y recuperando alto, casi instantáneamente para volver a jugar de un lado al otro, buscando el mejor lugar para entrar.

2. Ecuador y Holanda disputaron el mejor partido. Fue un juego intenso, rápido y con variables propias de cada estilo.

3. El cariño de los jugadores de Irán hacia su entrenador luego del triunfo contra Gales. Las muestras de afecto sobre Carlos Queiróz de parte de sus dirigidos, luego del emocionante y digno 2 a 0 del equipo asiático, me recordó que no siempre hay que jugar en contra de, sino que se puede encontrar un estímulo o inspiración en pos del amor.

Una sorpresa

En casa faltaba una camiseta. Mis hijos tenían la suya. El más grande la celeste y blanca actual, el más pequeño la suplente de 2014. Yo tengo el modelo azul del 2006, la del debut de Messi contra Serbia y Montenegro, el día de aquel inolvidable 6 a 0. Faltaba una casaca para la madre de esta casa. Por eso, esta mañana preparamos un desayuno y se la obsequiamos. Ninguna es original, aunque todas son réplicas muy bien confeccionadas. Pablo Aimar habló una vez del valor de la camiseta de la selección, que a los jugadores se la dan gratis y la gente la paga en 18 cuotas para sentirse parte. Sé que el valor excede el costo de una prenda deportiva o la imposibilidad de competir con la inflación de este país, pero el privilegio de compartir esa pasión con las personas que amás es un privilegio que no dejo de agradecer.

Una pregunta

¿Hay algo diferente en este comienzo Mundial, o siguen pasando las mismas cosas? Parece que todo sigue igual de bien. Quizás los coreanos y japoneses ya no son tan petisos como unas décadas atrás. Tal vez los alemanes complementaron su potencia física y ahora también juegan rápido y bonito. Aunque hay nacionalidades fieles a su estilo, como los uruguayos, cuyo arte es defender, tirar pelotazos y cerrarse atrás. Algunos sorprenden, como USA, que aprendió a jugar buen soccer y puede competir con los mejores estilos. Quizás la tecnología pueda aportar su rasgo diferente y generar cierta controversia. Pero lo cierto es que los errores siempre fueron parte del juego. Sabemos que la FIFA y los seres humanos han hecho de la corrupción un eslabón habitual en su cadena de pésimas decisiones, pero seguimos confiando en el amor por la camiseta, por eso encendemos el televisor a las 7:00 y lo apagamos a las 18:00 Porque creemos este hermoso juego.

Un deseo

Hoy es un día para juntarse a tocar. Para atraer y distraer, para encontrar el momento exacto. En honor a Gio Lo Celso, por el placer de jugar a la pelota. Y tocar dibujando triángulos por todos lados y conectando con el otro aquí y allá. Cerquita y luego lejos, para sorprender con una bocha larga por el lado opuesto. Y que vengan todos a tocar, que la tenga Messi, De Paul y Dí María, y que se junten con Redondo, Román, Pablito y siempre haya un pase más para El Diego. Que cuenten la historia de nuestro fútbol en el resto de partidos que nos toque jugar en Qatar. Tocando, vamos a estar cerca, más juntos, más vivos y seguramente el merecimiento será emblema y nos abrazará el día que recordemos este mundial disputado en el calor de las fiestas.

 

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